06 February 2008

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA

UNA CRITICA SOBRE LA PELÍCULA

Por: Richar Primo

Era previsible que la realización audiovisual de una novela como El amor en los tiempos del cólera iba a tropezar con la poderosa verdad de la palabra como columna central de una historia. Por allí, como que ya se intuía que el resultado de la pelicula iba a ser como la cronica de un fracaso anunciado.

La novela de García Márquez es valiosa por una serie de razones, pero es la construcción verbal del autor la que logra que una historia de amor sea el espacio en donde se puede meditar sobre las sentimientos, pasiones y contradicciones que habitan en el alma de cada individuo. Ya en la novela misma hay un trabajo difícil para manejar con cuidado las formas, las palabras, los dramas para no llegar a la simple cursilería de situaciones simplonas propias de un manual de bolsillo que habla sobre el amor. La novela de García Márquez (en lo personal su mejor novela) tenía que ser extensa para desarrollar un contexto y un referente en donde las pasiones de Florentino Ariza, las vueltas sorpresivas de carácter de Fermina Daza, la casi odiosa vida perfecta de Juvenal Urbino, y sobre todo el amor, llevado hasta el límite del lirismo, puedan ser aceptados por el lector sin mayor crítica, sino simplemente aceptar que las cosas del amor son tan complicadas que se necesitaría de toda una vida para intentar entenderlas.

Allí está, por supuesto, la gran debilidad de la película. No tiene tiempo para ello y eso que es extensa. El error de buscar ser la recreación visual de una historia (grande por lo verbal); el temor de no arriesgar una diferente forma de contar la historia, en donde las herramientas del lenguaje audioivisual pudieran desarrollarse con comodidad; la equivocación de querer darle al público en la yema de las imágenes casi evocatorias de su mundo personal. Son algunas de las debilidades de la construcción audiovisual.

He visto adaptaciones que han llevado con mano firme la historia verbal a un formato visual. En el camino por supuesto que se fue perdiendo el peso de la palabra y, de pronto, el hilo conductor ya era distinto, aunque al final, sentías que el lenguaje del cine había sentado posición y te había convencido que la historia tenía que contarse así si se hablaba de cinematografía.

De todas maneras, no me quejo, al menos no del todo. En lo personal la actriz que hace de Fermina Daza, con limitaciones propias de una dirección equivocada, es la imagen que tuve de ella. Hay momentos en donde sentí que algunas escenas las había pensado de la misma manera.

Creo que me entretuvo bien. Ahora que sí me hubiera gustado conversarla después, y mucho, un poco para el tonto ejercicio de comparar escenas del libro, con las del cine y con las que uno se fue haciendo cada vez que releía la novela. Otro poco porque ese el gustito del cine: la charla posterior. Pero otro tipo de cólera se llevó la magia del café post cine, desde hace tanto tiempo. Pero, ese ya es otro rollo, casi tan cursi como toda historia de amor.