04 February 2007


EL DISCURSO MARGINAL EN “HOTEL LIMA” DE MIGUEL ILDEFONSO


Por Fernando Carrasco Nuñez

Lo primero que llama la atención al coger la novela de Miguel Ildefonso (Lima, 1970) es lo particular de su edición. En la carátula nos seduce un cuadro de Enrique Polanco y en los interiores, las fotografías tomadas por Herman Schwarz al pintor Víctor Humareda, legendario residente del famoso Hotel Lima, ubicado en una zona marginal del distrito de La Victoria. En este sentido el título designa a un viejo hotel, el cual aparece como un elemento simbólico trascendente dentro de la historia. El Hotel es símbolo de soledad, desarraigo, desorden, pobreza, clandestinidad, connotaciones contrarias a todo lo establecido por el sistema oficial. Este espacio protagónico entra en sintonía y se refuerza con el accionar de los protagonistas. Así, Dante es un joven aficionado a la literatura y a las artes plásticas que admira sobremanera al pintor Víctor Humareda por ello se ha propuesto emularlo como una suerte de homenaje diario. Dante habita en el Hotel Lima, la antigua morada del Maestro, como él lo denomina; recorre las calles de La Parada; visita los prostíbulos y pasa largas horas en la oscuridad de su habitación reflexionando sobre distintos temas como la belleza, el arte, el amor, la vida. Estas extensas reflexiones simbólicas y surrealistas que por momentos se tornan tortuosas reflejan una intención de evadir la realidad inmediata que lo circunda y agobia:
“Y allí, en la noche, había un lugar de paz, un No-lugar-en-el-mundo, un vientre de cemento en el que se podía pensar en otra cosa […] El aislamiento de mi cuerpo (respecto de todo lo que me rodeaba) producía en mí el anhelo disipado de infinito: evasión podría ser la palabra más exacta para nombrarlo” ( p.26).

Esta actitud evasiva lo remite también al pasado para rescatar sentimientos primigenios. Dante rememora el primer amor de la infancia y sus relaciones con otras muchachas con nombres memorables como Beatriz, Laura, Silvia, Emma, quienes cada una a su manera lo marcarán para siempre. Recuerda también toda la bohemia de su tiempo, a los jóvenes marginales como él signados por la fatalidad, que viven intensamente y sueñan con la gran obra al tiempo que leen enfervorizados a Baudelaire, Rimbaud, Bukowski, Mishima, Martín Adán y Lucho Hernández, autores que asumieron la marginalidad como una filosofía de vida que los arrastró hacia finales funestos. En estas páginas se rinde tributo a toda una generación de jóvenes artistas que habitaron una Lima agrietada y decadente que aún padecía el accionar de Sendero Luminoso y del Ejército a fines del deleznable primer gobierno aprista y a puertas de la dictadura fujimorista. El Hotel Lima es también una metáfora de toda la ciudad ya que tras la muerte del pintor, el hotel decae y cierra sus puertas para luego convertirse en una más de las muchas galerías comerciales que inundan esa zona sórdida de la ciudad.

Dante ha leído todo lo vinculado a Humareda y los escritos que el pintor dejó con el título Notas al pie del abismo y está en proceso de escribir un Libro, que acaso es el libro que el lector tiene en sus manos, recurso literario muy usado entre los jóvenes escritores. La figura de Humareda aparece de manera velada en los primeros capítulos de la novela a través de las reflexiones de Dante, pero es solo al final del libro donde se muestra a plenitud. El pintor surge como un espectro entre los pasillos del Hotel Lima. Aparece sentado en su viejo sillón Sócrates, vagando por las polvorientas calles de La Parada, soñando con su musa de toda la vida, la rubia Marilyn o con sus maestros como Goya, Toulouse Lautrec, Van Gogh o Paul Gauguín. Incluso aparece dialogando con los personajes de sus cuadros como el Arlequín quien le refiere la historia de escritores marginales peruanos. En algunos casos son los mismos autores quienes hablan a través del Arlequín configurando escenas emotivas y muy bien logradas. Desde nuestra perspectiva el Hotel Lima, Humareda y Dante como elementos protagónicos de la novela comparten una misma carga simbólica: la marginalidad. El Hotel es el No-espacio, Humareda es el No-arte y así Dante, como émulo, busca la No-poesía. Dante se construye un No-mundo a través de las palabras -como oralidad o escritura- para huir de la realidad oficial que lo asfixia: “En la única dimensión donde yo soy yo, si es que eso puede significar algo en medio de toda la nada, es aquí, en esta dimensión inútil de las palabras” (p.37).

En el plano del Discurso hallamos una serie de rasgos estructurales que se vinculan con la concepción del mundo que tiene el protagonista. La novela está dividida en cuatro capítulos o actos –como aparece en el libro- los cuales se configuran a partir de escenas que no guardan una secuencia lógica. Algunas de ellas pueden existir muy bien como historias independientes como el bello texto titulado Historia de amor y de caníbales. Este libro de Ildefonso subvierte la forma tradicional de la novela. Al respecto el protagonista nos dice: “Cuento y desordeno la historia. Es malo, lo sé, tener esa afición desde tan temprano, pero nada puedo hacer si la veo fluir, la veo caer y caer, pudriéndose en esta habitación como la cicatriz de mi rodilla izquierda” (P.50). Como se aprecia, a lo largo del libro prevalece la voz de un narrador protagonista que problematiza sobre su mundo personal y sobre la sociedad que lo aqueja. Otro rasgo estructural inquietante en la novela de Ildefonso es la presencia de diferentes discursos literarios. Percibimos formas líricas, narrativas y dramáticas. Esta actitud de quebrar radicalmente las barreras del género narrativo emparientan a su autor con los exponentes del Romanticismo y la Vanguardia. En cuanto al uso del lenguaje consideramos que es uno de los principales aciertos del libro. Aunque aparecen ciertas expresiones deslucidas, el libro se muestra muy favorecido de pinceladas líricas. Veamos: “Afuera, la noche era clara y silenciosa como un cristal que daba miedo que en cualquier momento se pudiera romper” “Silvia era delgada, ligera, con el cabello negro y lacio que se convertía en música cuando corría” o “En la avenida anaranjada llamada 28 de Julio estaba el Hotel Lima, de cuatro pisos, que de noche era de color azul como un lóbrego cisne”. El lenguaje mostrado a lo largo del libro abunda en figuras retóricas muy audaces que le confieren mayor relevancia a la novela.

En síntesis, Hotel Lima de Miguel Ildefonso es una buena novela que recrea la vida del Artista marginal limeño y que confirma las dotes narrativas de uno de los poetas más importantes de la literatura peruana de las últimas décadas.