Un amigo cercano, que gusta de la chismografía literaria local, me envía un mail anunciándome que Leonardo Aguirre ha vuelto a las andanzas con una supuesta "reseña" colgada en un olvidado blog que solo lee el administrador del mismo y su “manchita” intrascendente.
No voy a referirme al carácter literario de la “reseña” por una simple razón: no hay nada que analizar: es tan solo un texto que afirma muchas cosas, pero que no demuestra ni un argumento de lo que se dice, lo que me hace pensar que la falta de talento e ingenio puede ser contagiosa (Ay Leíto, dime con quién andas y te diré de qué careces).
Por otro lado, se afirma en la "reseña" que tanto Diego Trelles, como yo, reaccionamos furibundamente ante la actitud de cierto antologador; lo cual es inexacto: yo reaccioné pacíficamente ante las afirmaciones de un iletrado, que dándose ínfulas de académico, pretendió referirse a mi obra. Furibunda fue la reacción, por cierto legítima, de mi amigo Sergio Galarza, cuando noqueó al pajarraco en un solo asalto (y por lo que leo en la reseña aludida, creo que se viene un segundo round). Además, se sugiere que los autores de las otras antologías solo entregaron a los compiladores aquellos textos que descansaban olvidadas en sus escritorios y que la primicia solo la obtuvo el "antologador iletrado", acusación muy grave y que distorsiona el espíritu literario y fraterno de las otras antologías.
A lo que sí voy a referirme es a la actitud concertada de estos dos sujetos, dignos de un cuento ribeyriano, con la finalidad de tirarse flores mutuamente -lo cual no es malo, viniendo de ellos- y levantar los puntos de una antología que se apolilla en los estantes de las librerías limeñas y que lo más seguro es que termine en las manos de algún “ropavejero”, para darle una labor más ultil y noble al papel reciclado que se obtenga del mencionado libro.
Ya imagino la conversa de estos 2 pajarracos:
-Oye, Gaby, invítame un par de chelas, tenemos que hablar de un asunto muy importante.
-Leíto, invítamelas tú porque yo toy más misio que don Ramón en Acapulco.
-Ok, Gaby, ya es la enésima vez, pero qué importa, nos vemos en el Pollo Pier, a las 8.
-Sale, causa, ahí estaré. Llevame una luca porque necesito pa’ mi combi de regreso.
Los 2 pajarracos se encuentran en el legendario bar miraflorino y después de compartir una solitaria jarra de chela, se despachan a su gusto:
-Causa, tenemos que bajarnos las antologías de Rimachi y de Alvarito, que se tan’ vendiendo como pan caliente. La mía no se vende ni como papel reciclado y la gente me ta’ reclamando el billete que ha invertido.
-Mira, Gaby, podemos hacer una cosa: hazte un post para levantar mi librito que nadie le para bola y yo me encargo de bajarme a esas dos antologías.
-Ok, causa, ta’ bien, pero me das mi luca pa’ mi combi, lo justo pe’ varon. Ah, y me juegas un cigarrito porque mi provisión de Montana se me acabó.
-Perdiste, Gaby, solo tengo una china.
-Ya pe’, qué importa, la china es la voz.
Los 2 pajarracos se despiden en Benavides con Porta, una ligera garúa empieza a caer sobre las solitarias y estrechas calles miraflorinas y a lo lejos se ven dos siluetas que se alejan frotándose las manos.