El día de ayer estuve en la ceremonia de inauguración del Encuentro de Escritores Perú-Ecuador. Llegué un poco atrasado y tuve que sentarme en la parte posterior del auditorio. Sin embargo, a lo lejos pude distinguir la silueta de Oswaldo Reynoso y, más adelante, en la siguiente fila de asientos, la de Alonso Cueto. Apenas los vi, me vino a la memoria el sonado debate Andinos vs. Criollos y me puse a pensar si, efectivamente, es acertado colocar a ambos escritores en orillas contrarias. Tanto Oswaldo Reynoso como Alonso Cueto son dos excelentes escritores que desarrollan una literatura urbana y en ambos existe la preocupación por descubrir una nueva dimensión de la naturaleza humana. Lo ha demostrado Oswaldo en novelas como En octubre no hay milagros, El escarabajo y el hombre y Los eunucos inmortales; y Alonso, en Grandes miradas, La hora azul y El susurro de la mujer ballena.
¿Por qué insistir, entonces, en separar a estos dos escritores en bandos contrarios? ¿Acaso porque Oswaldo es de origen arequipeño; y Alonso, limeño? Mario Vargas Llosa es paisano de Reynoso y a nadie se le ocurriría colocarlo en el bando de los andinos (Por cierto, Mario siempre se ha mantenido al margen de este debate inútil). Creo que la diferencia podría venir, como señalarían mis antiguos compañeros marxistas de la universidad, por la "posición de clase", por el "discurso idelogógico" que puedan adoptar ambos escritores. Aunque solo Reynoso ha mostrado su actitud beligerante frente a determinado discurso político, creo que una de las principales causas que separa a todos los escritores que participaron en el recordado debate es la filiación ideológica que han demostrado en cada uno de sus discursos.
A ambos escritores respeto y admiro y de ambos he aprendido. Ambos merecen todos los elogios posibles y el agradecimiento por hacer de la literatura peruana una de las expresiones latinoamericanas más altas y destacadas dentro del ámbito cultural.
Un colega de oficio me recriminó un día, al mostrar mi preferencia por ambos escritores: "No puedas estar con dios y con el demonio, tienes que definirte". Yo le respondí: "Ni con dios ni con el demonio. Simplemente me siento a mirar y admirar lo que ocurre en ese río turbulento que ha sido siempre la literatura peruana".