AUTOR PERUANO EN UNA EDICIÓN DE COLECCIÓN
Sin mediar una fecha celebratoria o algún homenaje póstumo, el suplemento El Dominical del diario El Comercio dedica, muy acertadamente, todo su contenido a analizar la vida y obra de uno de nuestros escritores capitales, en un esfuerzo por comprender la conocida y, muchas veces, mal interpretada obra de uno de los autores que mejor contribuyó a la comprensión del universo andino y la cultura de los Andes.
Sin mediar una fecha celebratoria o algún homenaje póstumo, el suplemento El Dominical del diario El Comercio dedica, muy acertadamente, todo su contenido a analizar la vida y obra de uno de nuestros escritores capitales, en un esfuerzo por comprender la conocida y, muchas veces, mal interpretada obra de uno de los autores que mejor contribuyó a la comprensión del universo andino y la cultura de los Andes.
Entre los artículos y ensayos que se publican destacan, a mi parecer, los de Peter Elmore y Luis Millones, y, sobre todo, la inteligente y bien llevada entrevista de Enrique Sánchez Hernani a la viuda de Arguedas, Sibyla Arredondo.
Lo que me llama la atención de la entrevista es la sección denominada MIRANDO AL ESCRITOR, en la cual se interroga a la viuda chilena sobre las lecturas literaria de Arguedas por aquella época, a lo cual la entrevistada señala que nuestro escritor leyó con mucho agrado Cien años de soledad de García Márquez y la obra del, por aquel entonces, joven escritor, Oswaldo Reynoso. Reflexionando un poco sobre lo que se meciona en la entrevista y haciendo un análisis de la obra de ambos escritores es perfectamente comprensible que José María estuviera muy atento a las publicaciones del autor de En octubre no hay milagros, dado que ambos escritores estuvieron muy preocupados por representar el mundo adolescente y juvenil en cada una de sus obras: recordemos el universo que se representa tanto en Warma Kuyay y Los ríos profundos de Arguedas, como en Los inocentes de Reynoso. En todos estos relatos notamos la recreación del mundo infantil y adolescente de los protagonistas, asi como el análisis psicológico de la etapa de crisis que caracteriza al universo juvenil. Alguna vez, Oswaldo me confesó que había escrito su libro de relatos bajo el tono intimista y confesional del primer cuento de Arguedas, Warma Kuyay, una suerte de híbrido lingüistico entre el qechua y el castellano.
Los dejo con dos preguntas de la entrevista:
¿Qué le conversaba José María deñ ambiente literario peruano de esa época? ¿Se molestaba, se alegraba de algo?
-No eramos de comentar mucho de la vida ajena y en cuanto a sus opiniones literarias u otras sobre tópicos parecidos, están expuestos con mucha sinceridad en sus artículos y diversos trabajos. Todo eso va en los próximos cinco o seis tomos de las Obras Completas que están listas para plublicarseHay múltiples estudios sobre la obra de José María, y los especialistas de literatura, sociología, antropología o etnología, principalmente, reclaman ese material para profundizar más en Arguedas y el Perú; desconocerlo es como si se mirara sólo unas pocas caras de un poliedro o una única cara de la Luna.
¿A qué escritores respetaba más?
-En El zorro de arriba y el zorro de abajo hace una pequeña disquisición sobre algunos escritores de esos años. Admiraba mucho a Juan Rulfo y esa relación era mutua; también a Guimaraes Rosa, de Brasil. Cuando llegué, en 1965, me pidió que leyera a Mariátegui, González Prada, Cieza de León. Él leía pero sin ansiedad; consultaba textos según la necesidad de sus trabajos: leyó con gusto Cien años de soledad. Seguía lo que publicaba Oswaldo Reynoso, entre los jóvenes; quizá había sido su alumno en La Cantuta o sus temas le parecían pertinentes. Le inquietaba la suerte de la juventud en el país.