Por Rafo Valdizán
Pil Chalar en la voz; Tucán Barauskas en guitarras; Niño Khayatte en el bajo; Sergio Vall en la batería. Hace años que Stuka no está en los planes, pues vive en Estados Unidos, lejos de la batahola sudamericana, del rock de la calle y del polvo tercermundista.
En cambio, el buen Pil se ha tomado el trabajo de rearmar el bloque, vestir a su comando de guerreros y enfilarlos hacia los campos de batalla: Los Violadores han cumplido un cuarto de siglo, tiempo que coincide con el lanzamiento de su más reciente álbum: "Bajo un sol feliz" (EMI).
Play. Surge de pronto el áspero rugido del punk en su concepción más pura, como en los buenos tiempos, antes de las suculentas dosis de edulcorante que, por querer seguir los pasos de Green Day o Blink-182, muchas bandas inocularon en sus recetas. Felizmente, Los Violadores no han caído en la tentación: lo suyo sigue siendo el punk de la calle. El golpe a la mandíbula. La patada, el ajuste de cuentas, el llamado a las mentes cerradas a que se abran un tanto.
Temas poderosos como "Mentiras", "Nelson Chess", "Noche de rave" o "Fuegos de artificio" se abren paso como codazos de actitud desafiante y se instalan en la psique como en las trincheras de una guerra contra la imbecilidad en la que ha caído buena parte del rock y pop actuales.
Los Violadores y una fe indomable en la recuperación de una música que se extraña en tiempos de fórmulas frías, plásticas, congeladas en una suerte de involución estética. Uno escucha una pista como "Una marcha más" y puede dar las gracias por la honestidad vertida entre ráfagas de guitarras endurecidas y al compás de una acelerada autopista en movimiento imparable.
Las letras de las canciones no dejan de poner el dedo en las llagas (a pesar de que el título del disco bien podría sugerir un giro optimista). Temas sociales y políticos (el álgido tópico cubano develado en "Un espía en La Habana", una voz de protesta contra los insaciables afanes imperialistas de Estados Unidos en "Mentiras" y el dedo acusador sobre la corrupción en "Oficial u opositor") ocupan el testamento lírico del trabajo. En "Una historia, dos ciudades", Pil hace una oda a las dos capitales sudamericanas entre las que reparte su vida: Buenos Aires y Lima.
En suma, un regreso vivificante, tonificado y aleccionador. Póngale play y súbale el volumen.
Bajo un sol feliz
Autor: Los Violadores / Sello EMI / Temas doce y un bonus track
(Tomado de El Comercio)