25 September 2006


CANTAR DE HELENA Y OTRAS MUERTES

Fernando Carrasco (Lima, 1976) es un narrador sanmarquino que acaba de publicar un libro de cuentos que lleva por título Cantar de Helena y otras muertes, un libro que, como sugiere el nombre, gira en torno al tema recurrente de la muerte y la reflexión de los protagonistas de las historias momentos antes de la llegada del momento final.

El autor pertenece a la nueva generación de narradores sanmarquinos que durante estos últimos años han producido textos literarios de muy buena calidad, entre ellos Miguel Ruiz Efio con La habitación del suicida y Pedro José Llosa con Protocolo de Rorschac. En el caso de Carrasco, su universo narrativo está poblado por personajes que se debaten entre la vida y la muerte y envueltos en una atmósfera opresiva, fantasmagórica y fúnebre.

Miguel Ángel Huamán, en el prólogo, señala lo siguiente con respecto al texto: "Los relatos que conforman este notable libro poseen una factura inusual en nuestra tradición literaria de inicios del siglo XXI. Sobre la base de un manejo pulcro y delicado de los recursos expresivos, que nos recuerda a Luis Loayza o a Jorge Eduardo Eielson, el autor logra despejar esa angustia que carcome al hombre posmoderno. Gracias a un dosificado manejo de la escritura literaria nos hace participar de un ritual sucesivo de muertes. No se piense que dicha opción le otorga al texto en general un tono doliente o patético, depresivo y obsesivo. Por el contrario, en cada uno de los personajes y en su disolución temporal brota, aparejada a la constatación de la muerte, la serenidad y el sosiego que reconcilia nuestra caducidad o temporalidad con lo infinito".

A las palabras de Miguel Ángel, habría que agregar que dentro de la construcción de cada personaje habita una actitud de resignación heroica ante la llegada inevitable de la muerte. Los personajes que presenta Carrasco a lo largo de todo el libro asumen la muerte como un hecho natural e inevitable, no huyen ante ella, sino que esperan su llegada de la manera más apacible y sosegada. En el primer cuento, encontramos estas líneas finales:

"Cuando empezaba a limpiarse los labios, lo atropelló otro acceso de tos, pero esta vez percibió un agudo temblor dentro de su cuerpo y luego ya no sintió absolutamente nada, aún cuando la sangre galopante comenzó a inundar su boca. Apenas le alcanzó la lucidez para notar cómo la luz del lamparín empezaba a apagarse o ¿acaso eran sus ojos los que se apagaban? Había conocido la luz y ahora iniciaba a las cavernas lentamente, pero a las cavernas de su propio cuerpo, las cuales en este último acceso de tos, desadoradamente, generosas, se abrieron para recibirlo.

La luz del lamparín parpadeo y terminó de apagarse".

Sin duda, un libro que merece leerse para poder acercarnos a la muerte sin temor a ser envueltos por ella.

1 comment:

Anonymous said...

MÚSICA SABROSA EN LA LITERATURA

La revaloración de situaciones y sectores poblacionales a los cuales se atribuía la incapacidad de producir arte y cultura porque sus actitudes no coincidían con lo establecido, es uno de los motivos que genera, desde mediados del decenio de mil novecientos setenta, la producción de libros de historia, análisis y ficción referidos a la música afrolatinocaribeñoamericana. La literatura latinoamericana ha sostenido su vocación ecuménica a partir de la asunción de grandes temas de nuestra historia; sin embargo, hay un grupo de escritores que abordan otros aspectos no menos valiosos, como es el caso de la música que aquí trato. Hay antecedentes, pero a mi modo de ver son dos las experiencias determinantes: la novela Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante y el énfasis que Rubén Blades ha puesto en la relación que hay entre la literatura y la música popular.


Rubén Blades creador de la Salsa Conciente.

En la literatura y el periodismo peruano, la música del Caribe tiene antigua data. La sátira a las cosas que pasan en el Pirú año de 1598 del andaluz Mateo Rosas de Oquendo da cuenta de ritmos que se bailaban en Lima: "La niña que nació aier.../ parece que en las caderas tienen un molino de aire. / Luego le mudan el son, / que son muertas por mudarse / y bailan en Puertorrico, / pobre del que lo tomare, / la zarabanda y balona, / la churumba y el taparque, / la chacona y el totarque / y otros semexantes, / nombres que el demonio a puesto / para que el hombre se enlaze / (...) / Pues pensar que no alternan / Los hombres con estos bailes / es pensar que son de piedra / y que tienen muerta la carne". (Rosas de Oquendo, Mateo. Bulletin Hispanique. Faculté des Lettres Hispanique- Université de Bordeaux, 1906, Página 269). Según Alejo Carpentier, se trata de danzas que, con muy ligeras variantes, se conocen con veinte nombres, siendo las que hoy conocemos por rumbas.

En su tradición "La Conga", escribe Ricardo Palma: "¡Vamos! Quien no vio bailar la conga no ha visto cosa buena y sabrosa..." y, más adelante, que fue: "el último chisporroteo del criollismo". (Palma, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Tomo III. Ediciones Peisa. Lima, 1969, Páginas 126-131). La conga, homónimo del ritmo caribeño (puede tener influencia de éste o aludir a la etnia africana de mayor presencia cuantitativa en el Perú) hizo de periódico oral en sus glosas cuando el Coronel Balta, que luchaba contra la administración del Coronel Mariano Ignacio Prado, llegó a Chiclayo en diciembre de 1867. Abelardo Gamarra "El Tunante" escribió en su artículo El Pianito Ambulante: "Nosotros hemos llegado a tal corrupción filarmónica popular, que hemos quedado reducidos a las tremendas e inaguantables cumbiangas, cantadas con voz nasal, en un mongongueo tan fastidioso y monótono..." y más adelante: "Allá por los años de 1868 o 70 comenzó para nosotros la importación inmensa de aires cubanos, las habaneras se repetirán con una profusión tremenda..." y lamenta que desaparezcan los aires criollos para dar lugar a "esos aires importados, cortados por la misma tijera". (Gamarra, Abelardo. En la Ciudad de Pelagatos. Peisa, 2da Edición. Lima, s/año, Páginas 176-186). La expansión de la música del Caribe, como vemos, ha tenido siempre los visos de una epidemia irresistible.