CUETO Y LA LECTURA
El día de hoy, en su habitual columna de Perú 21, Alonso Cueto escribe sus impresiones sobre la lectura en España y las relaciona con el caso peruano. La nota dice lo siguiente:
Entro al metro de Madrid y me encuentro con un espectáculo al que no estoy acostumbrado. Hay dos personas jóvenes sentadas en sus asientos, leyendo. Cerca de mí, hay otro señor que se sostiene con una mano en la baranda de metal. Con la otra sostiene un libro. Más allá hay dos mujeres sentadas. También están con libros, concentradas en su lectura, ajenas a lo que las rodea. Me parece raro ver a gente leyendo en un lugar público. Lo digo porque en Lima, ciudad en la que vivo, no veo a nadie leyendo libros en los paraderos, raramente en los microbuses o en los taxis, nunca o casi nunca en las salas de espera de los médicos, menos aún en las (a veces largas) colas de los bancos. Cuando leo en Lima en un sitio público, me siento un ser extraño, aislado, observado por todos. Siempre me ha parecido, sin embargo, que alguien haciendo cola sin leer está despilfarrando el tiempo, y desperdiciando su vida. Aquí, en cambio, la gente lee y lo hace en medio de la muchedumbre.
El metro se pone en marcha. El tirón apenas altera a los que leen aunque los demás sí sentimos el golpe. Como tengo curiosidad por los libros, vengan de donde vengan, trato de acercarme a ver lo que están leyendo algunos de los que me acompañan. Uno lee a Deepak Chopra, cuyas líneas subraya de un modo frenético. Otra lee a Rosa Montero.
Otra lee al reciente ganador del Premio Planeta, Alvaro Pombo. Uno de los lectores se baja del vagón antes de que pueda ver el nombre de su autor. Deepak Chopra me parece un bodrio dulzón mientras que Rosa Montero y Alvaro Pombo me parecen interesantes o buenos o hasta muy buenos. Pero en este momento, no importan las discriminaciones. Me parece mil veces preferible que alguien lea a Deepak Chopra (o a Dan Brown, para el caso), a que no lea nada. España produce algo más de setenta y cinco mil títulos nuevos al año (en el Perú producimos algo menos de dos mil). Hay cientos de escritores de todas las edades. Hay premios, incentivos, instituciones culturales y suplementos literarios en todos los diarios importantes. Hay editoriales sólidas y solventes que con frecuencia consideran criterios de calidad. ¿Es esto un lujo? Pues me parece que es más bien la causa de que este sea un país próspero, con una población capaz de pensar, de tener una actitud crítica y una visión del mundo. Los que leen son gente de todas las profesiones. Han visto leer a sus padres o a sus amigos y han descubierto el placer inmenso de la lectura.
Pienso en un lugar común al que nadie hace caso. La única inversión importante para un país es la inversión educativa. El vagón se detiene. Un lector se baja y otros dos se suben. Son lectores españoles. Ellos, o su gobierno, o su sistema educativo, han hecho algo que los peruanos nunca hicimos ni creo que hagamos en un futuro cercano. Están leyendo. Y pensando. Les va a ir mejor que a nosotros. Pero son el fruto de un trabajo de muchos años. ¿Es tan difícil?