31 March 2008

PROYECTO QUIPU 2


NUEVO CUENTO

El segundo autor elegido en esta nueva etapa del Proyecto Quipu es Álvaro Díaz Ávila, chiclayano de veinticuatro años, que estudió periodismo y que ahora dice dedicarse a algo “que no tiene nada que ver con eso”. Para esta quincena los jurados fueron Daniel Salas y Gustavo Faverón. Se le recuerda a quienes quieran participar que pueden enviar sus cuentos o poemas al correo gfaveron@gmail.com. Los cuentos no seleccionados para una quincena serán considerados para las quincenas siguientes.
EL JARDÍN DE LOS ONANISTAS

Por: Álvaro Díaz Dávila

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué soy yo aquí? Soy un pincho parado.
(Fue lo que dijo el poeta chiclayano Juan Ramírez Ruiz en una reunión de amigos una noche cualquiera).

Bruno ha desaparecido y nadie sabe dónde está. Hace meses que salió de su casa y se perdió para siempre de la vida de todos. Hasta ahora lo siguen buscando, pero creo que ya sin esperanzas de encontrarlo. A medida que los meses han ido avanzando, el recuerdo de Bruno se ha convertido en un fantasma que se filtra en nuestras vidas, en nuestras conversaciones y en nuestros sueños. Ayer soñé, por ejemplo, que a Bruno se lo llevaba un cohete espacial que decía con letras negras “La Incertidumbre”. Por eso, yo al menos, no he dejado de pensar en él ni en las posibles razones de su desaparición; una desaparición que al principio resultó extraña, pero que después regresa a nuestras especulaciones como una escalofriante consecuencia lógica, como si el destino de Bruno se hubiera condenado a sí mismo a evaporarse, a desintegrarse voluntariamente en su propio y patético drama de un artista que no sabe quién ser.

Un día me dijo: “No sé lo que pasa, pero siento que todas las chicas con las que he estado son la misma, todas han sido la misma mujer solo que con diferente cuerpo, como si en cada una de ellas se repitiera un mismo prototipo, una misma forma de ver la vida”. Esa idea lo estuvo torturando por mucho tiempo. La vida de Bruno, como sus mujeres, se repetía constantemente desde niño, como dando círculos sobre lo mismo, y por alguna razón que no entiendo, un día Bruno se da cuenta de eso. Esas cosas no las entiendo. Era como si, de pronto, Bruno hubiera decidido despertar, o en todo caso, lo hubiesen despertado de manera imprudente y empezara a darse cuenta de que la vida consistía en algo más. Bruno a cada instante nos decía que de chico pensaba que la vida le tenía guardada una sorpresa, nadie se lo había dicho pero él estaba convencido de eso, y él mismo ha vivido --nos dijo-- como si su vida no fuera su verdadera vida, porque su verdadera vida vendría luego, y sería distinta, más divertida, pero eso lo pensaba desde niño, pero ha ido creciendo y creciendo y me he sentido muy pequeño, muy defraudado, todo es tan difícil, tan grande, tan lejos de mí, ahora me he convencido de que la vida no me tenía guardado nada, vida pendeja, y ahora estoy caminando a oscuras. Sus palabras.

¡Ay! Qué habrás estado esperando de la vida, Bruno. Antes Bruno vivía feliz y triste, triste y feliz, su vida de lo mismo: sus canciones de siempre, su madre, los programas de televisión de siempre, sus amigos de siempre, sus enamoradas --todas iguales-- de siempre, sus tormentos cotidianos de siempre, su maniática sensibilidad de siempre, todo mezclado en un torrente de emociones que lo demolían diariamente y lo hacían componer canciones bonitas; sí, bonitas, pero nunca totalmente desgarradoras, bonitas pero que nunca terminaban por decir lo que él realmente sentía, bonitas pero no realmente buenas; y Bruno descubrió eso también y se regañaba a sí mismo, y se deprimía, se ofuscaba y sufría una pequeña desesperación interna. Una pequeña desesperación interna que yo supongo es la misma que siente alguien que se da cuenta que su vida es una farsa. O la misma desesperación interna de alguien que pudo ver su futuro a través de una ventana y lo que vio fue un túnel muy oscuro y casi infinito. Cosas así sin exagerar.

La vida de Bruno empezó a cambiar. Primero, con ligereza, con repentinas y extrañas decisiones y cambios de humor, y luego con más fuerza e intensidad hasta llegar a convertirse en un verdadero delirio melancólico. Hasta llegar a convertirse en un sueño confuso o surrealista. O algo así, porque con Bruno la realidad simplemente dejaba de ser la realidad; como cohetes que llevan escritos las palabras “La Incertidumbre”. De plano, confieso que la idea me entusiasmó, a mí me parecía realmente divertido que un artista mediocre y sin confianza en sí mismo como él llegara a ensimismarse y a interrogarse tanto sobre su propia vida, que lo haya hecho desconectarse con la realidad. Porque yo conocía muy bien la vida de Bruno, de su timidez, de sus historias corrientes, de sus amoríos con discreta emoción, de sus sufrimientos adolescentes y anodinos, de las cuatro o cinco bandas, libros y películas que forman su reducida enciclopedia cultural, de su incapacidad de acercarse a los riesgos y tomar decisiones trascendentales, de almacenar en su mundito interior sólo programas de televisión de infancia, de su romanticismo empalagoso como el chocolate. En el fondo y en apariencia, Bruno era un niño. Uno lo miraba y era imposible resistirse a su encanto de chiquillo inquieto y dulce; hablabas con él y creías que hasta hace un rato había estado jugando en un jardín escolar. Había cumplido veinticinco años pero aún llevaba dentro de sí la inconsciencia y la espontaneidad de un niño; no he conocido a alguien tan espontáneo como Bruno, era impensable encontrar en él una premeditación, o una interrogación exagerada de las cosas. Bruno hablaba y se comportaba desde su “yo”, su único y valioso “yo”. Un niño Bruno condenado a ser atravesado por sus emociones, a dejar que la vida lo traspase sin pensar demasiado, sin profundizar mucho en nada, la contradicción de una lágrima en constante caída acompañada de una sonrisa eterna. Pero Bruno cambió y yo la verdad esas cosas no las entiendo. ¿Cómo es que un chico ordinario como Bruno pudo volverse líricamente loco? O hermosamente loco, o fascinantemente loco, o entrañablemente loco. Por lo general la gente no cambia así, drásticamente, y entonces a lo mucho Bruno se deprimía una o dos noches, pero hubiese regresado a su mediocridad cotidiana, porque así somos los chicos ordinarios, y porque Bruno, como cualquier otro chico ordinario, olvida inconscientemente las preocupaciones que pudieran estremecerlo, y eso porque carece de profundidad. Y así, sin dramatismos, se podía pasar la vida hasta morir en dulce ignorancia. Sin embargo Bruno se despertó un día y un cohete llamado “La Incertidumbre” se lo llevó de su mundo para depositarlo en el planeta de todos nosotros. Desde entonces Bruno preguntaba sobre la vida, la muerte y el sentido de las cosas y al principio uno lo escuchaba y se reía, porque nadie pensó que las cosas se irían tomando demasiado en serio. Por mi parte yo ya empezaba a observar la vida de Bruno con especial gozo --en realidad me moría de la risa--. Me convertí en seguidor silencioso de su progreso de artista confundido, afanoso en conocerse a sí mismo. La personalidad de Bruno se hacía –graciosamente-- más compleja y contradictoria. Dentro de él empezó a nacer –graciosamente-- su otro yo autodestructivo y malsano. Y Bruno se quedaba largos ratos en silencio, mirando el techo. El techo. Y Bruno caminando de aquí para allá buscando un pensamiento. Un pensamiento. Probó la marihuana, aunque fracasó en sus locas ganas de volverse un adicto porque le incomodaba sobremanera su efecto. Bruno sufriendo por el tiempo, a quién denominó su principal enemigo. Esta angustia por el tiempo perdido se desencadenaba de un momento a otro, cuando él advertía que lo que estaba haciendo no servía de nada para sí mismo, entonces, por ejemplo, en mitad de una película a la cual Bruno no le encontraba “esencia”, se paraba y se iba, ¿a dónde?, a estar conmigo mismo, nos decía. O de pronto, una mañana a Bruno lo veías corriendo, literalmente, diciendo que aquel “fantasma de vacío” lo perseguía y no había que dedicarle más tiempo, por eso corría porque tenía que coger un libro, o escuchar un disco.

Su primer trastorno fue la paranoia con su voz. Empezó a preocuparse por su voz, estaba convencido de que su voz no era la misma siempre, que cambiaba constantemente conforme a su estado de ánimo, o a lo que él llamaba su “fuerza interior”. Se convenció tanto a sí mismo de esa idea, que uno de verdad empezaba a notar las diferencias, entonces a veces se le notaba seguro, con buena pronunciación, hablando con énfasis cada palabra, y otras, se le notaba cansando, frágil, incluso hasta tartamudeaba. Era el reflejo de estados interiores, y por eso, lo que añoraba, era una voz suave y áspera, una voz suave que se dilatara con el viento.

Pasaba todo esto y a mí me parecía que todo lo que hacía Bruno lo apañaba de ternura e ingenuidad. Yo lo miraba, y lo convertí rápidamente en mi héroe personal, aquel personaje cotidiano y ordinario que hace todo lo posible por revelarse contra su destino de la eterna repetición de lo mismo. En el fondo, Bruno anhelaba apasionarse con algo, no sé si habrá llegado a esa conclusión, pero estoy seguro de que lo que Bruno buscaba era aquella pasión que le diera algo de sentido a su vida. Pero la pasión siempre le fue esquiva, desaparecía de su ser como arena entre las manos, llegaba a su vida como relámpagos fugaces, verdaderos y efímeros momentos donde realmente “sentía” la vida, aunque eso se desvanecía rápidamente y regresaba a su frivolidad diaria. De eso trata su locura, de aquel delirante deseo de agarrarse de aquello que lo hiciera sentirse vivo, era un náufrago que se hundía en el mar de la convencionalidad, y donde la única salvación era lo trascendente, lo inmortal y lo superior. Pero el camino a ello no era el conocimiento ni la intelectualidad, sino la pasión, es decir, la sangre en las venas, la presión en el estómago, la exaltación de los sentidos, la emoción pura, y en los últimos meses que lo vimos luchaba por alcanzarlo, o al menos jugaba a que luchaba.

