04 November 2006


TANTAS VECES REYNOSO

Cuando colgué un post que reseñaba la intervención de Oswaldo Reynoso en la presentación de Toda la sangre, la antología de Gustavo Faverón sobre los años de violencia, muchos amigos me dijeron que había traicionado al maestro para venderme a la "mafia" criolla. La verdad, estos comentarios no me interesaron lo más mínimo porque no vivo de la gente, pero, en realidad me incomodo el hecho de que esa misma gente me indisponga con el maestro. Todas saben de mi profunda amistad y admiración por Oswaldo, él ha sido un guía en mis primeros años de narrador y como un homenaje a su amistad preparé mi tesis de maestría sobre su obra. Nadie puede dudar sobre la admiración que siento por la vida y obra de Oswaldo. Sin embargo, eso no me obliga a callarme cuando sus declaraciones están lejos de mi pensamiento y mi posición con respecto a los años de violencia.

Sé que algunos, por respeto y sobonería, aceptan sin chistar las opiniones de Reynoso sobre la década de violencia terrorista, pero creo que es necesario marcar distancias con respecto a los términos de "guerra popular" que hace sobre el fanatismos senderista. Y así lo hace hoy día Iván Thays en su blog y también Gustavo Faveron. Lo que señala Iván es lo siguiente:

"Conozco a Oswaldo Reynoso desde hace 18 años aproximadamente, y guardo un profundo respeto por su obra y por su amistad. He sostenido con él varias conversaciones en las que se muestra generosos e interesado por la obra de autores menores (en general a los que considera "novísimos"); sin embargo, cuando le toca participar en una mesa redonda -sea ésta en el extranjero o en el país- el amable Reynoso se trastoca en un personaje irritante, demagógico y exaltado, incapaz de establecer un diálogo, interesado solo en cautivar a su audiencia con una serie de "verdades" que no son sino una lista de simplificaciones: la maldad de las editoriales transnacionales que imponen literatura light por razones comerciales; la mediocridad de los escritores llamados "criollos" o "cosmopolitas", sobre todo de los que ganan premios en España, mientras él confiesa escribir solo para el Perú; las mafias de la crítica literaria que silencian su obra pese a que en los pueblos jóvenes las bibliotecas llevan su nombre; y la defensa a ultranza de la piratería de libros (o de la auto-piratería en todo caso).A todos estos exabruptos, ha añadido esta última semana -a raíz, al parecer, de la publicación de Toda la sangre, la antología de Gustavo Faverón sobre los cuentos de los años de violencia- uno nuevo: llamar "guerra popular" a la matanza ocasionada por el terrorismo y los malos militares en el Perú de hace un par de décadas. Como lo reseñó Max Palacios, dijo eso en la presentación de la antología a la que fue invitada como expositor; luego, como para que no queden dudas, lo repitió en el avión que lo condujo a Santiago de Chile (así me lo cuenta su compañera de viaje); siguió diciéndolo en el bus que nos conducía a la FILSA y lo confirmó, finalmente, en la mesa redonda en uno de los salones de la estación Mapocho. Y ante mi pública incomodidad por esa frase inaceptable, decidió repetir diez veces (contabilizadas por mí en mi moleskine) la frase "guerra popular" en su siguiente respuesta, lo que ocasionó la ira de José Miguel Oviedo y el desconcierto de los demás asistentes. La justificación que dio Oswaldo para esa calificación es la siguiente: fue una"guerra popular" porque en ésta murió sobre todo gente del pueblo. Y si bien acepta el término "matanza", argumenta que en toda guerra hay matanzas. ¿Realmente es tan inocente Oswaldo para creer que los demás somos ingenuos y aceptaremos ese juego de palabras con el que pretende justificar el uso de un término muy concreto, cuyas resonancias políticas las conocemos todos (en especial cuando es utilizado por un hombre que conoce bien la doctrina maoísta y de larga estadía en China como él), para referirse al terrorismo? Pues ¿qué implica aceptar que el terrorismo fue una "guerra popular"? Por lo pronto, que Abimael Guzmán y los demás detenidos son presos políticos o, peor aún, rehenes de un ejército victorioso y, por tanto, candidatos a la anmistía. ¿Eso son, Oswaldo?Acerca de la antología Toda la sangre afirmó algo que traslució el principal reparo que tiene contra ella: que aparezcan escritores limeños o, mejor dicho, aquellos que no consideran al terrorismo como una "guerra popular". En tal sentido, primero declaró que la antología le parece errada porque no coloca las fuentes y tampoco las fechas en que aparecen publicados por primera vez los cuentos recogidos (no puedo comprobar si aquello es cierto eso, debido a que aún no cuento con un ejemplar, pero seguro Gustavo comentará al respecto). Y en segundo lugar, declaró enfáticamente que solo existen tres tipos de escritores que tratan el tema del terrorismo: aquellos que vivieron una "juventud dorada" y no sufrieron los estragos y tienen una visión light del asunto; los presos que no pueden hacer públicos sus escritos por su condición de reclusión; y aquellos que no pueden mostrar libremente sus textos porque aún existe en el Perú una ley contra la apología del senderismo, por lo que los escriben clandestinamente. Ante tan estrecho panorama, solo queda preguntarnos: ¿en cuál de los tres grupos se ubica Oswaldo?"

