31 January 2007


NADINE GORDIMER Y SU BIÓGRAFO

El día de hoy miercoles, en la sección cultural de Perú 21, aparece una reflexión de José Miguel Oviedo sobre una polémica entre la escritora sudafricana Nadine Gordimer y Ronald S. Roberts. El artículo dice lo siguente:

Nadine Gordimer es uno de los nombres más respetados en el mundo intelectual de hoy. La escritora sudafricana ha producido una abundante obra (novelas, cuentos, testimonios, ensayos y otros géneros) que ofrece una visión a la vez crítica y compasiva de un país dividido por el oprobioso sistema de discriminación racial conocido como Apartheid y, luego, por las tensiones que enfrenta la sociedad poscolonial en su esfuerzo por reconciliar e integrar en una sola nación a blancos y a negros, a los antiguos amos y a los siervos.
En su obra, el motivo recurrente es la difícil encrucijada entre lo privado y lo público que encaraba una autora de raza blanca y descendiente de inmigrantes judíos, desde que decidió defender la causa de la población negra como la única posición moral posible. Quien quiera tener una idea de lo que significó esa valiente lucha puede consultar libros como ¿Qué le pasó a la hija de Burger? Cómo funciona la censura en Sudáfrica (1990) o Vivir con esperanza. Notas de nuestro siglo (1995). La Academia Sueca, tan sensible, por lo general, a los escritores que cumplen un papel relevante contra la intolerancia social o política, le otorgó el Premio Nobel en 1994.

Precisamente, por las actitudes que Gordimer ha tomado, su vida no ha estado ajena a polémicas y discusiones apasionadas. Sin embargo, ahora está envuelta en un debate de naturaleza literaria, aunque los contextos político, racial y personal no están ausentes. La cuestión surgió con la aparición de una biografía de ella escrita por Ronald S. Roberts, cuyo curioso título es No Cold Kitchen (La cocina no fría), posible referencia a la intrusión del mundo externo en el doméstico. La obra fue publicada en Sudáfrica por una pequeña editorial y hasta ahora, como consecuencia de la disputa que ha causado, las ediciones en Inglaterra, Estados Unidos y otros países han sido bloqueadas por Gordimer. Debido a eso, la obra resulta, por ahora, bastante inaccesible.
Sin poder juzgar el texto mismo, el asunto parece una mezcla de malentendidos, resentimientos y acusaciones entre Gordimer y su biógrafo. (De paso: la de Roberts no es la primera biografía de la autora; hay varias anteriores.) Todo comenzó bien: el proyecto fue debidamente autorizado por la escritora tras una larga serie de cordiales entrevistas entre ambos; quedó pactado que ella tenía el derecho de revisar y hacer sus reservas y objeciones al original. El problema es que la más grave de sus objeciones está relacionada con algo que cuestionaba su honestidad intelectual: la revelación de que ella presentó como auténticos ciertos hechos inventados en un texto autobiográfico de 1954 publicado en The New Yorker. Más extraño aun es que no se trataba de una total revelación, pues ella misma lo reconoció ante Roberts, pero no lo aceptaba en la biografía. La objeción era, pues, objetable.

Otro asunto cuestionado es político: la relación de Gordimer con el actual gobierno sudafricano y la negativa de este a reconocer la gravedad de la epidemia de sida en el país. Complicando todo está el hecho de que Roberts -un joven escritor de raza negra originario de Trinidad- ha sugerido que en la reacción de la autora hay algo de paternalismo cultural.

Creo que en el trasfondo de la polémica hay dos asuntos importantes que discutir: el de la dificultad de escribir la biografía de una persona viviente y en actividad, y la tendencia de esta a esperar una imagen glorificada o sanitizada de ella misma. Si Gordimer no quería correr esos riesgos, no debió dar autorización al biógrafo o advertirle que había áreas de su vida que no podían ser tocadas. Tal vez pensaba que, a sus 83 años, resultaba inmune a críticas demasiado duras. Esta actitud es habitual en personalidades que han alcanzado cierto estatus tras una extensa trayectoria, como la de esta autora. Tal vez debió considerar la posibilidad de que la biografía fuese publicada solo póstumamente. Claro que, en ese caso, ella ya no tendría control sobre lo que revelase de su vida y su obra. Pero, ¿acaso no es eso lo que le pasa a todo autor tras su muerte? Solo podemos embellecer nuestra vida hasta cierto punto y siempre y cuando nos crean.