En todo ese tiempo Bruno mantuvo una relación con Leila, su última novia, a quien amenazaba con dejarla mil veces, de las cuales cumplió tres, para luego regresar a los brazos de la pobre y confundida Leila, convencido de que no podía vivir sin ella, pero atormentándose porque en el fondo no la soportaba por ser tan convencional e incapaz de entenderlo. Pero Bruno la necesitaba, eso era evidente. Leila era la primera oyente de sus canciones, la única discípula de sus doctrinas, la cómplice infalible de sus proyectos. Leila estaba allí siempre porque lo amaba, porque le creía todo. Y si quiero ser tajante en este punto, diría que si alguna vez Bruno llegó a ser algo de lo que pensó para sí mismo pues lo fue para Leila. Y fue Leila la primera en convertir la desaparición de Bruno en un suceso místico, y por ratos, cuando se emocionaba, en profético. Porque Leila sentía que lo estaba perdiendo, que se le escapaba de sus brazos, que lo veía y era como si no estuviera, como un vacío, y Bruno con sus besos le estaba diciendo adiós. Cuando empecé a escribir esta historia indudablemente lo primero que hice fue buscar a Leila y hablar sobre Bruno. Leila fue la única testigo de los últimos días con nosotros. Me hice muy amigo de ella y pude sacarle detalles muy personales. Leila me cuenta por ejemplo que los últimos cinco días casi no salía de su cuarto para nada. Bruno aún vivía con sus padres y ellos se preocupaban por alimentarlo, aunque ya casi no tenían ninguna comunicación. Salvo Leila, quien se quedaba a dormir con él y hacían el amor de vez en cuando. Me contó incluso que en el acto sexual Bruno actuaba de manera rarísima; se colocaba encima, escondía la cabeza entre el cuello y el hombro de Leila y no decía nada y no emitía ningún ruido, solo escondía la cabeza y se movía por unos segundos hasta terminar. Las últimas veces habían sido así y para Leila se convirtió en un acto casi de gratitud. Ella entendía eso como que Bruno salía de su refugio en sí mismo para aplacar lo más rápido posible esa necesidad “desagradable”. Esa fue la palabra que utilizó Bruno para referirse al deseo sexual: desagradable. Y con esa palabra escuché --y también entendí-- otro de los grandes tormentos que soportaba Bruno casi en silencio: su incontenible apetito sexual. Yo no lo sabía, pero Bruno nunca había dejado de masturbarse. El sexo parecía envolverlo, sofocarlo, torturarlo tanto que lo odiaba. Era una adicción secreta que lo consumía todos los días, pues no podía dejar de pensar en sexo, y eso, decía él, era la más terrible de sus desgracias porque lo separaba de su esencia artística y espiritual, cosas de Bruno. Cuando me contó esto Leila yo me reí, pero ella me dijo no te rías. Para Bruno esto era muy serio. Un día Bruno estuvo pensando tanto en el asunto que soñó algo escalofriante. Soñó que unos hombres viejos vestidos de niños jugaban en un enorme jardín, y mientras jugaban se estaban masturbando. Es decir que mientras corrían y daban vueltas se estaban cogiendo el pene. Y no paraban de masturbarse hasta que se juntaron entre ellos y se tiraron al pasto para tener un orgasmo casi simultáneo, y todos a la vez entraron en un trance delirante de gritos y sonidos para luego descansar como niños con un dedo en la boca.

Hace varias semanas que estoy tratando de escribir esta historia. La corrijo y la reescribo constantemente. Tengo miedo de no expresar exactamente lo que pasó y sobretodo, no quiero reflejar dramatismos. Porque aquí todo tenía el aspecto de broma, un chiste corriente que deja de ser gracioso en el momento en que Bruno desaparece de verdad. Hasta antes de ese momento Bruno es cándido, travieso, frágil, pero nunca valiente, nunca capaz de cumplir lo que hizo luego. Y fue justamente ese sueño que me contó Leila lo que realmente me motivó a escribir. Me quedé muchos días pensando en aquel sueño y llegué a entenderlo como un simbolismo de su vida y me pareció un sueño fantástico. Entendí que Bruno era uno de aquellos viejos que corría por todo el enorme jardín sin parar de masturbarse, porque el estar en constante masturbación era su manera de “negar” la realidad, de no aceptarla, de satisfacerse consigo mismo y no necesitar de nada más que su cuerpo. Entonces Bruno prefiere masturbarse y seguir jugando en ese enorme jardín que era el mundo, para luego dormir con un dedo en la boca. Y así y así hasta hacerse viejo.
Estoy seguro de que Bruno se dio cuenta de eso y por eso tampoco dejó de pensar en aquel sueño, y su graciosa y exagerada desesperación por cambiar tuvo que ver con que quería dejar de ser ese viejo que no dejaba de masturbarse. Porque para mí su instinto sexual solo componía una parte de su compleja personalidad, y en realidad su masturbación era generalizada, es decir, vivía masturbándose con sus manías, con sus miedos, con sus complejos, con su ternura; gozaba con todo su ser y se acostumbró tanto a eso que no quería vivir en otro mundo que no sea con su propia satisfacción. Pero por alguna razón que no entiendo, Bruno quiere romper esa burbuja, ese mundito interior de autosatisfacción. Se sintió vacío, se sintió niño, se sintió inmaduro.

Una noche, meses antes de su desaparición, hablamos acerca de su futuro. Aquella vez Bruno había estado tocando sus canciones; estaba excesivamente inquieto, expresivo y de buen humor, hablaba y cantaba con graciosa vanidad, una vanidad repentina y exagerada, producto más de la exaltación y del vino que de su verdadera y frágil personalidad. Lo que pasa es que Bruno sabía que estábamos disfrutando de él, de sus manías al hablar, de sus canciones tiernas, de su voz, aquella original voz de tonalidades fuertes y ásperas que le dieron algo de estilo. Y en eso estábamos, escuchándolo cantar y hablar, hasta que, no sé por qué ni de dónde salió, decidimos increparle sobre su futuro como músico. Lo que recuerdo es que la idea inicial no tenía otra pretensión más que la de alentarlo a que pensara un poco más en lo que puede hacer con su música, a manera de un regaño de amigos. Según nosotros, era una forma de darle a entender que nos parecía demasiado bueno como para que siguiera desperdiciando su tiempo, aunque no teníamos tampoco ni idea de qué es lo que se debe hacer para llegar a algo, así que, mientras la conversación avanzaba nuestra idea se convirtió en una serie de comentarios torpes e inútiles sobre lo que debía hacer Bruno con su vida. ¿Qué más podía hacer Bruno?, quizá ninguno de nosotros se había preguntado eso de verdad, después de todo tenía su banda, había grabado, como pudo, sus canciones en un disco que repartió a sus amigos, tocaba constantemente en conciertos locales y cada vez estaba componiendo mejores canciones en un proceso creativo que él encontraba necesario y motivador; pero ¿Bruno era lo suficientemente bueno como para llegar a algo más? Esa noche nos comportamos como unos tontos, y nos pasamos largo rato deliberando sobre el destino de nuestro amigo Bruno, quien minutos antes estaba jugando de lo lindo a ser un cantante especial, sensible y seguro de sí mismo, pero después de haber sido sermoneado por nosotros empezó a sufrir un entristecimiento envolvente que parecía devorarlo y que se reflejó claramente en su semblante pálido, en su mirada fija sobre la nada y en sus comentarios que se fueron reduciendo a monosílabos distraídos y lacónicos. A veces me inclino por pensar que esa noche empezó a cambiar algo dentro de Bruno.

En una de sus últimas noches con Leila le dijo mientras miraba las estrellas por la ventana: “yo creo que el último día de mi vida será como este, mirando las estrellas y sin haber entendido nada”.

Marzo del 2008

PRESENTACIÓN DE LIBRO

Una nueva narradora peruana se estrena este martes 1 de abril a las 7.30 pm en la Sala Lumieres de la Alianza Francesa de la Av. Arequipa 4595, Miraflores.

Andrea Urrutia presenta Exhala, su primer libro de cuentos editado por el sello "Casatomada".
Sus personajes aparecen para atraparnos y sumergirnos en sus contradicciones y alegrías, en sus sueños y delirios. Historias de descubrimientos y confrontaciones donde acaso la única salida sea la locura. Un libro intenso que da inicio a la carrera de esta joven escritora.

Los comentarios estarán a cargo de:

Alessandra Tenorio, Max Palacios y el editor Gabriel Rimachi Sialer.

Modera: Julio Heredia.

Están todos invitados. Vino de honor. Entrada libre.

27 March 2008

ENTREVISTA A PEDRO SALINAS


SOBRE RAJES DEL OFICIO

En la sección cultural de Perú 21, Gonzalo Pajares entrevista a Pedro Salinas con motivo de la aparición del segundo volumen del libro de entrevistas Rajes del oficio. Como se sabe, el libro reúne a los más destacados periodistas, intelectuales y escritores del medio en torno al desempeño de una de las profesiones más nobles y a la vez controversiales de nuestro tiempo: el periodismo. Los dejo con la entrevista:

Se ha guardado lo mejor para este segundo volumen: Vargas Llosa, Zileri, Bedoya, Rospigliosi, Gorriti.

(Duda). Esteee. (sigue dudando), no. Yo establecí un orden cronológico. Los entrevistados aparecen en el orden en que los entrevisté, con la excepción de Mario Vargas Llosa, a quien siempre quise como el postre del libro (risas).

¿No será que las 'estrellas', incluso las periodísticas, se hacen esperar?

Eso es verdad.

¿Los periodistas tenemos cierto afán de figuretismo?

Los periodistas tenemos una exposición pública inevitable. Claro, se 'esconde' más quien está en la prensa escrita y no tanto el que aparece en la radio o en la televisión.

