PARA TENERLOS BAJO LLAVE DE CARLOS CARRILLO
En un gesto propio de una sociedad retrógrada, medieval y represiva, la administradora de una librería local ha censurado el libro de un autor de Bizarro ediciones, Para tenerlos bajo llave, conminándolo a retirar los ejemplares del libro mencionado por tratarse un una literatura “satánica, pornográfica y pedófila”, según sus propias palabras.
Se trata de la administradora (o dueña) de la librería LA CASA VERDE, quien en un primer momento aceptó ingresar los libros de Carlos Carrillo, pero a los pocos días llamó al autor para avisarle que si no recogía los libros iban a tener otros fines diferentes a la lectura, por no decir que iban terminar en “la hoguera” de la censura y el olvido. Conmocionado por la noticia, el escritor censurado le preguntó, muy amablemente, a la sorprendida señora el por qué de su actitud, a lo cual, muy oronda, respondió que los libros no se encajaban en la línea “decente” de su librería y que le daba un plazo de 3 días para retirar los libros.
Cuando Carrillo llegó a la librería, ataviado con su indumentaria de rock “metalero”, poco le faltó a la susodicha señora para sacar su cruz y su rosario y arrojarle agua bendita al réprobo autor. Sin embargo, grande fue la sorpresa del escritor cuando entre los estantes de la ilustre librería encontró algunos ejemplares del Marqués de Sade, como La filosofía en el tocador, Las ciento veinte jornadas de Sodoma y Justine; Las once mil vergas de Apollinaire; Trópico de cáncer y Trópico de capricornio de Henry Miller; y, en una sección especial, muchos títulos de la buscada y reclamada colección La sonrisa vertical de Tusquet ediciones.
Cuando Carrillo le recriminó a la puritana señora por qué censuraba sus libros cuando en su librería encontraba título mucho más “escandalosos” que el texto que estaba retirando, la mujer no tuvo otro argumento que decir: “Eso lo decido YO, es mi librería”. Ante tamaña arbitrariedad, al autor no le quedó mas que mover la cabeza de una lado para otro y lanzarle una mirada de conmiseración ante un rostro que encarnaba la hipocresía e la intolerancia humanas en su máxima expresión.
A los pocos días, cuando un periodista de un diario de circulación nacional intentó realizar una entrevista a la “fiscalizadora” de la literatura que se publica en el Perú, el comunicador solo encontró un vergonzoso silencio. Ante la insistencia de sus preguntas, la “fiscal” de la narrativa peruana alcanzó a decir: “Eso lo decido YO, es mi librería”.
Día después, Oswaldo Reynoso, entereado de tan bochornoso acontecimiento, reflexionaba: “¿Cómo una señora puede darse el lujo de censurar a un autor cuando su librería lleva el nombre de un burdel?”. Efectivamente, ¿cómo se puede calificar a un autor de “satánico, pornográfico y pedófilo” cuando la mencionada librería lleva el título de uno de los más celebres burdeles literarios de la historia de la literatura peruana? Habría que poner en autos al gran Mario para que obligue a los dueños del establecimiento a retirar el nombre de la librería por otro que vaya mejor con la línea “castrante” y “fiscalizadora” de la misma, como por ejemplo: “La ciudad de Dios” o “Summa Teológica”.
En los próximos días estaremos preparando una carta de protesta firmada por muchos escritores locales que haremos llegar a todos los medios escritos y televisados porque no podemos pasar por alto tremendo atropello literario que vulnera no sólo la libre expresión de los creadores artísticos, sino que además delata uno de los grande males de nuestro sociedad limeña: la hipocresía y la doble moral.
Se trata de la administradora (o dueña) de la librería LA CASA VERDE, quien en un primer momento aceptó ingresar los libros de Carlos Carrillo, pero a los pocos días llamó al autor para avisarle que si no recogía los libros iban a tener otros fines diferentes a la lectura, por no decir que iban terminar en “la hoguera” de la censura y el olvido. Conmocionado por la noticia, el escritor censurado le preguntó, muy amablemente, a la sorprendida señora el por qué de su actitud, a lo cual, muy oronda, respondió que los libros no se encajaban en la línea “decente” de su librería y que le daba un plazo de 3 días para retirar los libros.
Cuando Carrillo llegó a la librería, ataviado con su indumentaria de rock “metalero”, poco le faltó a la susodicha señora para sacar su cruz y su rosario y arrojarle agua bendita al réprobo autor. Sin embargo, grande fue la sorpresa del escritor cuando entre los estantes de la ilustre librería encontró algunos ejemplares del Marqués de Sade, como La filosofía en el tocador, Las ciento veinte jornadas de Sodoma y Justine; Las once mil vergas de Apollinaire; Trópico de cáncer y Trópico de capricornio de Henry Miller; y, en una sección especial, muchos títulos de la buscada y reclamada colección La sonrisa vertical de Tusquet ediciones.
Cuando Carrillo le recriminó a la puritana señora por qué censuraba sus libros cuando en su librería encontraba título mucho más “escandalosos” que el texto que estaba retirando, la mujer no tuvo otro argumento que decir: “Eso lo decido YO, es mi librería”. Ante tamaña arbitrariedad, al autor no le quedó mas que mover la cabeza de una lado para otro y lanzarle una mirada de conmiseración ante un rostro que encarnaba la hipocresía e la intolerancia humanas en su máxima expresión.
A los pocos días, cuando un periodista de un diario de circulación nacional intentó realizar una entrevista a la “fiscalizadora” de la literatura que se publica en el Perú, el comunicador solo encontró un vergonzoso silencio. Ante la insistencia de sus preguntas, la “fiscal” de la narrativa peruana alcanzó a decir: “Eso lo decido YO, es mi librería”.
Día después, Oswaldo Reynoso, entereado de tan bochornoso acontecimiento, reflexionaba: “¿Cómo una señora puede darse el lujo de censurar a un autor cuando su librería lleva el nombre de un burdel?”. Efectivamente, ¿cómo se puede calificar a un autor de “satánico, pornográfico y pedófilo” cuando la mencionada librería lleva el título de uno de los más celebres burdeles literarios de la historia de la literatura peruana? Habría que poner en autos al gran Mario para que obligue a los dueños del establecimiento a retirar el nombre de la librería por otro que vaya mejor con la línea “castrante” y “fiscalizadora” de la misma, como por ejemplo: “La ciudad de Dios” o “Summa Teológica”.
En los próximos días estaremos preparando una carta de protesta firmada por muchos escritores locales que haremos llegar a todos los medios escritos y televisados porque no podemos pasar por alto tremendo atropello literario que vulnera no sólo la libre expresión de los creadores artísticos, sino que además delata uno de los grande males de nuestro sociedad limeña: la hipocresía y la doble moral.
Invitamos a los escritores a que se sumen a esta carta de protesta enviándonos sus mails de solidaridad ante tamaña arbritariedad.