31 October 2007

SOBRE UNA CENSURA


En el blog de Gustavo Faverón se ha abierto un debate sobre el tema de la censura al libro de Carlos Carrillo, Para tenerlos bajo llave. Algunos comentaristas han intervenido en forma muy acertada, pero otros han patinado sobre una pista de hielo infinita.

Envíe un comentario que Faverón, gentilmente, ha publicado y pretende ser una réplica a lo mencionado en el post:

Hola Gustavo:

He leído tu post con mucha sorpresa y estupor, y a lo único que apelo para poder justificar el mismo es a la falta de información sobre lo que verdaderamente ocurrió.

Los hechos son los siguientes: Carlos Carrillo ingresó el libro "Para tenerlos bajo llave" en La Casa Verde sin ningún problema. Días después, la administradora (o dueña) lo llamó para decirle que retirará los libros, afirmando que su libro era "pornográfico, satánico y pedófilo" ¿!?. Hasta ahi el asunto podría tratarse de la libertad de una empresa para seleccionar los productos que vende. Sin embargo, grande fue la sorpresa del autor cuando entre los estantes de la librería pudo distinguir algunos ejemplares del Marqués de Sade, de Apollinaire, de Henry Miller y la colección de la Sonrisa Vertical de Tusquet.

Cuando algunos periodistas se comunicaron con La Casa Verde, se negaron a contestar y ante la insistencia de los mismos, la dueña atinó a decir: "Eso lo decido yo, es mi librería". Este tipo de repuestas resume la prepotencia de algunas personas de creer que cada negocio que emprenden se convierte en un pequeño feudo y trabajan como si estuvieran en su chacra. Por otro lado, en el post se cuestiona el termino de "censura" con respecto a lo sucedido. ¿Con qué otro nombre podemos señalar a una actitud arbitraria, prepotente y castrante? La RAE no puede ser más clara:

censura.(Del lat. censūra).

1. f. Dictamen y juicio que se hace o da acerca de una obra o escrito.

2. f. Nota, corrección o reprobación de algo.

3. f. Murmuración, detracción.

4. f. Intervención que ejerce el censor gubernativo.

5. f. Pena eclesiástica del fuero externo, impuesta por algún delito con arreglo a los cánones.

En todas las librerias en las que figura el libro no hemos tenido ningú problema, léase Crisol, El Virrey o Íbero. ¿Qué se puede pensar? ¿Qué los administradores de las otras librerías tienen un criterio literario más amplio y de apertura?

En uno de los comentarios se dice también que se confunde la esfera privada con la esfera pública. Un libro está destinado a la esfera pública y la figura del escritor también circula dentro de esa esfera. ¿De qué esfera privada se habla? O acaso el comentarista prefiere que se guarde un silecio complice. Como decía González Prada, en el Perú la gente está acostumbrada a hablar en voz baja cuando se les atropella sus derechos, y es por ello que las cosas están de mal en peor. Los escritores que han firmado la Carta de Protesta están en todo su derecho de levantar su voz y llamar la atención ante un atropello de esta magnitud.

Por otro lado, cuando se afirma en la carta que todo acto creativo tiene una carácter ficcional se refiere al ámbito narrativo, que es el género del libro en cuestión. Aquellas personas que han llevado al menos un curso de Teoría Literaria saben a lo que se refiere. Por ejemplo: Cuando Nabokov crea el personaje de Lolita no podemos creer que el escritor ruso haya tenido inclinaciones pedófilas ni mucho menos. Lolita es una trágica historia de amor que se sotiene por el carácter ficcional de la misma, mal hacemos si juzgamos la obra desde un punto de vista moral. Todo se circunscribe en torno a la ficción.

La actitud tomada por los señores de La Casa Verde está muy lejos de lo que se puede esperar de una librería abierta a la pluralidad, la tolerancia, el respeto a la creación y a los autores peruanos, como sí se da en otras librerías limeñas, como las señaladas líneas arriba.