¿Cuán tentados estamos a convertirnos en 'la noticia'?

Muchas veces, la noticia se confunde con el periodista que la presenta. Y sí, existen algunos periodistas a quienes les gusta el figuretismo y hacen un espectáculo de la denuncia que ventilan.Eso no lo voy a responder (carcajadas). Bueno, sí, más de uno.

¿Qué cualidades debe tener un buen periodista?

Curiosidad absoluta, ganas de conocer la verdad y afán por comunicar o hacer visibles las cosas que el poder desea ocultar.Se critica a la prensa peruana por mezclar información con opinión.

¿Usted ve en esto un defecto?

Buen punto. El periodismo anglosajón hace una división radical -y hasta física- entre sus secciones informativa (lenguaje aséptico) y de opinión (editoriales, columnas y demás). En Latinoamérica es distinto, hasta los titulares opinan. ¿Por cuál opto? Pienso en el caso Humala: ¿solo informo o señalo las carencias y los riegos que supondría su elección como presidente? En ese contexto, sin que me tiemble la mano, haría campaña contra Humala.

¿Tenemos una buena prensa escrita?

El problema de los diarios es su falta de recursos, de dinero. Eso explica que Perú.21 tenga 32 páginas y, La Primera, 24. Eso es nada. Sin embargo, a pesar de este grave problema, tenemos un buen nivel en los medios escritos serios. Repito, serios. Yo soy un gran consumidor de diarios. No veo televisión y la radio apenas la escucho.


Usted ha seleccionado a sus entrevistados por su 'buena pluma'. ¿Cree que esta atracción por los buenos textos se da en el lector común?

No lo sé. Espero que sí. Mi criterio de selección para elegir a los 20 entrevistados ha sido absolutamente subjetivo y caprichoso. Aunque me faltaron algunos como Rafo León, Ricardo Uceda, Mariana Sánchez-Aizcorbe.

Se ha vuelto adicto a los blogs. ¿Reemplazarán estos a los diarios?

Para mí, el papel es imbatible, los diarios permanecerán. Yo no veo a los blogs como una amenaza para la prensa escrita, ni ahora ni mañana. Sí es cierto que en los blogs, a veces, aparece información que no publican los diarios. Más que medios rivales, los veo como complementarios. Mi rutina diaria es leer los diarios y, luego, revisar los blogs, porque de la televisión abierta no hay nada que me atraiga. Incluso, reconociendo que cada medio tiene su atractivo -la televisión paga bien, la radio es inmediata y adrenalínica-, yo me siento mejor en la prensa escrita porque es más exigente y porque tu 'decencia' se plasma mejor en una columna o en una crónica.

26 March 2008

RESEÑA DE HERNÁN MIGOYA SOBRE "PARA TENERLOS BAJO LLAVE"


LA VIEJA CARNE

Por: Hernán Migoya

“No haga cosas malas, señor”
Para tenerlos bajo llave, de Carlos Carrillo

Me encuentro ante la tesitura de comentar un único libro desde dos perspectivas: una, desde la perspectiva literaria, la única que cuenta; dos, desde la perspectiva moral, criterio cuando menos irónico si tenemos en cuenta que el libro en cuestión supuestamente propone y abraza la inmoralidad absoluta. Se trata de “Para tenerlos bajo llave”, un libro de cuentos de terror cuya descripción más afinada y agradecida la proporcionó una librera limeña al catalogarlo como “pornográfico, satánico y pedófilo”. ¿Cabe mejor elogio para un libro de este género?

1 – Perspectiva moral


Su autor, el perturbador en su apacibilidad Carlos Carrillo, también conocido como El Pitufo Sodomita, se quejó a finales del año pasado de que su libro, editado por el pequeño sello Bizarro Ediciones, había sido aceptado para a los pocos días ver rechazada su venta por parte de una librería de Lima, bajo las arriba mencionadas acusaciones. La encargada de la librería (librería bautizada por cierto con el nombre de un prostíbulo de ficción, el que titula mi novela favorita de Vargas Llosa), adujo básicamente que en su establecimiento ella tenía derecho a vender lo que quisiera: y -se sobreentiende- que encontraba el contenido del libro excesivamente repugnante para venderlo allí.

Lejos de mi ánimo está el de entrometerme donde no me llaman, pero no me ha dejado de sorprender la rapidez con que, en la escena literaria “local”, se formaron dos bandos humanos antagónicos: uno, el ofendido, el indignado, el humillado, presto a defender la libertad de venta y difusión de “Para tenerlos bajo llave” y a sacarle el partido promocional que requiriera o no el caso; dos, el de los que se declararon a favor del derecho de la librera a vender o no lo que le viniese en gana y, al mismo tiempo, negaron que tal actitud revistiera ningún asomo de censura.

Nada me obliga a pronunciarme respecto de este asunto, excepto cierto sentido de la responsabilidad proveniente exclusivamente de mi propio pasado literario. En cualquier caso, y sin sacar un hecho anecdótico de madre (pero ya fue sacado hace tiempo por mucha otra gente, a la que en el fondo le beneficia sacarlo, a favor o en contra) creo que una librería no tiene derecho a rechazar la venta de un libro aduciendo esas razones ni ningunas otras; a no ser que dicha librería en concreto esté especializada en el ‘criterio’ mediante el cual ha marginado un libro como el que nos ocupa.

¿Desde cuándo el gusto –o peor: el disgusto- personal del librero rige el contenido de una librería? Desde luego, es la primera noticia que tengo al respecto. Como libre consumidor, cuando acudo a un establecimiento espero encontrar lo mejor de la materia que ese establecimiento venda; así como si voy a un videoclub, mi intención es descubrir un catálogo lo más completo posible de las películas que se producen hoy día y, a ser posible, también de las antológicas: a no ser que vaya prevenido porque el videoclub se publicita especializado tan sólo en películas clásicas, o películas deportivas, o películas pornográficas; pero si entro en ese videoclub y pregunto por una comedia de adolescentes descerebrados (uno de mis géneros favoritos) y el propietario me contesta que no vende ni alquila comedias de adolescentes descerebrados porque no le gustan, evidentemente, como posible cliente, me cabreo y me parece injusto: sobre todo por no haberme advertido antes, desde la misma entrada. Yo entro a una tienda con mi criterio como rasero para juzgar qué quiero o no quiero adquirir, y si necesito del criterio del dependiente, le consulto; pero lo que no estoy dispuesto a aceptar, lo que no debería jamás admitir, es que el dependiente me diga qué puedo o no comprar. A no ser, repito, que el dependiente anuncie su establecimiento como “Videoclub sin sección de comedias de adolescentes descerebrados”. Entonces me parecería más razonable, porque no existe fraude de expectativas por medio; y puedo decidir si entro o no, con conocimiento de causa (en este caso, obviamente, jamás entraría a un videoclub así).

Por la misma razón (aplicaré otro ejemplo ilustrativo, dado que en Perú no existen los videoclubs… al menos los legales), no me parece de recibo que una librera declare que ella vende los libros que le da la gana: entonces, insisto, que lo incluya como característica definitoria en el perfil de su establecimiento. Mientras no informe públicamente de que en su Librería no se vende material pornográfico, satánico y pedófilo, no me parece (salvo que se pruebe judicialmente que el material prohibido es pedófilo, que yo sepa la única cualidad etiquetada de ilegal en estos y aquellos pagos) que tenga derecho a rechazar la venta de un producto cuando días antes había aceptado venderlo. Además, si yo entro a una librería como la que viene al caso buscando un libro como el de Carlos Carrillo y me marcho sin encontrarlo –y sin saber que no lo he encontrado porque en la entrada de la librería no se explicita: “Librería especializada en libros no pornográficos, ni satánicos ni pederastas”-, me voy a cabrear mucho si luego me entero del doble rasero injustificado que imparte el/la profesional responsable de la tienda y del que no me ha informado previamente: me voy a sentir estafado como cliente, y con motivo.

Otra cuestión, naturalmente, sería si al autor y al editor les ha venido o no de perlas este asuntillo, más que de censura de discriminación injustificada (estamos hablando de literatura, no de textos educativos), para desproporcionarlo y convertirse en Víctimas por un Día del corrillo mediático vecinal. En todo caso, dos aspectos sorprenden: la rabia indisimulada que siempre produce en los colegas de profesión el que un autor se publicite gracias a un suceso que él no ha propiciado; el hecho de que casi nadie resalte la injusticia de dicho suceso como primer y único aspecto éticamente determinante del tema. Que el autor saque o no provecho promocional a costa de una desgracia propia causada por manos ajenas, debería ser una cuestión baladí.

Al menos, mientras no se plantee el muchísimo mayor provecho promocional, casi nunca cuestionado por la prensa, que acaparan ciertas figuras culturales (?) y multimillonarias con sus donaciones benéficas, sus nombramientos como embajadores de Naciones Unidas y sus fotos con negritos necesitados del Tercer Mundo.

Eso sí que es provecho promocional a costa de la desgracia… ajena.

2- Perspectiva literaria

Esa rabia aludida por mí poco antes, esa especie de envidia malsana que siempre despierta en el gremio literario y periodístico el destaque de un autor por motivos de marginación o censura probadas, suele provocar también un desmesurado y cruento ataque masivo contra las calidades literarias del propio autor: el mismo texto que en muchas ocasiones se ganaría el beneplácito de los cuatro modestos columnistas que se dignan reseñar libros de ámbito minoritario, se merece de repente el descuartizamiento más despiadado por parte de muchos más columnistas que jamás habían dicho ni pío al respecto. ¿Qué ha hecho ese mismo texto para merecer tales diferentes reacciones, separadas quizá tan sólo por un día de noticias? Probablemente, cometer el “pecado” de destacar por razones extra literarias. O, simplemente, ponerse de moda. Ser el centro de la atención. Pues bien: si tanta inquina provoca el pecado del éxito, los detentadores de tal animadversión deberían hacer lo mismo que yo hago desde que soy periodista profesional cuando no quiero otorgar publicidad gratuita a una obra o autor que detesto: no hablo ni escribo públicamente sobre ellos. Y santas pascuas.

