21 August 2007

ALONSO CUETO Y LA SOLIDARIDAD CON LOS HERMANOS DEL SUR


SOBRE UN POEMA DE JOSÉ WATANABE

El día de ayer lunes, en su habitual columna de Perú 21, comentando un poema de José Watanabe que había posteado Gustavo Faverón en su blog, reflexionaba sobre el acto de solidaridad que debe existir en estos momentos de tragedia por los que atraviesan nuestros compatriotas del sur:

En estos momentos de enorme soledad de chinchanos, iqueños, cañetanos y, especialmente, pisqueños, me encuentro en el blog de Gustavo Faverón con un texto de José Watanabe. A propósito de la transfusión que recibe como paciente, la reflexión poética de Watanabe parte de una conciencia de uno y de los otros:

"Una delgada columna de sangre desciende desde una bolsa de polietileno hasta la vena mayor de mi mano. ¿Qué otro corazón la impulsaba antes, qué otro corazón más vigoroso y espléndido que el mío, lento y trémulo? Esta sangre que me reconforta es anónima. Puede ser de cualquiera. Yo voy (o iba) para ser misántropo y no quiero una deuda sospechada en todos los hombres. ¿Cuál es el nombre de mi dador? A ese solo y preciso hombre le debo agradecimiento. Sin embargo, la sangre que está entrando en mi cuerpo me corrige. Habla, sin retórica, de una fraternidad más vasta. Dice que viene de parte de todos, que la reciba como un envío de la especie".

La idea de la sangre compartida, como un envío de la especie, me parece conmovedora. La concepción de un cuerpo social hecho de la sangre común es la gran carencia de la historia peruana. La solidaridad, el sentido de pertenencia, ha estado ausente entre nosotros. La obra de nuestros poetas (esos creadores de los otros sismos, los de la conciencia), nos dice que, de algún modo, nuestra suerte depende de lo otro, de los otros. La poesía, conciencia del mundo, nos une a la gente que sufre y que espera. José lo sabía, algunos de sus lectores también y, quizá, gracias a desgracias como las que vemos estos días, algunos más terminen por saberlo ahora. La pobreza, la injusticia, la violencia, han existido en el Perú desde siempre. No debía haber hecho falta un terremoto para que lo comprendiéramos, aunque para algunos aún no será suficiente.