Asimismo, José Antonio Galloso, en su blog, ha colocado un post sobre el tema de la censura, que coincide en muchos puntos con lo nuestro:

El escritor peruano Carlos Carrillo, después de reeditar su libro “Para tenerlos bajo llave”, salió muy tranquilo a dejar algunos ejemplares en las librería limeñas. En La Casa Verde dejó cinco libros que fueron recibidos sin mayor problema. Sin embargo, unos días después, el escritor recibió una llamada de la administradora del local en la que le daba un plazo de tres días para que los retirará ya que consideraba que el libro tenía un contenido “satánico, pornográfico y paidófilo” que no iba con la línea “decente” de su librería.

Este hecho ha desatado distintas reacciones dentro del mundo literario, por un lado están los que lo consideran un acto de “censura” y por otro los que consideran que la librería está en su derecho de elegir que vende y que no. Y, claro, también están los que se sumergen en los detalles técnicos como el uso de la palabra censura: “no se puede hablar de censura si no se trata de una medida impuesta por el Estado, ya que la censura de por si es una sanción oficial…”, e incluso se llega a la conclusión de que tampoco se le puede llamar “prohibición” ni “veto”, ¿entonces, que diablos ha ocurrido aquí?

Según el diccionario de la Real Academia de La lengua Española, censura significa: 1. f. Dictamen y juicio que se hace o da acerca de una obra o escrito. 2. f. Nota, corrección o reprobación de algo. 3. f. Murmuración, detracción. 4. f. Intervención que ejerce el censor gubernativo. 5. f. Pena eclesiástica del fuero externo, impuesta por algún delito con arreglo a los cánones. 6. f. Entre los antiguos romanos, oficio y dignidad de censor. 7. f. Psicol. Vigilancia que ejercen el yo y el superyó sobre el ello, para impedir el acceso a la conciencia de impulsos nocivos para el equilibrio psíquico. 8. f. ant. Padrón, asiento, registro o matrícula. Y censurar: 1. tr. Formar juicio de una obra u otra cosa. 2. tr. Corregir, reprobar o notar por malo algo. 3. tr. Murmurar, vituperar. 4. tr. Dicho del censor oficial o de otra clase: Ejercer su función; imponer, en calidad de tal, supresiones o cambios. 5. tr. ant. Hacer registro (‖ matrícula).

Queda claro que las tres primeras acepciones de censura y censurar son aplicables a este caso. La dueña de La Casa Verde ha hecho un juicio de la obra, ha reprobado y ha vituperado, por ende hablar de censura es válido. Ahora, es cierto también que las librerías tienen todo el derecho de decidir que vender y que no. Sin embargo, la manera en la que ha procedido La Casa Verde y los argumentos esgrimidos no han sido los más adecuados. No estamos hablando del valor literario del libro ni mucho menos. En este caso se está haciendo un juicio moral. El empleo de los adjetivos “satánico, pornográfico, paidófilo y decente” por parte de la dueña de una librería en la que se venden libros de Baudelaire, Miller y Sade, por nombrar algunos autores que tratan los mismos temas que Carrillo, es una contradicción evidente.

Por otro lado, si defendemos el criterio de selección de las librerías, cosa con la que estoy más que de acuerdo, entonces, ¿por qué La Casa Verde aceptó los cinco ejemplares del libro de Carrillo sin leerlo previamente?, ¿no sería lo más adecuado pedir primero un ejemplar para su revisión antes de aceptar nada?, ¿no sería más profesional y ético para una librería utilizar argumentos serios y no esa sarta de epítetos moralistas?, ¿o simplemente decir, no gracias, luego de la revisión? Me parece que La Casa Verde ha patinado. Y, por otro lado, ¿por qué, luego de las tres ediciones del libro de Carrillo, no existe otro caso semejante?, ¿es acaso que ninguna librería ejerce el “control de calidad” de La Casa Verde?, ¿es acaso que a ninguna librería le importa lo que vende y lo que no?

Parafraseando a Baudelaire: ¡Oh Satán, ten piedad de nuestra larga miseria!