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VARGAS LLOSA Y BORGES


SOBRE UNA VISITA A LA ARGENTINA

Durante su reciente visita a la Argentina, el escritor peruano Mario Vargas Llosa ha sido distinguido en Buenos Aires como "visitante ilustrre" en la biblioteca Miguel Cané, donde Jorge Luis Borges trabajó durante cerca de diez años. En la sección cultural de La República se puede leer lo siguiente:

Las agencias de cable reportan que el escritor peruano Mario Vargas Llosa recibió ayer el título de "visitante ilustre" de Buenos Aires. La distinción al autor de La guerra del fin del mundo se realizó en la porteña biblioteca Miguel Cané en el barrio porteño de Boedo. Esta biblioteca es propiamente una suerte de altar en la historia de la literatura latinoamericana contemporánea, pues allí, durante nueve años, trabajó nada menos que Jorge Luis Borges.

La agencia EFE refiere que durante la ceremonia de distinción, Mario Vargas Llosa recordó al célebre autor de Ficciones a quien conoció personalmente en París durante una entrevista. El escritor peruano, comenta EFE, quiso visitar la pequeña oficina en la que Jorge Luis Borges trabajó como empleado auxiliar de biblioteca entre 1937 y 1946.

"Borges enriqueció a Buenos Aires y no me equivoco al decir que creó un Buenos Aires paralelo que buscan los lectores extranjeros cuando llegan para visitarla. En este lugar, él pasó nueve años fantaseando, leyendo, escribiendo, y esto me emociona mucho", destacó Vargas Llosa durante la entrevista con la agencia española .

El autor de obras como La casa verde y La tía Julia y el escribidor, dijo sentir una "particular gratitud" por Buenos Aires, donde afirmó ser "muy bien recibido".

Por su parte, el ministro de Cultura del Gobierno Autónomo (alcaldía) de Buenos Aires, Hernán Lombardi, señaló que la ciudad quería "agasajar de manera sencilla" al escritor peruano, ya que los "porteños" sienten por él "gran admiración y respeto" y es una visita que les "honra".
Vargas Llosa, según la agencia bonaerense ADN agradeció: "Quiero destacar especialmente el simbolismo de que se realice en esta biblioteca Miguel Cané, que fue prestigiada por los nueve años que pasó aquí Borges, a quien descubrí muy joven. Es un escritor que está arraigado a la cultura contemporánea y representa un caso extraordinario, ya que su obra trasciende las fronteras. Sin lugar a dudas, es un maestro de generaciones de escritores", dijo Vargas Llosa al recibir el galardón.
(Foto:EFE)

25 March 2008

LA RICA CHICHA II


ENTREVISTA A RAÚL R. ROMERO

En la sección cultural de Perú 21, Gonzalo Pajares entrevista al musicólogo Raúl R. Romero, con ocasión de la aparición del libro Andinos y tropicales: La cumbia peruana en la ciudad global. En la misma, el autor reflexiona sobre el auge de la cumbia peruana y las diversas manifestaciones que ésta adopta; además, habla sobre el cambio de mentalidad en algunos sectores sociales con respecto a esta música que, en un primer momento, fue propia de los migrantes andinos y que, después, fue invadiendo los diferentes estratos de la sociedad.

¿Qué representa el auge de la cumbia peruana?

La irrupción de la llamada cumbia andina en el gusto popular pone de manifiesto estilos culturales distintos a las preferencias culturales oficiales. Los cambios sociales producidos en nuestro país, sobre todo desde los años 50, han favorecido la irrupción de la música popular -uno de cuyos géneros es la cumbia- que, poco a poco, ha ido ganando espacio a través de fenómenos que tienen que ver mucho con la migración y que ha hecho del Perú un país con sectores emergentes muy importantes -no solo demográficamente-, que hacen valer sus derechos culturales de una forma tan importante y notoria como hacen valer sus derechos como consumidores y como ciudadanos.

Que un joven pueda escuchar Leusemia y, luego, bailar salsa en su casa y, más tarde, ir a un concierto del Grupo 5, ¿qué nos indica?

Yo creo que siempre ha sido así. El consumo de la música siempre ha sido diversificado. En todo el mundo, no solo en el Perú, hay una voluntad por conocer otras culturas y otros estilos de vida. Me viene a la mente, por ejemplo, el auge de la world music: los consumidores del Primer Mundo quieren conocer otros géneros porque así se vinculan con otras culturas. Lo que sucede hoy -más gente oyendo géneros que antes eran mal vistos- viene desde finales de los 90 con la irrupción de la tecnocumbia, que abrió el mercado hacia otros sectores sociales. La música de Rossy War la bailaba gente de todos los sectores sociales, así como ocurre hoy con el Grupo 5. Hemos olvidado esto. Lo que impulsó la tecnocumbia fue que tenía menos contenido de huaino andino y una mayor participación de mujeres y de bailes con coreografía. Esto hizo que otros ámbitos de nuestra sociedad -aquellos que todavía tienen grandes prejuicios contra nuestra herencia andina- pudieran sentir a esta música 'desandinizada', 'digerible'. Ahora, habría que ver si esto se hace por curiosidad o significa una apertura y una mayor tolerancia cultural. Creo que, para esto, todavía falta.

Los Destellos, Los Mirlos y otros tocan con jóvenes rockeros en Barranco. ¿No cree que esto refleja un cambio en nuestra sociedad?

Hay una búsqueda de nuevas identidades a través de la música. Eso es positivo porque significa que se quiere incluir a la mayor parte de expresiones musicales y culturales y englobarlas en una sola, en una combinación que represente a los peruanos. Esta búsqueda es muy compleja, difícil y está en pleno proceso. Obedece a la voluntad de tratar de conciliar nuestra manera cosmopolita de ver las cosas y, al mismo tiempo, el deseo de conservar nuestras herencias más antiguas para poder insertarnos en el mundo moderno y seguir siendo peruanos.

Entonces, a pesar de todo, los prejuicios se mantienen.

A pesar de la celebración y de la algarabía que hay alrededor de la chicha, de la cumbia y del huaino, todavía existe un sector de gente en el Perú que ve con mucho prejuicio estas expresiones y no las valora en su real dimensión. Creo que la música popular en el Perú -andina, criolla, tropical-, en sus manifestaciones más recientes y contemporáneas, representa una riqueza que todavía está esperando ser puesta en valor, que está esperando ganarse el respeto del Perú oficial, porque este no es un proceso terminado. pero ya está en camino.

PROTESTA CONTRA BEIJING 2008


LOS DDHH Y LA SITUACIÓN DEL TIBET


El día de ayer, en la Antigua Olimpia, se encendió la llama olímpica para anunciar los Juegos Olimpicos de Pekín 2008 y el mundo de prepara para celebrar, presenciar y observar a través de los medios las diferentes manifestaciones deportivas que estos juegos implican; sin embargo, algo de lo cual casi nadi se atreve a hablar ni denunciar es la situación de abuso y atropello contra los Derechos Humanos que el gobierno chino ha emprendido desde hace décadas contra sus ciudadanos y ahora contra los monjes del Tibet.

Por otro lado, el día de hoy, Luis Jaime Cisnero H., en Peru 21, escribe un interesante artículo sobre la situación china y nos entrega un enlace para solidarizarnos con la protesta del Tibet en contra de la represión del gobierno chino:

http://www.avaaz.org/en/tibet_end_the_violence/

24 March 2008

TALLER DE NARRATIVA


Taller de Escritura Creativa – abril 2008
Editorial Casatomada


El mes de abril, mes de las letras, editorial Casatomada abre su taller de escritura creativa dirigido a todas aquellas personas que deseen desarrollar su talento narrativo en el género del cuento y el relato breve. El objetivo es intensificar la imaginación en el planteamiento de historias a través de técnicas de desarrollo creativo y el análisis de cuentos clásicos. Cada tallerista participará en el análisis crítico de sus propios textos creativos.


Dirige: Gabriel Rimachi Sialer, director de la editorial Casatomada y autor de los libros “Despertares Nocturnos”(Lima, 2000); “Canto en el Infierno” (Lima, 2001); “El Cazador de Dinosaurios” (Lima, 2003); “El color del Camaleón” (Lima, 2006), “Nacimos para perder / antología del cuento peruano contemporáneo” (Lima, 2007).

Lugar: Av. 28 de julio 228 – Dpto. 31 /Jesús María
Costo: S/100 mensuales.

Incluye materiales y certificación.
Duración: 2 meses (creación & técnicas).
Inicio: Sábado 5 de abril de 4 – 6 p.m.

Informes e Inscripciones: 425–0444
ecasatomada@gmail.com


VARGAS LLOSA SOBRE CÉLINE


SEMBLANZA SOBRE UN MALDITO

El día de ayer, en la sección principal de El Comercio, Mario Vargas Llosa publica una semblanza sobre uno de los íconos del malditismo del siglo XX francés, Louis-Ferdinand Céline, uno de los grandes precursores en el análisis de la condición posmoderna y uno de los primeros en desahuevar el cultísimo lenguaje francés. Los dejo con dos fragmentos:

Curioso por el entusiasmo que despertó en Onetti, sobre el que escribo un ensayo, la primera novela de Céline, he vuelto a leer --¡después de casi medio siglo!-- al último escritor "maldito" que produjo Francia. Como escribió panfletos antisemitas y fue simpatizante de Hitler, muchos se resisten a reconocer el talento de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961). Pero lo tuvo, y escribió dos obras maestras, "Viaje al final de la noche" (1932) y "Muerte a crédito" (1936) que significaron una verdadera revolución en la narrativa de su tiempo. Luego de estas dos novelas su obra posterior se desmoronó y nunca más despegó de esa pequeñez y mediocridad en que viven, medio asfixiados y al borde de la apoplejía histérica, todos sus personajes.

