02 July 2007

ALBERTO FUGUET EN EL DOMINICAL


ESCRITOR CHILENO ENTREVISTADO POR CARLOS BATALLA

La lectura del suplemento El dominical de El Comercio despertó especial interés en mí por la entrevista que Carlos Batalla realiza al creador chileno Alberto Fuguet, en la cual se aborda temas como el nuevo público lector y lo que reclaman los jóvenes, el oficio del escritor en tanto persona pública, los medios de comunicación y su rol en la difusión de la cultura latinoamericana -en la cual hace especial mención a la labor de Iván Thays en Notas Moleskine-, y el controvertido caso Bryce. Los dejo con algunas preguntas:


¿Esa perspectiva de vivir en tu propio país, aunque conectado al mundo, te hace más proclive a escribir sobre asuntos nacionales?


-No lo sé, sinceramente. Pienso que uno se conecta con el país donde tiene sus raíces, o mejor dicho, donde uno quiere crear su obra. Puede haber gente que vive en Ecuador y que solo está interesada en la Roma antigua. Yo estoy conectado con mi país, pero eso no implica ser un vocero político o un chauvinista. Una cosa está cambiando: el pueblo ya no es tan analfabeto, puede seguir siendo pobre, pero en todos los países ha aumentado el número de alfabetos. Ahora hay más gente que sabe leer y escribir, es más crítica, tiene opinión. Antes nadie se hubiese atrevido a decir que tal escritor era malo, ahora la gente, los jóvenes sobre todo te pueden decir "no me gustas", te tratan de "tú" y no te consideran necesariamente un Dios; en mi caso, incluso, hasta me exigen "por qué no escribes de tal cosa", "por qué no pones la música de tal grupo en tus películas". Yo mismo nunca me habría atrevido a acercarme a Vargas Llosa para decirle "por qué escribes sobre Tahití, en vez de hacerlo sobre la segunda parte de La ciudad y los perros".


¿Qué temas de reflexión le exigirías hoy a un escritor?


-Creo que debería opinar más sobre los cambios culturales y sociales; tener esa curiosidad, más que saber quién ganará las elecciones en Francia. A un escritor no le corresponde hacerlo y habrá muchos analistas que lo harán mejor. Me parece más interesante analizar por qué los árabes nunca se van a integrar a la sociedad francesa, es decir, "darse cuenta antes de.". Creo, incluso, que los novelistas deben hacer eso también en sus novelas. Es una oportunidad legítima, más que escribir sobre el pasado.


Decías que los jóvenes de hoy exigen temas, nuevas formas y lenguajes. En ese sentido, ¿qué puede significar el desgaste de un escritor que siente que su mundo ya no comunica, y en ese trance el plagio se le vuelve una tentación? Pienso directamente en Bryce Echenique.


-Me gustaría saber más de ese asunto... Muchas veces he dicho que he aprendido de mis mayores, y este caso es uno más. Más que pensar en la cosa inmoral -sabemos que el plagio no es admisible, y hay leyes que lo castigan-, me interesa defender un caso distinto: el que ocurrió en Estados Unidos, el de James Frey y su extraordinario libro de memorias En mil pedazos, que después se descubrió que había 2% de mentira. Yo digo que en ese asunto 98% es verdad. Eso me basta. Ahora bien, en el caso de Bryce sí me parece que las columnas no pueden ser plagiadas. Una cosa es mentir o ponerle color a una historia, como hacen todos los escritores, pero plagiar ya es malísimo. Creo que el verdadero tema en Bryce no es tanto la cosa ética sino por qué tiene que exponerse a eso, por qué tiene que escribir en un diario; ¿no tiene suficiente dinero, necesita fama o mantenerse vigente? Un escritor tiene que ir manejando sus energías.
Reconocer sus propias limitaciones.- Pues claro, Vargas Llosa es un fenómeno y por eso es capaz de escribir en cualquier avión o en un aeropuerto. Pero si tú no puedes, no tienes por qué hacerlo. Por lo que deduzco en lo de Bryce, no es un problema económico, es más bien la idea de querer estar en todas, de participar, de no saber decir que no. Yo estoy aprendiendo cada vez más a decir que no. Y eso de que los escritores redacten tantas columnas termina haciéndoles más famosos como columnistas que como escritores. En Chile hay de esos que tienen programas de televisión o columnas muy leídas, y cuando salen a la calle todo el mundo los reconoce, pero nadie ha leído sus libros, o no han leído el primero por el cual lo contrataron.



¿Cómo observas la comunicación literaria entre nuestros países? ¿La globalización nos ha integrado o más bien nos ha aislado entre sí?


-Quizás como nunca, y me doy cuenta conmigo mismo, pues aquí en Bogotá como en Lima me suelen pedir libros míos que la gente conoce, pero que no están a la mano; quizás, digo, algo tendrá que ocurrir porque el sistema no está funcionando. Resulta que solo los libros editados en España llegan a todos los países, como si hubiésemos vuelto al colonialismo. Un colonialismo, además, que se expresó muy bien en los autores del boom, que publicaron todos en España. Ahora tengo que ir a Lima para encontrar escritores peruanos. Es como si estuviéramos viviendo en otro continente, hablando otro idioma. Yo estoy casi más al día con lo que está ocurriendo en África -exagerando la nota- que lo que está pasando en América Latina. En verdad, estamos súper incomunicados. Me doy cuenta de que nos faltan cosas, como un buen diario latinoamericano en Internet o en papel. No hay ningún servidor, excepto el de Iván Thays -que seguramente sólo lo leen los escritores- que se haga cargo de todo el continente, tal como lo hace The New York Times, con respecto a toda la cultura americana.