01 November 2008

LA NÍNFULA DE CABRERA INFANTE


"LA NINFA INCONSTANTE", NOVELA DE ESCRITOR CUBANO

Hablando de ninfas, nínfulas o ninfetas, acaban de publicar una novela póstuma de Guillermo Cabrera Infante, La ninfa inconstante, novela en la que el propio autor aparece como protagonista y amante de una musa de 16 años que tiene que luchar contra las adversidades que representa el amar a jovencitas menores de edad y sin mayores pretensiones intelectuales. La noticia en la sección cultural de La República:

Carlos Villanes Cairo. Madrid.

Pareciera estar de moda sacudir la memoria en busca de los amores juveniles entre los novelistas setentones, a las hetairas tristes de García Márquez, se unieron las majaderías de la chica perversa de Vargas Llosa y ahora, a Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 1929 – Londres, 2005), le publican La ninfa inconstante (283 pp.), editada post morten por Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.

A la cercanía generacional de estos novelistas, les separa la calidad de sus libros. García Márquez es Nóbel, Vargas Llosa lo será algún día y Cabrera Infante ya está muerto, y aparte de su primera novela, Tres tristes tigres (1964), lo que ha seguido de él es inferior. Sin embargo, tiene su público y dos periodistas culturales ya han calificado su última novela de genial.

Por activa y pasiva, Cabrera Infante quiere aparecer como el protagonista de La ninfa inconstante. Lo declara en el prólogo, luego se presenta como crítico teatral y de cine de la revista Carteles en La Habana de Batista, y de consumado jugador de asonancias y consonancias, aliteraciones, palíndromos y un largo etc. , en su lenguaje, como fue en la vida real, amén de narrar en primera persona y estar siempre a la caza de la citas culturales y literarias en varias lenguas, ante el azoramiento primero y el menosprecio después de Estelita, su ninfa en la novela. Una chica de 16 años de miel–el pelo, los ojos, la piel, el sexo–, pero como muchas mozas modernas despreocupadas hasta, casi, la amoralidad, incapaz de amar a un intelectual tan abrumador y exhibicionista de su cultura, excesivo y pedante, que se justifica sentenciando: "los genios somos siempre incomprendidos" (p. 100).

Esta novela es una balada a la memoria, al sueño tropical de un habanero de pro. Es un alarido por el amor frustrado de la juventud, encubierto por la desnuda y zahiriente jactancia de quien se siente ilustrado y para demostrarlo juega con las limitaciones de la amada, a la que solo posee una vez y luego ella rehúye con pretextos. Después la recordará durante toda su vida.