En aquellas dos primeras novelas lo que destaca es la ferocidad de una postura --la del verboso narrador-- que arremete contra todo y contra todos, cubriendo de vituperios y exabruptos a instituciones, personas, creencias, ideas, hasta esbozar una imagen de la sociedad y de la vida como un verdadero infierno de malvados, imbéciles, locos y oportunistas, en el que solo triunfan los peores canallas y donde todo está corrompido o por corromper. El mundo de estas dos novelas, narradas ambas en primera persona por un Ferdinand que parece ser el mismo (en "Muerte a crédito" cuenta su niñez y adolescencia hasta que se enrola en el Ejército y, en "El viaje al final de la noche", su experiencia de soldado en la Primera Guerra Mundial, sus aventuras en el África y en Estados Unidos y su madurez de médico en los suburbios de París), sería intolerable por su pesimismo y negrura, si no fuera por la fuerza cautivadora de un lenguaje virulento, pirotécnico y sabroso que recrea maravillosamente el argot popular y finge con éxito la oralidad, y por el humor truculento e incandescente que, de tanto en tanto, transforma la narración en pequeños aquelarres apocalípticos. Estas dos novelas de Céline, más que para ser leídas, parecen escritas para ser oídas, para entrar por los oídos de un lector al que los dichos, exclamaciones, improperios y metáforas del 'titi' parisien de los suburbios le sugieren todo el tiempo un gran espectáculo sonoro y visual a la par que literario. Qué oído fantástico tuvo Céline para detectar esa poesía secreta que escondía la jerga barriobajera enterrada bajo su soez vulgaridad y sacarla a la luz hecha literatura.

19 March 2008

KSA TOMADA (NUEVO ESPACIO PARA LA CULTURA)

No sé si esta noticia le agrade a mi buen amigo Gabriel Rimachi (porque han tomado el nombre homónimo de su editorial, aunque con otro logo), el día de ayer se inauguró un nuevo espacio para la literatura y la cultura en general en San Isidro. Se trata del proyecto Ksa Tomada, una librería que acoge a los lectores en una casona saisidrina "ocupada" para tal efecto: convertirse en un ambiente acogedor para los visitantes, mientras van escogiendo algun libro de interés.

El próximo martes 25 de marzo, alas 8 p.m., se anuncia la presentación de una novela de Giovanna Pollarolo: Dos veces por semana.

ENTREVISTA A HERNÁN MIGOYA


SOBRE PUTAS, VÍRGENES Y SEXO

Hoy día, en la sección de Sexo de Perú 21, aparace una entrevista de Esther Vargas al escritor español Hernán Migoya. En ella, con su habitual desenfado, el narrador español se refiere a su versión que tiene sobre las putas, el sexo y las mujeres vírgenes. Una entrevista para no perdérsela:

¿Por qué algunas mujeres nos sentimos tan mal cuando nos dicen putas?

-El temor viene asociado al hecho de que se tiene miedo a denigrar con la palabra. Hay mujeres que se definen como putas. Y eso desconcierta, pero se permite. Los hombres tenemos miedo de decirlo para no afectarlas. Todo proviene del prejuicio. Yo lo utilizo de una manera más general. Para mí, ser una puta en una mujer significa casi la esencia de la manipulación, de la seducción femenina. Es algo muy bonito. La manera clásica de seducir de la mujer, más en diagonal que frontal, es muy bonita. Los hombres somos muy frontales en nuestra conducta. A mí me enamora esa manera sinuosa de la feminidad. De lanzar las redes, seducir y conquistar.

El sexo es mejor cuando la chica de uno es bien puta en la cama. Esta frase se murmura. O se piensa, pero jamás se dice. ¿Por qué?

-Los hombres nos sentimos más complacidos definitivamente. Los hombres somos muy hipócritas. Nos encanta que las mujeres sean putas cuando están solteras. Cuando están casadas nos jode más. A nivel erótico, al hombre le excita mucho el comportamiento un poco guarro, como decimos nosotros.

El sexo lo mueve todo.

-El sexo es la fuerza más perturbadora del orden social. El sexo no es voluntario. La necesidad de sexo es involuntaria, inherente al ser humano. No es como el ser contestatario contra el poder o terrorista. Uno decide ser terrorista. Pero con el sexo es diferente. Está en todo el mundo. Es una enfermedad. Invade al ser humano sin que el ser humano lo haya decidido. No se puede controlar o no todos pueden, afortunadamente. Todas las sociedades, incluso las desarrolladas, intentan reprimir el sexo.

La gente se cuida mucho al hablar del sexo. Intenta siempre quedar bien, y lo más decente.

-A hombres y mujeres les pasa eso. Los hombres tienen miedo a declararse promiscuos, cuando la mayoría lo es. No hay nada más fácil que ser excitado por una mujer. Los hombres tenemos sexo sin necesidad de una excusa amorosa. La mujer lo tiene peor. Le da miedo ser malinterpretada o ser calificada de puta o ninfómana. A mí me da mucha lástima esa autorrepresión; no hay nada peor que sentirse señalada como promiscua.

El pasado sexual es una cruz. Mi pareja me dijo hace poco que si hubiera conocido mi currículo sexual jamás habría estado conmigo. Yo le digo que eso es experiencia, pero si pudiera me lo borraría. ¿Por qué tanto rollo con lo que uno hizo en otro tiempo?

-Yo creo lo mismo que tú. Es experiencia. Cuanto más pasado, mejor. Ser virgen no es un atractivo adicional. Tengo amigos que lo piensan, que están convencidos de que es un añadido de virtud. Yo considero todo lo contrario. Jamás me ha interesado irme a la cama con una mujer virgen. ¡Jamás! Es una pérdida de tiempo, que me disculpen. Ellas no lo van a disfrutar y menos yo. A las vírgenes con las que me topé yo solía decirles: disfrutá de la vida, tiraos a un par de hombres, al menos, y luego volvé a mí, si querés. Pero vení con un poco de experiencia. Yo no quiero ser vuestro mentor, no quiero responsabilizarme. No me apetece. Yo quiero una mujer experimentada, que disfrute al cien por ciento. No quiero estar pendiente de esa primera vez. Es estúpido. En todas las sociedades, desarrolladas o no, funciona esa mentalidad. Aparte de una cuestión de higiene y salud, no sé qué implicancia tiene el asunto.

Algunas intentan ser vírgenes como sea. Está el punto de oro o la cara de santita. Hay mujeres que evitan moverse en la cama para que no se les note que sí saben.

-Pasa bastante, pero se nota cuando una pareja de cama ha estado con muchos o con pocos. No se mueve de la misma manera. Cuando una mujer sabe hacer el amor, es impresionante. Me ha pasado: he estado con chicas que no me atraían mucho y, de pronto, hacen tan bien el sexo que no me lo podía creer. En cambio, hay chicas preciosas que saben poco o lo hacen mal y se convierten en un mero objeto masturbatorio.

Y cómo fue tu primera vez?

-Recién acababa de cumplir 18 y era virgen, lo cual era terrible. En un viaje a París me enredé con una negrita de 16 años. Nos comunicamos por señales, por la mirada. Me llevó a un subterráneo, yo tenía el corazón a mil. Creo que casi nunca el mejor sexo es con la primera persona. Hay excepciones. Pero siempre está la responsabilidad de quedar bien, lo cual no te permite disfrutar. Lo mío fue romántico y bonito. La chica tenía experiencia y me llevó directamente a desvirgarme.

El eterno debate: ¿Qué es mejor: el sexo con amor o el sexo sin amor?

-Es diferente. Sexo con amor es hacer el amor. Es más íntimo. No estás tan pendiente del morbo. Te preocupa más el cariño, darte y dar. Es otro tipo de sexo. Es mucho más desnudo, en el sentido mental. No depende necesariamente del deseo sino de amor. El sexo sin amor es impresionantemente bueno, porque no solo estás haciendo algo por puro ocio, sino que el hecho de no conocer a la persona le da demasiado morbo. Hay un redescubrimiento constante.

18 March 2008

ALONSO CUETO EN ALEMÁN


Y SOBRE LA DUDOSA MORAL APRISTA

Leo el día de hoy en Perú 21 la feliz noticia de que el narrador peruano Alonso Cueto ha sido traducido al alemán con la novela El susurro de la mujer ballena. Sin embargo, ayer me olvidé de consignar la reflexión que hace Alonso sobre las prácticas políticas peruanas en el contexto del desafuero de una congesista aprista y el escándalo producido por el gobernador de Nueva York. El artículo dice lo siguiente:

La semana que pasó, con una diferencia de horas y de muchos kilómetros, ocurrieron dos hechos opuestos. El gobernador de Nueva York se presentó en público para pedir perdón ("No he estado a la altura de mi puesto", fue una de sus frases), y la congresista peruana Tula Benites votó a su favor (y en secreto) en nuestro Congreso.

Spitzer, el gobernador de Nueva York, reconoció sus culpas (entre las cuales, quizá, está la de usar fondos públicos para sus deleites privados) y se enfrentó a la prensa. Nuestra congresista huyó de toda declaración y quiso ayudarse en una votación secreta.

Los dos ejemplos pueden servir, me parece, para explicar por qué algunos países prosperan y otros no. La razón no es política o económica, sino cultural y social. Tiene que ver con una actitud ante el grupo y ante uno mismo. Mientras en otros países se ejerce una cultura de la transparencia y de la comunicación, nosotros vivimos en una cultura del ocultamiento y del caudillaje.

Mientras en otros lugares prima el interés colectivo sobre el personal, en nosotros sigue primando el interés partidario o grupal sobre el nacional. Pedir perdón, ofrecer disculpas, reconocer los errores, son percibidos en nuestra cultura del ocultamiento como una humillación flagrante.

Entre nosotros, donde prima la idea del "más fuerte" o del "más vivo", no se puede admitir que alguien diga la verdad, cuando ello supone reconocer una falta. El grupo o camarilla por encima del país es una constante en esta versión del mundo. Es por eso que somos una cultura que quiere tapar, ocultar, soslayar, esconder, no mostrar. Somos incapaces de exhibir nuestras heridas. No hemos formado una sociedad nacional. No tenemos una noción del bien común. En realidad, seguimos viviendo dispersos, atomizados, en un caudillaje moral, un síntoma de nuestra miseria social.

