02 May 2007

UNA MALA NOTICIA PARA LOS BORRACHITOS


PELIGRA EL BAR DE LOS PADRES DEL SOCIALISMO
(“Das capital” en el pub de Marx y Engels)

El desarrollo inmobiliario pone en peligro el célebre Red Dragon –ahora llamado The Crescent–, en Manchester. Pero no es el único: 56 pubs cierran cada mes en Inglaterra, abrumados por la competencia de los supermercados y las cadenas de locales. Una de las más civilizadas instituciones británicas está bajo amenaza.


Por Rafael Ramos


Nada como un par de buenas pintas de cerveza lager para elucubrar sobre la condición de la clase trabajadora británica... Es lo que hacían de vez en cuando Marx y Engels en el Red Dragon de Salford, un pub del suburbio industrial de Manchester, cerca del estadio de Old Trafford, cuando pasaban un fin de semana juntos para arreglar los problemas del mundo y escenificar la victoria final del socialismo.

Pero los vientos capitalistas y globalizadores zarandean el viejo y proletario Red Dragon, ahora llamado The Crescent, que ha sido puesto a la venta por sus propietarios, ávidos de maximizar beneficios en un negocio donde los números significan mucho más que la historia y la cuenta de resultados prima sobre el encanto, la tradición y las amistades peligrosas de décadas regadas con conversación y alcohol.

El pub favorito de Marx y Engels seguramente encontrará dueño; al fin y al cabo, Salford ha ido a la rueda de Manchester en la carrera hacia el progreso y la modernidad, tiene un hotel de cinco estrellas en el muelle, teatros, lofts y apartamentos de lujo en el cascarón de las antiguas fábricas textiles de color rojo y olor a explotación. La pareja de escritores y filósofos se llevaría las manos a la cabeza de ver hasta qué punto “das capital” ha ganado la batalla económica y social en el siglo y medio transcurrido desde sus citas en el Red Dragon.

Más negro se presenta sin embargo el panorama para 1.300 pubs amenazados de cierre en toda Inglaterra, víctimas de la competencia desleal de cadenas de supermercados que venden la cerveza, el whisky y la ginebra mucho más barato que los pubs. Y para los ingleses de clase trabajadora que viven con las libras contadas, ya sea en el paro o en empleos precarios típicos del siglo XXI, comprar la bebida en la tienda y bebérsela en los sofás de casa con la tele puesta resulta una tentación nada desdeñable, aunque tenga un punto de tristeza. Algo sobre lo que deberían meditar los pensadores del socialismo, si es que queda alguno...

Los pubs, símbolo de identidad del país y una de las más civilizadas instituciones británicas, se hallan en crisis. Hermosas fachadas victorianas, georginas o estilo tudor recubiertas de planchas de madera y cartón hacen daño a la vista en el East End de Londres, en Liverpool, en Manchester y en ciudades de todo el país. Y la culpa no es sólo de los supermercados, sino de la competencia de wine bars y establecimientos de diseño, de los gustos más pijos desarrollados por los británicos de toda clase y condición (por utilizar el lenguaje de Marx y Engels), y por su consolidación en grandes cadenas que compran locales aquí y allá, les ponen a todos el mismo nombre y abaratan costos ofreciendo tan sólo un par de tipos de cerveza que consiguen a precio especial –la clientela de un pub de Lewes, en East Sussex, decretó un boicot total cuando el bar de toda la vida eliminó el brebaje que se fabrica en el pueblo y lo reemplazó por cervezas de las marcas Heineken, Carlsberg y Stella, que vienen de más lejos, pero cuestan menos.

Cincuenta y seis pubs cierran al mes en Inglaterra, el doble que hace tres años, y no sólo en los pueblos, sino también cada vez más en las ciudades, donde el boom inmobiliario hace que resulte más rentable convertirlos en viviendas, como es el caso del Nell Gwynne, en los aledaños del Strand de Londres, el más antiguo de la capital y cuyos dueños tienen una oferta multimillonaria para convertir el edificio en prestigiosas oficinas.

Se dice que Engels, a mediados del siglo XIX, supervisaba por el día la industria textil de su padre en Salford, por la noche recorría los barrios pobres recopilando datos para su tratado sobre la condición de la clase trabajadora británica, y bebía en el Red Dragon cuando su amigo Karl venía de Londres a visitarlo. Pero como dice la tumba de Marx en el cementerio londinense de Highgate, “pensadores y filósofos se han dedicado a lo largo de la historia a pontificar sobre la manera de cambiar el mundo, pero lo importante es hacerlo”. Y en Inglaterra hasta el nuevo laborismo rosa de Tony Blair ha aceptado la victoria definitiva del capital y del mercado. Cheers!, como dicen los ingleses al brindar.

© La Vanguardia
(The New York Times Syndicate)