SÁNCHEZ HERNANI SOBRE BAYLY
La obra narrativa de Jaime Bayly ha transitado por dos rumbos distintos, mientras que a nivel de lectores sus novelas han ido ganando un público mayoritario (además del público peruano, latino y gay), en el plano de la crítica literaria tiene serios detractores (y con razón), pues siempre se le ha calificado dentro de lo que se vino a denominar la "literatura light", una literatura que "adelgaza las diferentes perspectivas de la realidad", como le gusta decir a mi querido amigo Oswaldo Reynoso.
El día de hoy, Enrique Sánchez Hernani escribe para el suplemento El Dominical una reseña bastante elogiosa sobre la última entrega del autor de No se lo digas a nadie, calificando a este texto como una novela "sólida y emotiva":
Pero de esa parte a hoy, Bayly ha ido madurando, con altibajos ciertamente. "Yo amo a mi mami", por ejemplo, era una ingrata copia de Alfredo Bryce. En los libros siguientes ya daba muestras de querer desprenderse de ese papel que se había conferido a sí mismo, el de una vigorosa máquina de contar chismes. Pero en honor a la honradez tenemos que admitir que en este último libro, "El canalla sentimental", por fin lo ha logrado: Bayly ha escrito una obra literaria con calidad. Que muchos de sus capítulos (o todos, no lo hemos podido cotejar) hayan aparecido previamente en varios diarios hispanoamericanos, no desmerece el empeño.
El autor ha editado, corregido, pulido y montado sus crónicas de tal manera que ha logrado hacer una buena novela con ellas. Hay que ser honestos. El personaje, que toma su nombre (variado por una "s") --para evitar alejarse de su pecado original: el de aportar su dosis de escandalote--, ha cobrado espesor, sentido y deambula por una atmósfera melancólica, de absoluta humanidad, que no quedaba clara en sus otros libros, que de una línea a otra solo disparaban hechos figurados o presuntamente ciertos ("revelaciones") para atrapar al lector. Esta vez Bayly ha creado un personaje (él mismo, cosa que otros escritores suelen hacer) que muestra su mundo y sus cavilaciones sobre el inexorable paso de la vida, con doliente acidez, reclamando para sí mismo, por encima de su condición, su derecho a ser un hombre. Ese combate por ser admitido, al menos ante los que Baylys, el personaje, quiere, lo humaniza. Esto no pasaba antes, pues aparte del cinismo del personaje principal, nada más se podía decir, porque nada más nos entregaba su escritura.
Quienes no quieren mucho al Bayly escritor deberían renunciar, esta vez, a sus prejuicios. Podrían perderse una novela emotiva, con un buen balance narrativo, que se lee bien y funciona.