17 September 2006


PREFIERO A LOS MALDITOS

El día sábado estuve de shopping literario con un amigo poeta, aprovechando un remate que había en la Librería La Familia de Diágonal (Miraflores). Siempre que he ido a remates he terminado defraudado porque, por lo general, rematan libros basura, pero esta vez, convencido por mi amigo de que este remate valía la pena, fui hasta la libreria con la esperanza de encontrar alguna joyita literaria o algún título que valga la pena.

Y, en verdad, había títulos muy buenos y alguna que otra joyita. Compré El último magnate de Scott Fitzgerald -la novela inconclusa de este autor que hace años quería leer-, El capitán salio a comer y los marineros tomaron el barco de Bukowski -las memorias de los últimos años del escritor de los marginales-, Viaje hacia el fin de la noche de Celine -que ya había leido en una mala traducción- y Poemas en prosa de Baudelaire.

Mi amigo insistía en que comprara un libro de Borges: Escritos recuperados. Ante mi negativa, me ofreció llevar un libro de César Aira. Le dije que no. Después insistió con City de Alessandro Baricco. Le dijo nuevamente que no. Finalmente, se dio por vencido. No es que no me gusten esos autores, es más, tengo muchos títulos de sus libros, pero mis preferencias son otras. Cuando fuimos a cancelar el importe de los libros, se percató de que todos los autores habían tenido una existencia muy atormentada y entregada al alcohol y que tenían mucho qué decir sobre la vida y sus vicisitudes. No hay nada qué hacer: prefiero a los malditos. En lo que escriben emerge una filosofía de vida que nadie podría transmitir de no ser por haber vivido una vida que se sitúa en los extremos y al filo de la navaja.

(En la foto: un maldito por excelencia, Charles Bukowski)