EN EL DOMINICAL DE EL COMERCIO
Lo mejor del suplemento dominical del diario El Comercio, sin lugar a dudas, fue la entrevista que hace el escritor y poeta Jorge Eslava al también poeta Joaquín Sabina. Una entrevista deliciosa para los que hemos seguido muy de cerca la carrera del cantautor español. Los dejo con algunas preguntas:
En una visita anterior compraste una edición príncipe de Residencia en la tierra de Neruda. ¿Qué otros incunables atesoras?
Cuando me quité de los bares, no de la noche -porque de la noche no me he quitado nunca-, cambié un poco de amigos y ellos vinieron a poner un hombro donde apoyarme. Allí empecé a vivir otro tipo de fraternidad, varios de ellos, Chus Visor y Luis García Montero, sobre todo, son muy bibliófilos y yo que por temperamento soy adicto a las cosas, me puse a coleccionar igual que ellos y tengo maravillas: una segunda edición de El Quijote, todo Antonio Machado en primeras ediciones, el Romancero gitano de Lorca de 1928. Y por Vallejo, que es un poeta que me acompaña hasta hoy, he desarrollado una pasión bibliográfica en los últimos años. Ya había conseguido primeras ediciones de Poemas humanos, Los heraldos negros y acabo de comprar Trilce -en un estado espantoso-; incluso tengo una carta manuscrita de Vallejo.
¿Es todavía tu escritor de cabecera? ¿Qué te atrae tanto de él?
Me sigue volviendo loco su tristeza, su no pertenecer a ningún lugar, su estar siempre fuera de sitio, su modo de inventarse un idioma que nadie sabe cómo lo hizo. ¿Es verdad que lloras cuando lo lees? Me he vuelto bien llorón. No lloré cuando murió mi padre, ni cuando murió mi madre; hace mucho tiempo que no lloro por una chica y sin embargo, en los últimos años -pongo a la Jime de testigo- no puedo recitar a Vallejo sin llorar. No puedo. La verdad que no me preocupa, pero me crea problemas sociales. A punto me levanto y empiezo: "Considerando en frío, imparcialmente, que el hombre es triste, tose..." y a la altura de "lóbrego mamífero y se peina" estoy haciendo pucheros.
Cuando nos conocimos, tú recitaste los versos: "Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)". Esta última frase se ha convertido en el título de un libro sobre tu vida.
Encargué hace poco a un pintor español muy bueno llamado Luis Hernández Castillo un ex libris y me dijo que había que poner un lema y le dije: "Perdonen la tristeza". Mucha gente cree que yo soy una persona alegre, pero soy dado a la soledad y a la melancolía, y cada día más. Vallejo me entiende como nadie. No soy biográficamente tan desgraciado, ni mucho menos, como lo fue Vallejo; a mí me han protegido los dioses paganos por muchas cosas que ni quise ni busqué...
Hace algunos años se publicó un libro del autor de la célebre foto de Vallejo, que muestra la imagen de un hombre con sentido del humor, dicharachero, chispeante con los amigos...
He andado leyendo todas las publicaciones que hacía la Universidad de Córdova, los cuadernos que dirigía Juan Larrea, y sí, hay gente que lo conoció y dice que era un tipo alegre. Yo no lo creo. Lo que sé muy bien, porque lo conversé con Alberti y Gerardo Diego, es que cuando llegaba al café "Les Deux Magots", en la Plaza Saint Germain des Prés, todos los surrealistas y españoles que andaban por ahí le huían porque llevaba tristeza. Y además -que si Georgelle me oye, que me oirá, me mata- iba siempre suplicante. En la carta que yo tengo dice textualmente: "No tengo dónde caerme muerto". Su dolor está en el alma y nadie va a convencerme de que era un tipo que andaba contando historias divertidas.