30 December 2006


ENTREVISTA A GULLERMO NIÑO DE GUZMAN

En la pagina literaria Letras S5 acaba de aparecer una entrevista a Guillermo Niño de Guzmán realizada por el narrador Gabriel Ruiz-Ortega. A continuación, algunas preguntas de esta interesante entrevista:

- Guillermo, todo indica que no eres un escritor prolífico, sin embargo, tus libros de ficción se resisten en abandonar la parcela del olvido. En el caso de Caballos de medianoche, ¿cómo lo ves a ya más de veinticuatro años de haber sido publicado?

- Como un libro primerizo, con todos los aciertos y errores que ello supone. El problema inherente a todo primer libro es la falta de experiencia del autor. No sólo en cuanto a la vida sino en lo que concierne al trabajo del lenguaje, a la búsqueda y depuración de un estilo personal. Mirando eselibro con los ojos fríos de hoy quizá lo más rescatable sea la creación de determinadas atmósferas y de un tipo de personajes. Me refiero a esos ambientes lúgubres, mortecinos y sórdidos, así como a la desolación y sensación de derrota implícitas en la mayoría de los personajes. No me gusta releer lo que he escrito porque suelo encontrar fallas debidas a mi inexperiencia o falta de mesura. Recientemente tuve que volver a leer el relato "Carta a París" de aquel volumen -que, dicho sea de paso, es una historia que nunca me gustó mucho por su truculencia y porque aún no había conocido París y, por tanto, estaba basada en una información de segunda mano-, ya que me lo solicitaron para una antología (Pasajeros perdurables). Al releer el cuento percibí sus debilidades y me vi obligado a hacer una revisión minuciosa antes de enviarlo al editor. Desde luego, no creo que haya mejorado demasiado (¡hay varios remiendos!), pero, en todo caso, resulta menos deficiente que antes.


- Manejo la idea de que la poesía y el cuento están muy ligados en el detalle, digamos que se linda con la relojería. ¿Qué es lo que te atrae del cuento?

- Lo que me atrae del género breve es la concisión y la capacidad de concentrar todo un mundo en un instante. Hay escritores que edifican casas e incluso grandes edificios, mientras que yo me conformo con construir una habitación. A veces, incluso, con sólo una ventana por donde poder mirar. Por otra parte, a diferencia de la novela, en el cuento todo resulta esencial. En ese sentido, se acerca a la poesía y yo siempre he admirado mucho a los poetas (aunque soy incapaz de escribir un par de versos). Asimismo, creo que todo es cuestión de aliento creativo. Yo soy un gran lector de novelas y, sin duda, me gustaría ser capaz de escribirlas. Sin embargo, creo que ocurre algo similar a lo que se observa en el ámbito de los corredores: hay expertos en distancias cortas, medias y largas. Yo no puedo correr un maratón, ni diez mil o cinco mil metros, pero sí cien, doscientos y cuatrocientos metros planos. Y, quién sabe, tal vez me anime a probar en unos ciento diez metros con vallas...

- La primera vez que te vi tenía quince años, y te vi en televisión, en una entrevista que te hiciera Jaime Bayly. Lo recuerdo bien porque ese día falleció Julio Ramón Ribeyro y le rendiste un homenaje descorchando una botella de vino en pleno programa. Creo que nunca olvidaré un homenaje así. Tú fuiste uno de sus amigos más cercanos, ¿qué es lo que más recuerdas de él?

- Su complicidad. Bajo su apariencia tímida y distante, de cierta tristeza y apatía, ardía el corazón de un muchacho de barrio que había hecho todas las mataperradas de la infancia y adolescencia, y al que le entusiasmaba la camaradería y ese "esprit de corps" que caracteriza a un estrecho clan de buenos amigos. Por desgracia, durante gran parte de su vida el autoexilio que se impuso y una salud endeble fueron minando sus ganas de aventura. Sin embargo, tuvo el acierto de compensar esta situación arrojándose de lleno a la literatura, donde dio rienda suelta a sus pulsiones más íntimas y desveló su mirada escéptica e implacable. Lo curioso es que, si se lee con atención su obra -sobre todo, sus diarios-, se puede descubrir que no era nada indulgente consigo mismo, Por el contrario, era muy conciente de sus debilidades, yerros y fracasos. Para mí, pese a la gran brecha generacional que nos separaba, era como un amigo de mi edad. Sus tres o cuatro años finales fueron intensos, si no felices, ya que, para sorpresa de todos, decidió dejar de reemplazar la vida con la literatura y se zambulló en la aventura como un joven inflamado de ardor guerrero.
PARA CONTINUAR LA ENTREVISTA HACER CLICK.