20 April 2008

HISTORIA DE LA FEALDAD


NUEVO LIBRO DE UMBERTO ECO

El dia de ayer, en la sección Luces de El Comercio, Enrique Planas escribe un artículo sobre el nuevo libro de Umberto Eco, Historia de la fealdad. El libro, que ya se puede encontrar en librerías limeñas, complementa el primer volumen del ensayista y novelista iltaliano, Historia de la belleza. Los dejo con unos fragmentos del artículo de Enrique Planas:

Repelente, horrendo, asqueroso, desagradable, grotesco, abominable, odioso, indecente, fétido, deforme, desfigurado, abyecto, repugnante, espantoso, hórrido... Es curioso ver cómo en el amplio catálogo de sinónimos para nombrar lo feo, --como analiza el escritor italiano Umberto Eco-- todas aquellas palabras tengan de forma inherente un marcado disgusto o violenta intolerancia. Lo feo nos disgusta, sea en la cultura y el tiempo que fuere. Por ello poco se ha estudiado y escrito sobre la fealdad, en un mundo dominado por lo bello, cotidianamente rendido a la estética de la época.

Tras la "Historia de la belleza", el ensayista y escritor italiano nos entrega su mucho más apetitoso y complejo complemento: "Historia de la fealdad" (Lumen), segundo tomo en el que se estudia cómo las distintas manifestaciones de lo hórrido, a través de los siglos, son más ricas e imprevisibles de lo que comúnmente se piensa. Ya era tiempo de que nos reconociéramos en aquel espejo que refleja nuestro deterioro, deformidad y humana corrupción física.

Citado por Eco, el filósofo Friedrich Nietzsche, en su libro "Crepúsculo de los ídolos", señala que "en lo bello el hombre se pone a sí mismo como medida de la perfección" y "se adora en ello". Por el contrario, lo feo --argumenta-- "se entiende como señal y síntoma de degeneración". Lo feo, en síntesis, es el odio humano a su decadencia. Para Eco, el argumento de Nietzsche, aunque "narcicísticamente antropomorfo", nos aclara cómo la definición de la belleza y la fealdad son conceptos que se implican mutuamente. Pero esta relación no es un simple contraste de contrarios. Para evitar confusiones, el autor distingue tres tipos de fealdad: la fealdad en sí misma, como pueden ser la carroña o un cadáver putrefacto, cuerpos que nos producen visceral rechazo; la fealdad formal, aquel desequilibrio entre las partes de un todo, que no nos escandaliza, pero que sí nos autoriza a juzgar la fealdad de una persona, animal o cosa; y, finalmente, la representación artística de ambas. "En la representación artística, lo feo imitado sigue siendo feo, pero recibe una reverberación de belleza procedente de la maestría del artista", decía Plutarco en su "De audiendis poetis". En ese sentido --apunta Eco--, "hay que tener presente que solo a partir del tercer tipo de fealdad se podrá inferir lo que eran en una cultura determinada los dos primeros tipos".