REVISTA VIRTUAL SANMARQUINA
Los estudiantes de Literaratura y Letras de la Universidad Mayor de San Marcos me hacen llegar el nuevo número de la revista virtual de creación ANTEOJOS DE AZUFRE. En el número 3 de la mencionada revista, encuentro el siguiente poema de Alex Murillo:
ES UNA COSA GRANDE TENERTE PARA EL AMOR
Es una cosa grande tenerte para el amor
si para renunciar a la medida exacta de lo que veo
sólo necesito coger tu pulso
y confirmar que el mundo sigue girando.
A la hora de hacer el amor no podemos descansar,
menos aún después
cuando el sudor nos recuerda que hay que creer más
en la fertilidad de los movimientos que se parecen
a los fuegos intermedios,
porque sabemos que nuestro primer hijo ya está en camino
y se llamará Adriano o Fernanda
o ambos nombres si encuentro en la sábana del parto
las cáscaras de agua de un latido
repartido en dos incubadoras.
Le tengo fe a tu placenta
y presiento que nuestra cría,
la que habrá de sintetizar nuestros días de desvelo,
será bella, callada y se quedará quieta
cuando tu voz y tu pezón
se los advierta.
Es una cosa grande tenerte para el amor
o es que soy tan pequeño para estos quehaceres
cuando una mujer me lleva de la mano por la insondable
orilla de los alucinados
y tiene una boca para amar que se detiene
a siete centímetros y a noventa grados
de una inofensiva herida de la misma especie.
Hay que saber tener valor para la grandeza cuando se ama
a alguien de tu descendencia,
hoy no hay novedad
y tomarte de los hombros parece una tarea sencilla,
pero nadie me enseñará a temblar de ahora en adelante
porque nadie excepto aquel que vigile
la comunión triangular entre tus axilas y tu vejiga
sabrá del nerviosismo al sostener tu corazón y apretarlo
para descubrir en sus extremos de arena
el atado de aromas que regresan y brillan horizontalmente
debajo del seno izquierdo que los sostenes olvidan.
Es una cosa grande tenerte para el amor
y mi presencia que se debe a una sola forma
se convierte durante la sobremesa
en el té digestivo
que busca aliviarte del banquete de mis necesidades
sin esperar que sobre vuelto,
alcance para el regreso
o te deba una vista.
Pero antes de meterte a la casa y sellar las cerraduras
sé que debo sacrificar el tumulto inútil y la botella barata
con los amigos de la misma esquina
y sé que debo aprender de la terquedad de las ojeras
porque he deseado muchas veces que la jornada no acabe
donde tiene que terminar.
Es una cosa grande y geométricamente oportuna
cuando he de hallarme detrás y al medio de tu cuerpo
con el justo fin de cronometrar
la nuca y la barbilla
tu corazón expuesto y mi aliento envejecido.
Es una cosa grande tenerte para el amor
si para renunciar a la medida exacta de lo que veo
sólo necesito coger tu pulso
y confirmar que el mundo sigue girando.
A la hora de hacer el amor no podemos descansar,
menos aún después
cuando el sudor nos recuerda que hay que creer más
en la fertilidad de los movimientos que se parecen
a los fuegos intermedios,
porque sabemos que nuestro primer hijo ya está en camino
y se llamará Adriano o Fernanda
o ambos nombres si encuentro en la sábana del parto
las cáscaras de agua de un latido
repartido en dos incubadoras.
Le tengo fe a tu placenta
y presiento que nuestra cría,
la que habrá de sintetizar nuestros días de desvelo,
será bella, callada y se quedará quieta
cuando tu voz y tu pezón
se los advierta.
Es una cosa grande tenerte para el amor
o es que soy tan pequeño para estos quehaceres
cuando una mujer me lleva de la mano por la insondable
orilla de los alucinados
y tiene una boca para amar que se detiene
a siete centímetros y a noventa grados
de una inofensiva herida de la misma especie.
Hay que saber tener valor para la grandeza cuando se ama
a alguien de tu descendencia,
hoy no hay novedad
y tomarte de los hombros parece una tarea sencilla,
pero nadie me enseñará a temblar de ahora en adelante
porque nadie excepto aquel que vigile
la comunión triangular entre tus axilas y tu vejiga
sabrá del nerviosismo al sostener tu corazón y apretarlo
para descubrir en sus extremos de arena
el atado de aromas que regresan y brillan horizontalmente
debajo del seno izquierdo que los sostenes olvidan.
Es una cosa grande tenerte para el amor
y mi presencia que se debe a una sola forma
se convierte durante la sobremesa
en el té digestivo
que busca aliviarte del banquete de mis necesidades
sin esperar que sobre vuelto,
alcance para el regreso
o te deba una vista.
Pero antes de meterte a la casa y sellar las cerraduras
sé que debo sacrificar el tumulto inútil y la botella barata
con los amigos de la misma esquina
y sé que debo aprender de la terquedad de las ojeras
porque he deseado muchas veces que la jornada no acabe
donde tiene que terminar.
Es una cosa grande y geométricamente oportuna
cuando he de hallarme detrás y al medio de tu cuerpo
con el justo fin de cronometrar
la nuca y la barbilla
tu corazón expuesto y mi aliento envejecido.