EL ULTIMO ADIÓS QUE QUIZO TENER NUESTRO ESCRITOR
Como había anunciado el día de ayer, la edición del suplemento El Dominical está completamente dedicada a Julio Ramón Ribeyro. De los artículos leído destacan, a mi parecer, los de Enrique Sánchez Hernani, Fernando Ampuero y Abelardo Sánchez León. Sin embargo, el que más llamó mi atención es el retrato que hace Sánchez Hernani sobre el cuentista en base a los recuerdos de Guillermo Niño de Guzmán. En la última parte de la mencionada semblanza, Niño de Guzmán confiesa:
"La siguiente vez que lo vi, me pidió que fuera a su casa y pusiera a buen recaudo sus diarios íntimos, él quería que los publicara Jaime Campodónico. Me dijo que ya no aguantaba más y que sabía que se iba a morir, y me quería pedir un gran favor: que quería salir del hospital y reunirse con sus mejores amigos para tomarse unos vinos, a modo de velada final. Me dijo además que me iba a dar el dinero para conseguir a una enfermera, con el fin de que cuando concluyera la velada le pusiera una sobredosis de morfina. Padecí mucho por eso, porque no sabía cómo actuar. Al cabo de tres días me avisaron que Julio había muerto".
De haberse cumplido la última voluntad de Julio Ramón, quizá su partida hubiese resultado para él más cómoda, afectuosa y entre los amigo que quería.