El día de ayer, lo mejor del suplemento El Dominical, indudablemente, fue la entrevista hecha por Enrique Sánchez Hernani al escritor peruano Enrique Congrains Martin. En esta entrevista, Congrians se refiere a la Generación del 50, a su filiación izquierdista y al misteriosos silencio que ha guardado por cerca de medio siglo. Los dejo con las preguntas mas resaltantes:
-¿Tuvo usted vínculos con sus compañeros de la generación del cincuenta?
-Nunca conocí a Julio Ramón Ribeyro, quien ya estaba instalado en Francia. Fui el primero que editó un libro suyo "Los gallinazos sin plumas", pero todo se hizo a través de su hermano Antonio, quien de hecho era su representante. Con Mario Vargas Llosa no estuvimos juntos más de cuatro o cinco veces. De todos, creo que los menos "bohemios" éramos Mario y yo. Pero el que tenía más calor humano, y una sensibilidad como a flor de piel, era Eleodoro Vargas Vicuña. Pero no se nos debe ver como un grupo de "narradores". Los poetas eran tantos o más que los "cuentistas".
-¿A quién recuerda de los poetas?
-A Washington Delgado, quien vivía en La Victoria y que me enseñó a no abusar del "que"; a Pablo Guevara, tanto o más emotivo que Vargas Vicuña; y a Alejandro Romualdo, desde entonces muy "ideologizante". De Carlos Eduardo Zavaleta rememoro que, ante todos nosotros, aparecía como el más erudito. En este grupo de jóvenes cercanos a la literatura, también debo mencionar a Luis Loayza, a Abelardo Oquendo, y a nuestro gran mentor: el librero Juan Mejía Baca, obviamente unos veinte o treinta años mayor que todos nosotros. Y ahora voy a decir algo interesante: creo que ninguno de nosotros nos imaginábamos que a la vuelta de unas décadas íbamos a tener nuestro "cierto grado de importancia".
-¿Usted tuvo entonces alguna actividad política, no es cierto?
-Mi inserción en la política se debió a que trabé amistad con Ismael Frías. Y a través de él empecé a militar en uno de los tantos micro partidos trotskistas del Perú. Ismael era un joven tremendamente culto, literariamente culto, aparte de ser un gran organizador, y estoy hablando del Ismael Frías de 1960. Su gran tema era Proust, el sumum para él. Después rompimos políticamente, y poco a poco Ismael fue derivando hacia posiciones que a él mismo le hubieran causado horror cuando tenía menos de treinta años.
-¿A qué se debió su silencio literario durante 50 años?
-A que me dediqué a ganarme la vida como editor. Pero en esos cincuenta años habré escrito más de cien libros (muy pocos de ellos firmados por mí) y que eran libros de "interés general", mercadería impresa hecha para vender, aunque siempre procuré (dentro de ese género) ofrecer la mejor redacción, el mejor diseño.
-¿Por qué lo rompe hoy?
-Lo he roto exactamente como lo confiesa mi personaje, Cayetano Cómpanis, el "narrador de historias", en un amanecer de cuitas profundas que le hace a su compañera, Nanda. Es decir, durante estos cincuenta años he vivido con el dolor de haber dejado mi verdadera vocación, y con la tentación de volver a esta "patria" que estoy tratando de rescatar para mí mismo (uno escribe para sí) y para unos pocos pero cada vez mejores lectores.
(...)
-Usted aún se considera un hombre de izquierda. Muchos piensan que eso, hoy, es un anacronismo.
-Yo no me considero un hombre de izquierda. Yo soy un hombre de izquierda. Me siento plenamente orgulloso de ser un peruano de izquierda. Para mí ser de derecha, entre muchas otras posturas, es aceptar las consecuencias de la guerra que España libró, circa 1530, contra nuestro país. Guerra que mi país, desgraciadamente, perdió. Y mi país sufrió una derrota tan aplastante (gracias a la pólvora, gracias a los perros carniceros, gracias al hierro y al caballo, gracias a miles de indígenas centroamericanos que trajeron como carne de cañón, y gracias también a la religión), de modo que los vencidos de entonces, a través de sus actuales descendientes, siguen siendo, como me hubiera aceptado José María Arguedas, "los peruanos de abajo".
-¿Se subleva contra algo?
-Si los lectores prefieren que hable con un lenguaje muy actual, diré: el grueso de la clase A está conformado por descendientes de europeos; y el grueso de la clase C y D está conformado por los que llegaron a estas tierras hace diez o quince mil años. Los descendientes de los peruanos que inventaron los andenes y los puquios, de los que domesticaron los camélidos, y la papa, ellos, absurdamente, son los "perdedores" desde hace cinco siglos. Contra esa aberrante injusticia me sublevo, aunque sea una sublevación personal, y hasta puramente retórica.
-¿Usted ha mantenido vínculos con la política activa?
-No mantengo vínculo alguno con ninguna organización de izquierda. Simpatías sí, que es algo totalmente diferente. Pero quienes llevarán al Perú por caminos más igualitarios, es decir, más humanos, son personas que en este momento están aprendiendo a gatear o que están cursando los primeros años de la educación básica.