El día de hoy lunes, en la sección cultural de Perú 21, Alonso Cueto realiza una importante reflexión sobre el abuso de las computadoras y los aparatos tecnológicos, pero además, señala la adicción que genera el uso de la tecnología en las personas, como se viene observando en países como Corea y Japón:
Con frecuencia, la primera obsesión de la mañana, y la última de la madrugada, es sentarse frente a ella. Oráculo o lámpara de Aladino, la computadora es un sofisticado objeto tecnológico y, a la vez, mágico. ¿Por qué? Quizá por la ilusión de poder que nos da.
En noviembre del año pasado se abrió en Corea un campamento de rehabilitación para adictos a Internet. La primera medida de las autoridades fue limitar el uso de la computadora a cinco horas diarias. Muchos de ellos habían dejado de dormir o de comer para seguir conectados y su promedio era de veinte horas al día. Hubo algunos que habían logrado conectarse dos días seguidos, sin dormir.
Según los especialistas de la clínica, reciben dos tipos de pacientes: el que usa en exceso la computadora para chatear, y el que busca obsesivamente juegos o entretenimientos privados. En todos los casos se trata de personas con baja autoestima. Todos reaccionan de un modo violento cuando alguien los interrumpe mientras están sentados frente a la máquina.
Un estudio publicado en el Japón revela una nueva adicción: los teléfonos celulares. Los niños japoneses lo usan durante al menos dos horas diarias para hablar, recibir mensajes y ver Internet. Una enorme cantidad de adictos declara que puede decir cosas a través de Internet que no podría decir en la vida real. La tecnología moderna tiene infinitas ventajas, que no hubiéramos soñado. Internet es una herramienta extraordinaria. Sin embargo, las adicciones que crea se deben a que algunas personas reemplazan el mundo con ellas. Una cultura de la soledad ha identificado a su Dios en las computadoras. Si preferimos chatear a tomarnos un café con la misma persona, hemos entrado al mundo de la adicción.