El día de ayer viernes participe, junto con Pedro José Llosa, Gabriel Ruiz-Ortega y Leonardo Aguirre, en un conversatorio de narrativa peruana última. Todos coincidimos en que dentro de la narrativa del 90, los nombres que han quedado son Mario Bellatín, Iván Thays, Oscar malca y Jaime Bayly. Por otro lado, entre las caracteríticas que se señalaron sobre la narrativa peruana última coincidimos en señalar que había una proliferación de nuevas propuestas literarias, muy variadas y heterogéneas, que ofrecen al lector un abanico de escritores para todos los gustos y colores. Pedro LLosa y Leonardo Aguirre incidieron sobre el cuidado del lenguaje que los nuevos escritores observaban en sus composiciones, y ademas saludaron la aparición de las nuevas editoriales que promocionaban a los jóvenes narradores.
Sin embargo, el destape de la noche, vino de la mano del narrador Gabriel Ruiz-Ortega al revelar en pleno claustro universitario -estábamos en la Facultad de Letras de San Marcos- que en esa facultad había un profesor que fungía de crítico y que amparado en el anonimato escribía unas reseñas en el portal de Terra, bajo el nombre de la Vaca Profana. Cuando los estudiantes sanmarquinos que escuchaban el conversatorio le solicitaron a gritos el nombre del profesor crítico que se ocultaba bajo los mugidos de la vaca, Gabriel se negó; pero ante la inistencia del público, terminó por denunciar que bajo el anónimo de la VACA PROFANA se ocultaba el crítico Marcel Velásquez.
La verdad, todos nosotros nos quedamos estupefactos ante tal anuncio y le solicitamos pruebas contundentes a Gabriel para demostrar lo que estaba afirmando. Lo único que pudo decir Grabriel fue que el estilo y el lenguaje de la Vaca Profana es el mismo que el del crítico, incluso hasta en sus "muletillas académicas"; y que, además, un ex-amigo suyo, cercano a la famosa Vaca, le había hecho la confiencia de que, efectivamente, el nombre que se ocultaba bajo ese anónimo era tal. Entre tantos rumores del mundillo literario limeño solo queda ajustarnos los cinturones y hacer nuestro aquel viejo refrán ¿arabe?: "El hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice".