"Yo me siento estadounidense y peruano al mismo tiempo y creo que uno tiene derecho a formar parte de varios grupos y países"
En la sección Luces de El Comercio, Francisco Melgar entrevista a Daniel Alarcón con ocasión de la publicación de su novela Radio Ciudad Perdida, obra que recrea los años de violencia terrorista que vivió el país durante los años ochenta. En la mencionada entrevista, Alarcón se refiere al proceso de creación de la novela y cómo el tema de la violencia tocó a su familia, a pesar de haber emigrado a los EE.UU. Los dejo con algunas preguntas:
Es curioso, porque tu partida coincide con el inicio de la década más violenta de la historia del Perú contemporáneo. ¿En qué momento te diste cuenta de que el Perú no era exactamente el país que recordaban tus padres?
Nosotros nos fuimos en el año 80, cuando el Perú pasaba por un momento optimista: empezaba el segundo gobierno de Belaunde, se vivía un regreso a la democracia. Sinceramente, no creo que los peruanos podían imaginar lo que vino después. Pero en los viajes que hacíamos anualmente para visitar a la familia ya podíamos ver que la situación se ponía cada vez más cruda. Yo incluso llegué a estudiar aquí, en un colegio, jugando fútbol en mi uniforme gris.
¿Y cómo percibiste al país en ese momento?
Bueno, me encantaba estar aquí. Además, cuando uno tiene 8, 9 o 10 años, en verdad no entiende nada. Si había un apagón, era puro chongo para mí. Era como ir de vacaciones de verano, como salir de campamento. Yo era muy joven y no tenía las herramientas necesarias para entender lo que pasaba. Pasaron varios años para que pudiera recapacitar pensar y analizar lo que viví, lo que sucedió acá. Pero eso ya fue producto de estudio y de análisis.
A pesar de haber vivido en Estados Unidos durante la época del conflicto con Sendero Luminoso, mucha de tu narrativa gira en torno a esa época de violencia. ¿Cómo absorbiste esa experiencia viviendo en Estados Unidos?
Lo que pasa es que en 1989 la guerra tocó personalmente a mi familia. Entonces, tratar de entender qué era lo que había sucedido se convirtió en una obsesión familiar. No pudimos ignorar más lo que estaba sucediendo en el país. Al final, me tocó a mí ser el encargado de investigar. Me ayudó mucho ser extranjero, porque todos asumen que tú no sabes nada y te cuentan cosas que no le contarían a un peruano, y no hay roche en formular la pregunta obvia.
¿Qué investigabas?
No es ningún secreto, está en el libro de cuentos y en la novela. Se trata del caso de mi tío.
¿Pensabas escribir un ensayo, un cuento, una novela?
Pensaba escribir un ensayo. Pero al investigar me di cuenta de que habían tantos casos como el de mi tío que era importante ficcionalizarlo y no quedarme solo con los hechos sino expandir la óptica un poco.
¿Volverlo más universal?
Sí. Y me sorprendió el giro político que la novela fue tomando mientras la escribía. Yo quería un libro sobre la migración. En teoría comenzaba con un chico que viaja de la selva a la ciudad, un trayecto rural-urbano que acaba en el norte. Eso era lo que quería escribir, pero el tema de la guerra seguía presente. Ahora ya no quiero hablar más de política. Ahora quiero escribir mi novela de migración. Eso hizo que me diera cuenta de que uno nunca sabe a dónde se dirige lo que escribe. Uno tiene que dejar que los persoinajes hagan lo que les provoque, y seguirlos a donde vayan.