30 November 2008

"AVE SOUL" EN REEDICIÓN DE LUJO


UN RESCATE IMPRESCINDIBLE

Uno de las voces fundamentales del Movimiento Hora Zero es la del poeta Jorge Pimentel, autor de los poemarios Valium y Kenacort 10 y Ave soul. Este último libro ha sido reeditado en una edición valiosa que rescata un texto que no circulaba en nuestro medio peruano. Con motivo de la aparición del poemario, Enrique Planas lo entrevista para la sección Luces de El Comercio:


En el prólogo de la reedición de "Ave Soul", el escritor Roberto Bolaño comenta su sorpresa por cómo ese poemario no ha envejecido un ápice. Es curioso, porque en el libro encontramos las palabras que abundan en textos que sí han envejecido, poemas propios de la efervescencia de los poetas de izquierda en los setenta...
Nosotros no hemos militado en partidos de izquierda. Nuestra militancia ha sido horazeriana. Pero sí hubo otros poetas que militaron. Yo creo que eso fue un error. El poeta milita en la poesía, no puedes hacerle caso a un líder político a la hora de escribir. Además, creo que gracias a los políticos el país ha permanecido igual. Desde Odría hasta hoy, todos los líderes han fracasado para dirigir este país. Los únicos que no han fracasado son los poetas, los escritores, los artistas. Ellos sí han hecho avanzar al país. Las dramáticas historias de este país tampoco han cambiado, siguen allí.

Generalmente el poeta habla de sí mismo en su obra. Sin embargo, en poemas como "Lamento del sargento de aguas verdes", también supo darle la palabra a otros personajes...
Una de las cosas que nos propusimos en Hora Zero fue hablar desde el otro, más que desde uno mismo. Nuestra principal preocupación fue poner los ojos en la calle, pues esta tiene mil historias. Por eso Tulio Mora tiene aquel libro genial "Cementerio General", en que están todos, desde Atahualpa hasta 'Mosca Loca', hablando desde sus tumbas. Hora Zero nunca ha sido egoísta, siempre hemos sido abiertos, al escuchar, al mirar, al hablar. Escribí "Lamento del Sargento de Aguas Verdes" una noche que estaba en el bar Palermo, lugar donde se reunía todo el mundo: antropólogos, cineastas, poetas, novelistas... Recuerdo una noche en que cayó un hombre al bar y me dice: "Yo soy el sargento de Aguas Verdes, ¿me puede invitar un café?" Entonces me comenzó a contar toda su historia. Después de irse, empecé a escribir todo lo que me contó, intentando recordar el ritmo de sus palabras. Son historias que uno asume. Si te metes en el otro, pueden salir muchas sorpresas.

Treinta y cinco años después, ¿se sigue reconociendo en las páginas de "Ave Soul"?


¡Lo último que hubiera querido es publicar este libro! (ríe). Al publicarlos por primera vez, los libros viajan. Y este libro ha regresado lleno de amigos, de cariño. Francamente, yo no tengo mucho cariño por mis libros publicados. Siempre pienso en el que viene. Lo más interesante para mí es descubrir el libro por hacer, en cómo lo voy a desarrollar. Me fascina el misterio de tender la mesa para escribir en un acto solitario. Editarlo es un problema, una carga para el autor, una actividad sin nada de poesía. Sin embargo, Arturo Higa y los chicos de "Doble Príncipe" han descubierto una nueva forma de hacer libros, que a mí me parece más cercana a la arqueología. Es interesantísimo. Solo por eso me interesó hacer una segunda edición de este libro.

Los dejo con uno de los poemas más celebrados de Ave Soul:

BALADA PARA UN CABALLO


Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan


por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje


que trota por la ciudad alocadamente sudoroso que va pensando


muy triste en ti muy dulce en ti, mis cascos dan contra


el cemento de las calles. Troto y todo el mundo trata


de cercarme, me lanzan piedras y me lanzan sogas


por el cuello, sogas por las patas, me tienden toda clase


de trampas, en un laberinto endemoniado donde los hombres


arman expediciones para darme caza armados de perros policías


y con linternas, y cuando esto sucede mis venas se hinchan


y parto a la carrera a una velocidad jamás igualada


por los hombres, vuelo en el viento y vuelo en el polvo.


Visiones maravillosas aparecen ante mis ojos. Y vuelo


y vuelo. Mis extremidades delanteras ejercen presión


sobre las traseras y paralelamente y aun mismo ritmo


antes de asentase en el polvo retumban en la tierra.