17 March 2008

PROYECTO QUIPU: PRIMER CUENTO GANADOR



SOBRE EL PROYECTO

Para la primera edición quincenal de esta nueva etapa de Quipu, se recibieron seis decenas de textos de jóvenes autores (no todos llegaron a ser revisados, muchos de ellos se juntarán con otros cincuenta textos llegados en los últimos quince días). Los jurados encargados de esta primera selección fueron Javier Gárvich y Ernesto Carlín, quienes eligieron de común acuerdo los dos cuentos enviados por Julio Meza, subrayando sobre todo uno de ellos, “El árbol”.0


SOBRE EL AUTOR

Julio Meza (Lima) tiene veintisiete años, es un abogado graduado en la PUCP que ahora se dispone a estudiar literatura en esa misma universidad. Ha publicado un libro de cuentos, Tres giros mortales, en la editorial Casatomada que dirige Gabriel Rimachi. Administra un blog de crítica de rock llamado Atrapa la Luz (www.atrapalaluz.blogspot.com).

No está de más decir que Julio Meza también apareció en la antología de literatura bizarra, Abofeteando a un cadáver (Bizarro ediciones, 2007) con el cuento Libertad violada.

EL ÁRBOL

Por: Julio Meza

Al este de un cielo de nubes blanquecinas, el sol se levantaba con su característico vigor matutino (parecía un hombre luminoso que se despereza exhibiendo una panza abultada) y, con su fuerza natural, lanzaba sus rayos amarillos que producían iridiscencias en las rocas de los cerros imponentes. Varios metros más abajo, en el pueblo, las tejas rojizas y las ventanas de las fachadas brillaban por el emerger de la mañana, y estos pequeños resplandores formaban raras constelaciones que podían verse desde las lejanías. En la plaza, la iglesia mayor proyectaba una sombra alargada, que aumentaba de tamaño hasta atravesar el asfalto, ingresar al jardín central y refrescar la banca de madera que acogía a un mendigo. A una cuadra, en la calle que conducía al río de aguas tranquilas, se encontraban las casas de las personas más pudientes, y, por ello mismo, el sector más cuidado y agradable de todo el valle. Una de esas construcciones, que se ubicaba en una esquina concurrida, era la del señor, un hombre de edad avanzada, pero con un cuerpo tan recio que daba la idea que los años, en vez de afectarle, le habían dado una fibra invencible. Frente a su puerta principal, por donde recibía las visitas de sus pares, se ubicaba el resultado de las décadas completas que había llevado en ese lugar: un árbol de raíces profundas, tronco grueso y firme, y ramas y hojas de una gran abundancia.

-¡Cuánto se demora este bruto! -dijo el señor, saliendo a la vereda para buscar al jardinero.

A una centena de metros, el jardinero venía caminando lentamente, como si reflexionara con paciencia antes de dar cada paso. Sobre su espalda encorvada, y en una bolsa de rafia, llevaba sus herramientas de trabajo, algunas ropas y un frasco con gasolina. “Pero qué rico”, pensó, luego de sentir el calor del ambiente en su cuerpo, y se puso a silbar. La melodía que brotaba de sus labios era en apariencia alegre, pero tenía una corriente subterránea que la tornaba melancólica y, en algunos momentos, hasta vertiginosamente triste. Por más que se esforzó (puso un dedo en su boca y junto los dientes), no logró evitar el aire oscuro de su música. “Parece que mi interior me manda un mala señal”, caviló, y, sin embargo, continuó soplando con ritmo.

Luego de pasar por una bocacalle, vio al señor, que exhibía un rostro de exasperación, y recién avanzó con rapidez, pues entendió que estaba llegando tarde. “Uy, el señor está amargo, creo”, pensó.

Ya delante de su patrón, bajó sus cosas y saludó con verdadero cariño: - Señorcito, buenos días. ¿Cómo se encuentra hoy?
-A ti que te importa cómo estoy -respondió el señor, agresivamente-. Debiste aparecer hace media hora.
-Sí, señorcito -dijo el jardinero, bajando la cabeza-. Pero no se moleste. Al fin y al cabo, he llegado ya, ¿no?… Dígame, ¿para qué soy bueno?
-Primero, la próxima preséntate más temprano -manifestó el señor-, porque de lo contrario no te daré ningún encargo -y, relajando su mal carácter, señaló el árbol-. Bueno, ¿ves a ese?
-Sí.
-Deseo que lo hagas caer.
-Pero… -dijo el jardinero, mirando el árbol por un momento- ese está sano y fuerte. ¿Por qué quiere que lo baje?
-¡A ti qué te interesan mis razones! -el señor volvió a encolerizarse-. ¡Sólo córtalo!
-Como desee, entonces -aceptó el mandado el jardinero -. Lo haré lo más pronto que pueda.
-Espera -agregó el señor, rascándose la cabeza-. Si te lo cuento, tal vez trabajes con más ganas.
-A ver, señorcito.
-Mira, sucede que mi mujer está muy enferma -se explicó el señor-. Ella cree que va a morirse. Pero considera que eso no sucederá hasta que cante un ave de mal agüero. Y en el único lugar en que se puede colocar dicho animal es en ese árbol. Por lo tanto, mientras no exista esa planta fregada, ningún pájaro se hará escuchar.
-Entiendo, señorcito -dijo el jardinero, respetuosamente.
-Bueno, ahora me voy -finalizó el señor-. Tú ya sabes cuál es tu trabajo.

Mientras se retiraba el señor, el jardinero se paró delante del árbol y lo observó con atención: bajo el sol intenso, tenía un aire majestuoso y superior, como de alguien importante. “Además”, pensó él, “parece de ánimo duro y voluntad terca, igual que un señorón de esos”. De inmediato, el jardinero se acobardó, y contrajo el cuerpo hasta juntar la quijada con el pecho. Su meditación le indicaba que debía mostrar respeto, pues no estaba tratando con un igual. Pero, luego de unos segundos, cuando se dio cuenta que estaba frente a un árbol, se irguió por completo, se colocó en posición de pelea, y dijo en tono desafiante: -No me vencerá ni con su porte de señor ni con nada… ¡Y, por último, no permitiré que le haga daño a la señora!

Desde la perspectiva del jardinero, el árbol pareció responder a sus palabras: se agitó ligeramente, como si se estuviera riendo ante su amenaza.


***

-Ha llegado su fin, señor árbol -se animó el jardinero, levantando la tijera de podar-. Ahora sabrá de mi oficio.

Con una minuciosidad de artista, y sobre su escalera de tablas, empezó cortando las ramas más pequeñas. Para alguien no avisado, daba la sensación de estar realizando una labor de peluquería, pero trasuntada a los oficios que requieren las plantas. Luego de varios minutos, cuando terminó con su tarea, y dejó al árbol sólo con su enramado grueso, tomó el machete y, con golpes secos, acabó por tirar abajo esos brazos marrones y tortuosos. Ya con la cara y el pecho manchados de tierra, descendió al suelo, y procedió a alistarse para el trabajo más arduo: quebrar el tronco. Empuñando el hacha con ambas manos, taló una y otra vez, deteniéndose a ratos para secarse la frente o beber agua de una botella de vidrio. Media hora después, cuando estuvo a punto de concluir (sólo faltaban tres o cuatro hachazos), cogió la soga y, con mucha precisión, la envolvió a un lado del tronco. A continuación, tiró con potencia, hasta que, tras el grito “¡cuidado abajo!”, el árbol cayó vencido, desplomándose en su integridad.

-Le dije que acabaría con usted -soltó el jardinero, dibujando una media sonrisa-. Ahora, pues, le verá el señor.

Mientras tanto, el sol seguía gobernando con ímpetu, lanzando sus rayos como si estuviera dando su bendición a todos los seres existentes. En respuesta, las flores abrían sus pétalos de colores, invitando a que cayera en su interior un poco de la energía dorada que se desperdigaba por el campo; y los animales, con una alegría que manifestaba éxtasis, jugaban desplazándose de un lugar a otro y produciendo una bulla disonante pero feliz. Más allá, sin embargo, un conjunto de nubes albas, que poco a poco se volvían de un gris espectral, acechaban como fantasmas, y expandían su sombra tensa por algunos bastos territorios. A su vez, el viento, al que parecía fastidiarle la claridad del día, exhalaba hacia el este, ora con suavidad, ora con una potencia desgarradora, y, lentamente, desplazaba a los copos blancos del cielo a su encuentro con el astro rey.

Avanzando sin apuro, el jardinero se acercó a la casa y tocó la puerta. De inmediato, el señor se asomó y preguntó qué deseaba.

-Ya he acabado, señorcito -dijo el jardinero, con tono alegre-. Puede decirle a su señora que esté tranquila. Nada le va a pasar.
-Oye, ¿pero tú estás bruto? -se molestó el señor y, estirando un dedo, indicó-. ¡El árbol sigue allí!
-¿Qué? -se impresionó el jardinero, volviéndose-. Pero si hace un rato…
-¡Cumple con tu tarea, so vago! -concluyó el señor, y lanzó la puerta.
Estupefacto, el jardinero le puso los ojos al árbol con una cólera ardiente: este se hallaba con su tronco intacto, sin ninguna rama quebrada y con su mechón de hojas llenas de una vida arrogante.
-No me la va a hacer -reventó el jardinero, colérico-. ¡A mí no me la va a hacer!

***

En las alturas, el viento, que había soplado con una fuerza liberada, empujó las nubes a lo largo de varios de kilómetros y, habiendo logrado su propósito inicial, oscureció el ambiente de tal forma que todo se tiñó de una coloración ceniza. Las nubes, con su naturaleza ahora abultada y negra, expedían relámpagos incesantes y provocaban la sensación que, de un momento a otro, iban a explotar definitivamente. El sol, del que ya sólo se podía observar cierto resplandor y algunas de sus lanzas brillantes, moría sin luchar y estático, como si le hubiera sido suficiente su breve reinado.

-Con que sí, ¿no? -dijo el jardinero, destilando amargura.

