Leo en la sección cultural de La República un artículo que reseña la estadía de Gabriel García Márquez en Barcelona. La nota dice lo siguiente:
Gabriel García Márquez escribió El otoño del patriarca en Barcelona, la ciudad en que vivió entre 1967 y 1975 y en donde saboreó las mieles de la gloria de Cien años de soledad en compañía de una generación única de escritores como Vargas Llosa, Donoso, Cortázar, Bryce o Carlos Fuentes. Los días de vino y rosas de la "gauche divine", la época de esplendor para la explosión del "boom" de la literatura latinoamericana.Los protagonistas de esta era, cuarenta años después, relacionan tanta fecundidad literaria y vital con dos editores catalanes que transfiguraron el "realismo mágico" en papel de imprenta: Carlos Barral, fundador de Seix Barral, y Carmen Balcells, la "Mamá Grande" de Gabo y agente literaria que apostó por él cuando Macondo todavía no era una máquina de producir dinero.
El "boom" es el resultado de "la especial atención que dedicó la editorial Seix Barral a los escritores latinoamericanos. Fue Carlos Barral el verdadero editor de las dos orillas. Y muchos de estos escritores encontraron en Barcelona el lugar amigo desde el cual su fama y su talento irradiaban al resto de la península y del mundo".Así lo explica Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional de España, que recuerda la época.En el ocaso del franquismo, el ambiente liberal de Barcelona, el fervor por las letras hispanas de personas como Barral atrajeron a escritores que huían de las jerarquías militares que sojuzgaban el continente."Para los que vivimos de la literatura y la disfrutamos, Barcelona fue en aquel momento un lugar privilegiado que, además, coincidió con el despertar de un nuevo coraje para desterrar los usos mojigatos y dictatoriales con los que se nos había educado", dice Regás, de 73 años."Era una bella ciudad, viva, divertida, culta y abierta. En Barcelona –añade– no solo se encontraban los escritores, sino los arquitectos, los diseñadores, los editores. Los fotógrafos de la época y la ciudadanía participaba en gran parte en sus debates y en sus conversaciones".García Márquez llegó a la Ciudad Condal en 1967, desde México, donde había escrito Cien años de soledad, y se quedó hasta 1975, coincidiendo con la muerte de Franco.
Gabo conoció desde joven una Barcelona imaginaria a través de los recuerdos de su maestro, Don Ramón Vinyes, uno de esos personajes mágicos y al mismo tiempo reales que enriquecen su obra: este "sabio catalán", librero y dramaturgo emigrado a Colombia a principios de siglo, dirigió los primeros pasos literarios de Gabo en Barranquilla y le hizo añorar una ciudad que el escritor tardaría años en descubrir.
"Barcelona era la puerta a Europa", decía García Márquez en una entrevista a La Vanguardia el año pasado, donde evocaba sus visitas a Perpiñán a ver El último tango en París o los primeros dineros que hizo gracias al éxito de Cien años de soledad.
"En los años que viví en Barcelona pasé de no tener para comer –antes, en París, había llegado a pedir limosna en el metro– a poder comprarme casas", dijo el novelista, quien, de hecho, todavía tiene casa en esta ciudad.
"No había en la ciudad –dice Regás– citas previas para cenas, por ejemplo, sino que se improvisaban a partir de presentaciones de libros, de inauguraciones de exposiciones de pinturas o fotografías, de conciertos. Las casas estaban también abiertas. Se podía ir a casa de Gabo y encontrarlo vestido con su mono, dispuesto a conversar. O pasarse por el Bocaccio por la noche y sumarse a una mesa donde se discutía el último proyecto de un arquitecto americano o italiano que acababa de aterrizar"."
Ir al restaurante La Mariona y encontrar a Barral que comía con (los editores) Einaudi o Rowohlt y compartir su asado. Así era Barcelona", concluye Rosa Regás.