A ello, se agrega lo dicho por Gustavo Faverón:

"Oswaldo Reynoso insiste en referirse a los años de la violencia política peruana de las décadas del ochenta y el noventa como una "guerra popular", repitiendo un término propio del uso de Sendero Luminoso. ¿Su justificación? Que se trató de una guerra en la que murió sobre todo gente del pueblo.¿Será necesario explicarle a Reynoso que, con ese criterio, deberíamos llamar "guerra popular" a casi cualquier guerra en la historia de la humanidad, y del mismo modo a cualquier genocidio? ¿Por qué insiste Reynoso en recurrir al léxico de Sendero Luminoso? Si su definición de "guerra popular" no es la misma del senderismo, ¿por qué no busca, simplemente, un término distinto y se ahorra el problema, y le ahorra a los demás la confusión? ¿Cuál es el interés de Reynoso por dinfundir y normalizar los significantes del discurso de Sendero Luminoso, si no quiere dinfundir y normalizar sus significados? ¿Qué tal si alguien decidiera llamar al genocidio judío de los años cuarenta "solución final" y defendiera esa propuesta diciendo, diccionario en mano, que se trató de una solución porque fue el desenlace de un proceso y que, por lo tanto, implicó un final?Si esa persona, a renglón seguido, dijera que ella no defiende el nazismo, ¿a alguien le cabría la menor duda de que el suyo es más que un ambiguo coqueteo fascista? Iván Thays ha formulado ayer una pregunta para Reynoso; una pregunta cuya respuesta vale la pena esperar. Copio el párrafo a continuación: "[Reynoso] declaró enfáticamente que solo existen tres tipos de escritores que tratan el tema del terrorismo: aquellos que vivieron una "juventud dorada" y no sufrieron los estragos y tienen una visión light del asunto; los presos que no pueden hacer públicos sus escritos por su condición de reclusión; y aquellos que no pueden mostrar libremente sus textos porque aún existe en el Perú una ley contra la apología del senderismo, por lo que los escriben clandestinamente. Ante tan estrecho panorama, solo queda preguntarnos: ¿en cuál de los tres grupos se ubica Oswaldo?". La pregunta de Iván es interesante porque hace evidente la naturaleza de ese devaneo inconducente de Reynoso: si en el Perú no hubiera una ley contra la apología del senderismo, parece decir Reynoso, él (que no está preso ni vivió una juventud dorada) podría publicar sus escritos clandestinos... ¿Lo dice o no lo dice? Ese es, precisamente, el juego: no decirlo pero dejarlo claro. Y si alguien termina la frase que él abandona a medias, ese alguien será inmediatamente considerado un macartista. La pregunta de Iván también es interesante porque revela otra cosa: en la lógica de Reynoso sólo existen dos tipos de intelectuales peruanos: los niños bien y los (pro)senderistas, que o están presos o están obligados a hablar en voz baja. Como retrato de la intelectualidad peruana, es el más primario, mentiroso y demagógico que quepa imaginar. Responde a una lógica que, triste es decirlo, es milimétricamente idéntica a la lógica de todos los fundamentalismos, donde sólo existen uno y el enemigo. ¿Estoy acusando a Reynoso de prosenderismo? No, claro que no; no hay ningún motivo para acusarlo ni de eso ni de nada similar. De hecho, acusarlo de algo así sería caer en su trampa: la trampa del "marginal" que anda de feria en feria, de país en país, de invitación en invitación, de revista en revista, de canal en canal, diciendo que es un olvidado y un segregado: la trampa de quien quiere ser visto como el centro del canon y como su subversor, todo a la vez. Tampoco tendría sentido alguno acusar a Reynoso de apología del senderismo (un delito que sería bueno eliminar de nuestro sistema legal): Reynoso es apenas tartamudamente radical. Pero sí hay motivos para acusarlo de reduccionista, intolerante y, sobre todo, irresponsable.Lo que está haciendo Reynoso es populismo intelectual: está recurriendo a un léxico, tratando de legitimar un léxico, que nada tiene que ver con su ejecutoria, asumiendo el aire de un perseguido cuando nadie va tras sus pasos, confundiendo las causas del pueblo con las causas de Sendero Luminoso, pero no porque haya detrás de ese movimiento un programa: lo que hay es un afán de autoglorificación que los demás no tenemos por qué sufragar.La respuesta, por supuesto, no es pedirle que se calle (como parece exigir él de todos quienes no piensan como él). La respuesta es señalarle sus errores".

En verdad, por respeto a la memoria de las 70 mil víctimas de la violencia, urge una reflexión sobre tan desafortunadas declaraciones que solo invitan a la confusión y el desconcierto entre los lectores que Reynoso ha sabido ganarse a los largo de toda su vida.