Con movimientos presurosos, se sacó la chompa y el polo, y se amarró una faja de cuero alrededor de la cintura. Sin esperar un instante, cogió su hacha y, furiosamente, golpeó el árbol en su base. Repitió este acto numerosas veces, sin descanso ni para tomar un suspiro, hasta que logró dejar al aire libre el centro mismo del tronco. “Tendrá que derrumbarse”, pensó el jardinero, dirigiéndose al árbol. “A las buenas o a las malas”. Prosiguió con rabia cada vez más intensa, como si, en un arranque de locura, estuviera asestándole cuchillazos homicidas a una víctima que estuviera a punto de fenecer. Luego de uno minutos, con su entorno lleno de astillas de madera, el árbol empezó a inclinarse hacia la izquierda. Dejando la cuerda que uso anteriormente a un lado, lanzó terribles puntapiés contra la corteza pelada, y, rechinando estremecedoramente, el árbol se derrumbó.

-¡Le dije que no podría conmigo! -se exaltó el jardinero-. ¡Se lo dije!


Para que no haya duda de su logro, siguió asestándole tajos al árbol caído. Con el rostro y la espalda húmedos de sudor caliente, le dio duro a las ramas, casi sin distinguir las que eran pequeñas de aquellas de mayor tamaño. En quince minutos, y exhibiendo unos dedos encallecidos, tuvo a sus pies un enorme montículo verde y castaño. A continuación, aprehendió otro instrumento (una sierra), y prosiguió con el tronco desnudo. Sin conmoverse por la savia que se derramaba a manera de sangre, hirió progresivamente el cuerpo tendido, hasta sacar la primera rodaja de madera. Tres cuartos de hora después, no existía tronco, sino una docena de trozos circulares. “Aquí no acaba la cosa”, le dijo al árbol, mentalmente, mientras jadeaba de cansancio. “Sólo ha comenzado lo bueno”. Con el hacha, y ya gastando las últimas energías que le restaban, destrozó las mencionadas piezas y, como si fuera a prender una fogata, acumuló leña en grandes cantidades.

-¿Quién es el señor, pues? -dijo el jardinero, completamente cansado, pero orgulloso-. ¡Ahora dime quién es el señor!
-A quién le hablas, loco de mierda -gritó el señor, desde el interior de su casa.
El jardinero se volteó y, dirigiéndose al señor con un tono triunfante, le anunció: -¡Ya terminé! ¡Venga usted a ver cómo quedó!
El señor abrió la puerta y quedó callado, como si estuviera pensando la manera más punzante de responder un insulto.
-¡Tarado! -soltó por fin, y agregó, con la mirada ardiente: -¡Pero si allí esta el árbol! ¡Acaso tratas de reírte de mí!
Estupefacto, el jardinero dirigió su cabeza hacia atrás y, con las articulaciones temblorosas, se encontró con el árbol íntegro, tan igual como lo había visto a su llegada.
-¡Carajo, termina de una buena vez o ya no querré más tus servicios! -indicó el señor, y se marchó golpeando la puerta.
El jardinero, jalándose de las crenchas, gritó: -¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No le dejaré vencer! ¡No!


***


Explotando por un frenesí agresivo que le enfermaba la cabeza, el jardinero no reflexionó un momento, sólo se dejó llevar por el mero arranque del impulso, y empezó a empapar el árbol con la gasolina que tenía en una botella. Mojó la parte más expuesta, desde las zonas visibles de las raíces, hasta el tronco que se perdía por las ramas entreveradas. Como su pulso era descontrolado (no aguantaba la irritación que le producía haber sido derrotado dos veces por el árbol), manchaba el suelo y sus propios pies calzados con sandalias. Finalmente, empapó un trapo y, llevado por un afán piromaniaco, lo encendió con fósforos y lo arrojó al árbol. Este ardió como una antorcha gigante y crepitó sin cesar, expulsando densas humaredas negras.

-¡Le derroté! -saltó de alegría el jardinero-. ¡Ahora sí le derroté! -y se puso a reír con carcajadas enajenadas-: ¡Ja, ja, ja! ¡Ju, ju, ju!

El sol había desaparecido por completo, sin dejar siquiera un modesto rastro de su presencia. Las nubes, que eran las nuevas gobernantes del cielo, lucían un negro intenso y, además de reventar en fragorosos espasmos de luz, echaban rayos como si fueran brujos vengativos. El viento, perdiendo toda coordinación, soplaba a mansalva, entreverándose en desorden y careciendo de un sentido claro. De un momento a otro, se escuchó un tronar más fuerte que todos lo anteriores, y, por un instante, se vivió una atmósfera paralizada, como si el tiempo se hubiera detenido en una fotografía.

Y, con violencia, llovió.

-¡No! -chilló el jardinero-. ¡No se liberará de esta!

Las llamas del árbol, que habían crecido considerablemente, empezaron a apagarse, y el humo brotó en espirales como una serpiente encantada de su canasta. El jardinero, sin esperar un segundo, y con movimientos torpes por la desesperación, echó más gasolina, y, por casualidad, se empapó el pecho y las piernas.

¡No le dejare ganar! ¡No! -aulló, y, sin ninguna razón, volvió a lanzar risotadas-: ¡Ja, ja, ja! ¡Ju, ju, ju!

En seguida, prendió fuego. El árbol se envolvió en llamas, pero no con el mismo brío de antes. Con lo ojos desorbitados, el jardinero se puso a silbar, como lo hizo al principio del día. Pero ahora, acompañado de su música, también bailó, dejando huellas largas sobre el barro. Su tonada era exaltada, y hacía referencia a un triunfo supremo y una alegría espiritual. Era una melodía propia de fiestas carnavalescas, pues estaba compuesta de partes jubilosas y de un ánimo lujurioso. Pero, en lo profundo, tenía un aire lúgubre, que indicaba la melancolía que produce la proximidad de la muerte. Sonaba como el anuncio festivo y resignado de alguien que, pese a sus esfuerzos sobrehumanos, fallecerá.

El jardinero bajó mecánicamente la cabeza y, sin sorprenderse, descubrió que tenía la bota de su pantalón encendida. Ya sin cordura, se bañó con lo que restaba de gasolina, mientras expedía a grandes aullidos:- ¡Ja, ja, ja! ¡Ju, ju, ju!

Y, con el cuerpo en fuego a lo bonzo, gritó-: ¡Así usted morirá! ¡Morirá!

Y corrió a abrazarse al tronco del árbol: fuego y fuego se unieron y, hasta consumirse, no se apagaron.


***


No pasó mucho (de dos a tres horas) para que las nubes se desgastaran en su trance líquido, pues, a medida que evacuaban agua, se consumían al igual que cuerpos afectados por la hambruna. En un momento dado, desaparecieron del horizonte, y se presentó, con un aura renovada, quien gobernaba en un principio: el sol. Este, despidiendo su luz brillante, impartió una vida nueva a la atmósfera, que se mostró caliente y acogedora como una madre. El viento, por su lado, se relajó por completo, y únicamente se hacía sentir a manera de una brisa fresca que relaja los rostros y mueve con sutileza las cosas dóciles.

El señor salió de su casa y se encontró con una escena pavorosa: desperdigadas por el piso, había un hacha, una sierra, una soga, un recipiente y una tijera de podar; más allá, un cuerpo calcinado, que sólo mostraba como piezas intactas sus dientes blancos, se exhibía con un gesto furioso y tenso; y, al lado, el árbol se levantaba íntegro y con la vida lozana del que ha renacido.

-Pero… -se dijo el señor, sorprendido-. ¿Pero qué ha pasado?
De pronto, un ave negra se posó sobre una de las ramas gruesas del árbol. El señor, que la había visto llegar, cogió algunas piedras e intentó espantarla.
-¡Fuera! -decía-. ¡Fuera, monstruo!
Sin hacerle caso al señor, el ave negra abrió el pico y, haciendo primero unos gorgoritos, cantó con una sencillez sublime. Luego, esquivando uno de los proyectiles que le lanzaron, se marchó.
-¡Maldita! -le gritó el señor, alzando los puños-. ¡Maldita ave de mal agüero!


***


En la noche, bajo una luna colmada de reflejos, la esposa del señor murió luego de un vómito de sangre.

SOBRE LOS LECTORES


UNA BREVE REFLEXIÓN

Este fin de semana he estado pensado sobre un tema que me ha venido dando vueltas en la cabeza durante buen tiempo. ¿Cuánta preocupación muestran los nuevos escritores o escritores jóvenes con respecto a sus futuros lectores? ¿Existe, en verdad, una inquietud por parte de las nuevas promociones literarias en relación con los gustos, preferencias y afanes de sus lectores virtuales?, ¿o es acaso la literatura una vitrina para mostrar la erudición, la vanidad y la egolatría de los jóvenes autores en detrimento del verdadero talento literario?

Y la pregunta no es moco de pavo. Me explico: hace algunos años participé en un conversatorio de narradores jóvenes y, dentro de la conversa, uno de los participantes (el más cachorro de todos) planteó como tema de discusión el de la piratería. Le recordé que si bien es cierto la piratería afecta a las editoriales y a los grandes autores, a los narradores jóvenes este tema los tenía sin cuidado, dado que a ninguno de los presentes los habían pirateado e iba a pasar muchos años para que eso sucediera (en caso de que suceda). El muchacho se exaltó y argumentó que teníamos que prever esos casos por el bien de todos.

Sin ir tan lejos, el pobre chico ya se sentía un latinoamerican writer y una próxima víctima de la informalidad limeña, y con toda la seguridad del caso puedo afirmar que este escritor joven ansiaba con todas las fuerzas que le otorgaban sus veintitantos años “fichar” por una gran editorial para publicar sus joyas literarias (que hasta ahora siguen esperando “sentados” sus lectores).

En ese mismo conversatorio, solté la idea de que muchos escritores jóvenes escribían sus textos “mirándose el ombligo” y que “estafaban” a sus lectores al generar una expectativa de buena lectura con historias que no decían nada ni contaban nada. Después de afirmar lo anterior, todo se levantaron de sus asientos para decir: “Y si mi ombligo es bonito, ¿por qué no puedo escribir sobre mi ombligo?”. Ante esta respuesta, no me quedó nada más que retirarme de la conversa no sin antes mandar a la mierda a los participantes. Cuando me invitaron para el segundo conversatorio, opté por decir que esa tarde me la pasaría rascándome la barriga mientras leían algo de Salinger.

Casos cómo el narrado hacen que uno se pregunte si existe algún respeto o consideración hacia los lectores y, si no lo existe, qué podrían reclamar las nuevas generaciones de escritores ante la falta de interés de los futuros lectores.


Felizmente este no es el caso del renovado Proyecto Quipu, donde a través de un Comité de Evaluación, se dará a conocer a los nuevos escritores peruanos todas las semanas en algunos blog literarios de nuestra blogósfera. Arriba encontrarán el primer cuento ganador de este proyecto.

LA RICA CHICHA


LA MÚSICA DE LOS MIGRANTES EN EL DOMINICAL

El día de ayer, en el suplemento El Dominical del diario El Comercio apareció un interesante artículo de Francisco Melgar sobre la música de unos de los grupos más representativos de la música chica del Perú, Los Shapis. La banda, liderada por Chapulin, el dulce, y Jaime Moreyra, prepara una gira por Estados Unidos, y además, en los próximos días, se presentará en un canal de señal abierta una mini-serie sobre la carrera musical del grupo y el impacto que causó en la grandes masas de migrantes provincianos. Los dejo con las partes más importantes del artículo, sobre todo con las declaraciones de Jaime Moreyra, que bien podrían superar el análisis de cualquier sociólogo:


UN NOMBRE DISTINTO

Una de las primeras cosas en que Moreyra y 'Chapulín' estuvieron de acuerdo fue el nombre de la banda. Para diferenciarse de los grupos asentados en Lima, cuyos nombres se inspiraban en fenómenos naturales, piedras preciosas o animales exóticos, el proyecto nacido en Chupaca tenía que hacer referencia a la provincia donde se había originado. La inspiración llegó gracias a una danza ancestral que los habitantes de la zona han preservado por cientos de años: los Shapis, o la danza guerrera de los huanca Chupacos. "La palabra 'shapis' quiere decir 'Hombre guerrero elegantemente vestido'", anota 'Chapulín'. "Desde el nombre nosotros queríamos diferenciarnos de todo lo que había existido antes y darle un sentido diferente al grupo". Otro ingrediente distintivo de la banda, el vestuario, no tendría su origen en las raíces serranas del grupo, sino más bien en los diseños modernos que se exhibáin en los mercados de la capital y que Moreyra al salir de la universidad. "Empezamos con chalecos, como era costumbre en la época, pero después nos pusimos blue jeans, y más adelante unos polos ceñidos que vimos en Lima, que tenían los colores del arco iris", recuerda Moreyra. "Con ese vestuario tocamos en el festival de la cumbia peruana, en el año 83", añade Chapulín. "Nuestra intención era lucir modernos". Esta mezcla de lo andino y lo urbano, que la música de la banda refleja en las melodías serranas y ahuainadas, amplificadas a través de modernos instrumentos eléctricos, fue el factor determinante para que los Shapis calasen hondo en el sentir de los migrantes serranos que llegaban a tarbajar a la capital.

(...)

UNA NUEVA IDENTIDAD

Para Moreyra, la gran diferencia de los Shapis con los grupos que los precedieron tiene que ver con la identidad que la banda pretendía transmitir y contagiar a su público. "Muchos grupos de la llamada 'cumbia peruana', venían de provincia, pero querían romper el nexo con su lugar de origen. Los shapis, en cambio, proclamaban a los cuatro vientos el lugar del que venían, Chupaca, Juliaca, Ayacucho. Por eso, el migrante andino instalado en la capital nos escuchaba y se daba cuenta de que teníamos éxito sin necesidad de ocultar nuestro lugar origen. Por eso, para mí, el aporte más grande de los Shapis es haber invitado al migrante a proclamar con orgullo su identidad y tener fuerza para instalarse en Lima y salir adelante. Ahora puedes ver los resultados. Lima está llena de los colores y los sabores de esa sensibilidad.Te imaginarás el orgullo que sentimos de haber ayudado al proceso de integración que actualmente vive nuestro país"."Los shapis somos la representación del pueblo migrante que toma la capital, de la gente triunfadora", añade Chapulín. "Hay que dejar en claro que ser chichero no es sinónimo de delincuente o de vago, sino más bien de todo lo contrario, ser chichero es sinónimo de triunfador, de luchador y de emprendedor. Ese es el verdadero chichero". Al ver a Chapulín y a Moreyra preparar con alegría sus instrumentos para partir a Estados Unidos, donde probablemtne serán ovacionados no solo por peruanos, sino por gente de distintas razas y nacionalidades, no nos queda duda de que la tarea emprendida hace más de 27 años sigue adelante. Que siga la música.

14 March 2008

BOLAÑO SALVAJE


NUEVO LIBRO SOBRE ESCRITOR CHILENO

Leo una buena noticia en el blog Puente Aéreo. Su administrador, Gustavo Faverón, junto con Edmundo Paz-Soldán han preparado un libro que reúne ensayos y testimonios sobre el desaparecido y entrañable escritor chileno: Bolaño salvaje. En el post de anuncio, se puede leer lo siguiente:

Finalmente. Creo que han sido dos años los que hemos pasado Edmundo Paz Soldán y yo en las idas y venidas de la edición del libro Bolaño salvaje, que por fin aparece dentro de unos pocos días en España, bajo el sello más que auspicioso de la casa editorial Candaya.

(Edmundo estará allá en las presentaciones; a mí me hubiera gustado, pero debo salir hacia California, para mi trabajo en Stanford, dentro de cuatro días).

El libro reúne veinticinco textos de diverso tipo sobre Roberto Bolaño. Más o menos la mitad de ellos son ensayos no académicos, escritos, en su inmensa mayoría, especialmente para este volumen por autores como Juan Villoro, Enrique Vila-Matas, Alan Pauls, Rodrigo Fresán, Jorge Volpi, Carmen Boullosa e Ignacio Echevarría, entre otros.

Entre los ensayos académicos, el libro incluye textos del traductor de Bolaño al inglés, Chris Andrews; de una de las mayores especialistas en su obra, Celina Manzoni; de Peter Elmore, María Luisa Fisher, Valería de los Ríos, Matías Ayala y Jeremías Gamboa, entre muchos otros.

Por supuesto, también hay un ensayo mío y uno introductorio de Edmundo. Y cierra el libro una entrevista previamente inédita al escritor chileno, a cargo de Sonia Hernández y Marta Puig.El bonus track no es un simple bonus track, sino todo un DVD, que contiene un documental producido especialmente para ser coeditado con Bolaño salvaje: se llama Bolaño cercano --que fue el título que Enrique Vila-Matas nos sugirió inicialmente para el libro en sí. (La historia de los nombres del libro, las sugerencias sobre él y las discrepancias sobre sus posibles interpretaciones dan para un ensayo aparte).

RECITAL POÉTICO (LIBRERÍA COMMENTARIOS Y ANTARES)


Recitales poéticos de Prima Fermata Literaria
Presentan:
Víctor Ruiz (Lustra Editores)
Harold Alva (Editorial Zignos)
Participan:

Gimena María Vartu (UNMSM)
Luis Reyme (UNFV)
Alberto Gonzales Alcántara (UNMSM)
John López (UNSAM)
Edgar Gamboa Huerto (UNMSM)
Gabriela Ibáñez (PUCP)
Christian Elguera (UNMSM)
Doris Calderón (UNMSM)
Javier Sánchez (UNFV)

Sedes:

Viernes 14 de marzo
Libreria Commentarios
Jr. Ica 144, Centro Histórico
19:00 horas

Jueves 10 de abril
Centro Cultural Antares
Av. Paseo de la República 5864, Miraflores
19:00 horas

CONVERSATORIO CON GUILLERMO THORNDIKE


"Pocas veces tenemos la oportunidad de conversar con un periodista y escritor de la talla de Guillermo Thorndike. Más de medio siglo de experiencias y trajines estarán a tiro de piedra en una tertulia en la que participarán además, Martín Carranza (editor del diario La Primera), y Gabriel Rimachi Sialer, escritor y director de Editorial Casatomada. Una reunión alejada de los acartonamientos escolásticos y que promete seducir a más de uno. Dezapress los espera".

13 March 2008

CONCURSO DE CUENTOS 2008 PALABRAS (EDITORIAL MESA REDONDA)


"Concurso de cuentos 2008 palabras"

Editora Mesa Redonda, Starbucks Coffee y Zeta Bookstore convoca al público en general a participar en el concurso 2008 palabras, de temática libre. Premios de $1000 al primer lugar, $500 al segundo, y $200 al tercero.


El 2008 también empieza con una gran historia

Editora Mesa Redonda, Starbucks Coffee y Zeta Bookstore, en su segundo año de manera consecutiva, lanza la convocatoria del concurso 2008 palabras, para seguir incentivando la creación literaria en el país.

Este concurso tiene como objetivo mostrar la variedad de escritores que están emergiendo en el país, además de ser la manera más didáctica de promover la lectura en los jóvenes.

También tiene como objetivo atraer la mayor cantidad de participantes, es así que se ha determinado que el primer puesto consta de un premio US$ 1 000.00, un segundo puesto de US$ 500.00 y, para el tercero, US$ 200.00, además de vales de compra en la cadena de librerías Zeta Bookstore y canastas con productos del Starbucks Coffee.

El plazo de entrega para participar en el concurso vence el 28 de marzo del 2008, y los cuentos podrán ser entregados en cualquiera de los locales de Starbucks Coffee, y en los diversos locales de Zeta Bookstore. El veredicto del jurado calificador se dará a conocer el 30 de abril de 2008.
Las bases del concurso estarán a disposición del público en general en las siguientes direcciones:

www.2008palabras.blogspot.com
www.starbucks.com.pe
www.zetabook.com.pe

Además podrá recogerse material informativo en cada uno de los locales de las empresas patrocinadoras.

Editora Mesa Redonda
T: (511) 255 7150 / 274 2276