UNA FALSA DICOTOMÍA SEGÚN ALONSO CUETO
El día de hoy martes, en su columna de Perú 21, Alonso Cueto reflexiona sobre una discusión que se viene arrastrando desde hace algunos años: la acalorada pelea entre andinos y criollos, y me parece que el cuestionamiento se refiere de solayo a las controvertidas opiniones vertidas recientemente por Santiago Roncagliolo sobre la "posible" división de la literatura peruana entre el "paradigma vargasllosiano" y el "paradigma arguediano".
Estoy de acuerdo con mucho puntos que, acertadamente, señala Alonso en su artículo cuando, por ejemplo, dice que no se puede encasillar la obra de un escritor como Vargas Llosa dentro de la literatura criolla, dado que su obra abarca diversos aspectos de la sociedad peruana, lo mismo podriamos decir del proyecto de Arguedas, sobre en obras como Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo.
Sin embargo creo que es preciso señalar que la división y el conflicto obedece por parte de los llamados "andinos" a un aspecto ideológico. Muchos de los suscriben el bando andino han declarado su beligerancia y militancia por las ideas de izquierda, es el caso de Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso; mientras que por parte del bando "criollo" solo Mario vargas Llosa ha promovido y sustentado la ideología liberal.
Creo que el debate va por ese orden de ideas, y más alla de las diferencias estéticas, lo que verdaderamente está detrás de todo este conflicto es la posición ideológica que asumen los contrincantes.
Los dejo con la interesante reflexión de Alonso Cueto:
Una de las características de la literatura es su capacidad por incluir la variedad de lo humano. Un escritor abarca territorios desde varias perspectivas y, con frecuencia, es difícil definirlo o catalogarlo en una sola. Me parece que esta verdad general puede aplicarse para comentar los falsos dilemas que vienen usando (otra vez) algunos agitadores que, con los conceptos antagónicos -y moralizantes- de 'andinos' y 'criollos', pretenden establecer diferencias entre escritores peruanos.
Mario Vargas Llosa, por ejemplo, no es un 'criollo' propiamente hablando. Catalogarlo de ese modo simplifica y desnaturaliza su gran obra narrativa y lo somete a una serie de malentendidos. Autor de una gran novela sobre los territorios de la selva, su galería incluye las llanuras por las que caminan los rebeldes de Antonio Conselheiro y, también, el sol ardiente que ilumina el delirante uniforme del presidente Trujillo.
Arguedas, por otro lado, convocado como un modelo, tampoco es un escritor cuya obra puede ser agotada con la categoría de 'andino'. En ese caso, también, su gran proeza narrativa sería simplificada y desnaturalizada. No solo describe ese laboratorio de migraciones y conflictos que es Chimbote en su última novela sino que, en sus obras cumbres -Todas las sangres y Los ríos profundos-, los personajes limeños, o con vinculaciones a la capital, están siempre presentes.
Arguedas y Vargas Llosa no son, por otro lado, personajes o modelos antitéticos. No solo se leyeron y admiraron mutuamente sino que sus obras, en cierto sentido, tuvieron un aspecto común fundamental: las relaciones entre la vida de sus personajes y el marco impuesto por la sociedad peruana.
Arguedas y Vargas Llosa no son, por otro lado, personajes o modelos antitéticos. No solo se leyeron y admiraron mutuamente sino que sus obras, en cierto sentido, tuvieron un aspecto común fundamental: las relaciones entre la vida de sus personajes y el marco impuesto por la sociedad peruana.
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Ninguna obra literaria de valor está escrita bajo concepciones morales del mundo. Los inquisidores que las esgrimen nunca han gozado leyendo un libro. Están demasiado ocupados categorizando y clasificando moralmente a sus autores. Solo eso los hace felices.