Relincho. Y mi cuerpo va tomando una hermosísima elasticidad


me crecen pelos en el pecho y es un pasto rumoroso


el que se ondea y es una música y es un torbellino


de presiones que avanzan y retroceden en mi vuelo. Atrás


van quedando millares de kilómetros y sigo libre. Libre


en estos bosques dormidos que despierto con el sonido


de mis cascos. Piso la mala hierba y riego mis orines


calientes, hirviendo en una como especie de arenilla.


Descanso a mis anchas, bebo el agua de los ríos, muerdo hierba


tallos, rumio. Mis mandíbulas se ejercitan. Muevo mi larga cola


espantando a los mosquitos. Los guardacaballos vigilan


desde la copa de los árboles. Caen las hojas secas.


Los días se suceden y suelo dar suaves galopes hacia la vida.


En invierno los senderos se hacen tortuosos; el fango todo lo invade.


Para el frío utilizo cabañas abandonadas, cuevas en los cerros


que me resguarden de las tormentas. Yo observo la lluvia


desde mi cueva. Cae la lluvia y todo lo moja. Con este tiempo


suelo galopar poco cuidándome de un desgarramiento.


Muchas veces me siento solo y llego hasta los helechos

de los ríos para pensar muy dulce en ti muy triste en ti

y voy galopando bordeando el río añorando alguna yegua

que llegó a correr en pareja conmigo. A veces los niños

que vagan sueltos por las campiñas mientras sus padres

realizan tareas de recolección o labranza me montan a pelo

y solemos recorrer ciertas distancias, ganando los años,

aumentándolos. De ellos sí recibo algún trozo de azúcar.

En el verano el sol se pone rojo y se hace presente con su alegría

y los habitantes de los bosques y campos suelen saludarme

con el sombrero y con la mano. Yo les contesto con un relincho

parándome en dos patas. Y con la luz solar que todo lo invade

suelo dar galopes hacia la vida. Allí

donde mi presencia es esperada me hago realidad.

Allí donde ni un sueño se revela me hago realidad

me hago realidad en esos ojos que están cansados

de ver las mismas cosas. Y es en verano cuando la vida

se enciende y mis cascos recogen la hermosura de la

asciendo a las cumbres donde diviso extensiones

de mar de cielo de tierra.

Mi figura domina la naturaleza.

Cruza por el cielo un escuadrón de tórtolas.

Cae la noche.

Mi sombra se recobra.

Las ramas crujen.

Y por un instante pensé muy triste en ti muy dulce en ti.

Cae la noche en estos bosques, pareciera que la tierra

se difunde con la noche se propaga se manifiesta.

Y toda la noche he ido creciendo. Y crecía y crecía

aún más aún más ¿hasta dónde crecerás?

¿No tienes miedo? No, contesté. Soy libre.

El día, el nuevo día como algo fresco se anuncia solo.

Por esta época del año suelen cruzar manadas

de caballos ahuyentados y en busca de nuevos campos.

Recuerdo que logré darles alcance y me contaron

que lograron salvarse de una cacería emprendida

contra ellos para mandarlos a vivir a un potrero

y que luego de ser sometidos al cubo de agua

y a la alfalfa son obligados en los hipódromos

a correr distancias de 1,000, 2,500, 5,000 mts.

y no eres libre de correr sino que te dopan te colocan

descargas eléctricas, te manosean, te latigan

con una fusta despellejándote. Y así durante

un buen tiempo mientras ves acumuladas alforjas

de oro y plata. Hasta que llegue el momento de ser

sometido a la reproducción arrinconándote a una yegua

a la vista y paciencia de todos, sin intimidad

en una mañana de tinieblas y poca luz y luego

te separarán de tu yegua y potranco y pasarás

tus años inmisericorde como padrillo viejo y cuando

manques te dispararán un balazo en la sien. Ya

había galopado un buen trecho con la manada

que huía despavorida y me dijeron que probablemente

para el invierno pasarían por aquí para ir más

al norte. Y se alejaron a la carrera. Yo sabía

lo que le sucede a un caballo en la ciudad. Y

por ello me mantengo alejado de ella. Pero a veces

me interno y sucede lo que tiene que suceder. Pero si yo

me rebelo y persisto y amo terriblemente mis posibilidades

de realizarme en un medio donde la civilización se mata

y permanecen odios, prefijo ser caballo. Mojaré

la tierra con mis orines calientes hirviendo con estas ganas

inmensas de vivir y me uniré a las manadas para galopar

hacia la vida, para mantenernos unidos y vencer,

para no estar solos, para volvernos verdes-azules-amarillos

anaranjados-rojos y trotar hacia el nuevo aire fresco

y el campo sin límites.

Seré libre así y al menos mis guardacaballos cuidarán de mí

y de mi yegua y de mi potranco.

(De Ave soul)