28 November 2006


ENTREVISTAS A JULIO RAMON RIBEYRO

Leo en el blog de Jorge Coaguila seis entrevistas al recordado Julio Ramón. Las seis entrevistas fueron realizadas en años diferentes y contienen interesantes confesiones del autor de Solo para fumadores.

En la ultima entrevista podemos leer lo siguiente:

Flaco, parco, solitario, Ribeyro pasa una breve temporada en su departamento de Barranco. El célebre autor de La palabra del mudo, que se describe «envejecido y enfermo, aburrido y cansado» (texto 163 de Prosas apátridas), prepara una selección y traducción de cuatro cuentos de Guy de Maupassant. Además de un prólogo, todo en ocasión al primer centenario de la muerte de este narrador francés.Sobre su escritorio, entre una copa de vino tinto y un cenicero del tamaño de un plato de sopa, una docena de libros de y sobre Maupassant descansan luego de la jornada. Lamento interrumpirlo en su labor, pero generosamente dice que no, que desearía conversar. Tal vez, como el protagonista de Dichos de Luder, en estas visitas Ribeyro aproveche «salir de su aislamiento y asomarse, aunque fuese por momentos, a una realidad que le era cada vez más extraña y, en muchos aspectos, insoportable».

—Hablemos sobre el estilo, que —como dice Marcel Proust— «no es una cuestión de técnica sino de visión». Usted escribe en el texto 182 de Prosas apátridas: «El artista de genio no cambia la realidad, lo que cambia es nuestra mirada». Tal afirmación me motiva a preguntarle cuál es su aporte al tratar los grandes temas como el amor, el éxito, la belleza, la muerte, la historia, la literatura. ¿Usted podría precisar en qué consiste su estilo?

—Es una pregunta muy complicada. (Breve silencio). En primer término, creo que los críticos deben partir de sus propias deducciones, más que de las opiniones de los autores. En segundo lugar, muchas veces los autores se equivocan frente a aquello que ellos mismos hacen. En este sentido, mucho más cerca de la verdad pueden estar los críticos que los autores. Después de todo, cada lector es como un ejecutante de una partitura. La partitura está escrita, el lector es el que la interpreta.

—Cierto, pero aquella preocupación por el estilo es frecuente en sus libros. Por ejemplo, su personaje Luder dice: «El gran arte consiste no en el perfeccionamiento de un estilo, sino en la irrupción de un nuevo estilo» (texto 46 de Dichos de Luder).

—En efecto, muchas veces he insistido en eso: en la importancia y originalidad de un estilo. En el cuento «Té literario», por ejemplo, digo: «Los grandes escritores tienen solamente un estilo». El estilo es un continuo, es lo que le da unidad a la obra. Para citar un caso: en la obra de Alftredo Bryce —trátese de sus cuentos, novelas, ensayos o textos periodísticos— encontramos siempre un mismo estilo, un estilo inconfundible. Claro que se puede imitar su técnica tan coloquial, oral pero lo que no se puede copiar es su visión del mundo, que es algo muy profundo y que está en la raíz misma de cada escritor.