Y EL ATAQUE A "EL OJO QUE LLORA"
En su habitual columna de los lunes, en Perú 21, Alonso Cueto realiza una interesante reflexión sobre los años de violencia terrorista que conmovieron al país y trata de explicar algunas actitudes de la población que formó parte del conflicto. Los dejo con la importante reflexión de Cueto:
También es verdad que muchos peruanos sufrieron las agresiones salvajes y del instinto sádico de los senderistas. No podemos sino alegrarnos de que líderes como Abimael Guzmán estén presos, pues fueron los principales violadores de todos los derechos humanos.Y, sin embargo, tampoco podemos negar que gran parte de los peruanos que militaron en las filas de Sendero Luminoso lo hicieron al haber vivido en zonas con un Estado inexistente, donde nunca habían recibido la menor atención a sus necesidades más elementales. Sin educación, sin alimentación, sin justicia, con viviendas precarias, en la desesperación, la soledad y el absoluto silencio de la pobreza, una población se acoge con toda facilidad a un grupo guerrillero que los engaña, prometiendo una vida 'digna' y con 'justicia'.
Contar la infancia de muchos de los peruanos que entraron a militar a Sendero Luminoso quizá no justifique su decisión, pero creo que sí la explica. Y, desde el lado de una vida de comodidades, es imposible entender lo que ha sido y es la horrenda rutina de hambre y de desesperación para la inmensa mayoría de la población peruana, especialmente en las zonas rurales.
En ese muy amplio sentido, muchos de los senderistas también fueron víctimas de las injusticias de nuestra historia. Por eso, este monumento, en su simbolismo circular, los incluye. Su desgracia también es, o debería ser, la nuestra. Lika Mutal, la autora del monumento, ha dicho que debe quedarse como está, con las huellas de la violencia de estos días. Tiene razón. Es una prueba de que la guerra no ha terminado.