GRAVE DENUNCIA DE DISCRIMINACIÓN SEXUAL EN LA UNIVERSIDAD SAN MARTÍN DE PORRES
Por: Esther Vargas
Una universidad que forma periodistas y que -según el comercial que la promociona- "piensa en grande" no puede propiciar la intolerancia y la discriminación. Se supone que en sus aulas se prepara a comunicadores íntegros y valientes. Sin embargo, la tarde del martes me topé con una sorpresa: una profesora lesbiana resultaba incómoda, perniciosa y no grata.
Esa profesora soy yo. La universidad es la San Martín de Porres, Facultad de Ciencias de la Comunicación, donde estudié la carrera.Siempre creí que las organizaciones defensoras de las minorías sexuales exageraban cuando hablaban de discriminación sexual en el Perú. Pensaba aquello porque quizás tuve la suerte de no haber sido marginada en ninguna parte. En el aspecto laboral, precisamente, debo decir que en el desaparecido diario El Mundo, en La República y en Perú.21 -donde actualmente trabajo como editora de la sección Sociedad- jamás me he sentido marginada por mi orientación sexual, la misma que nunca oculté.
Esa profesora soy yo. La universidad es la San Martín de Porres, Facultad de Ciencias de la Comunicación, donde estudié la carrera.Siempre creí que las organizaciones defensoras de las minorías sexuales exageraban cuando hablaban de discriminación sexual en el Perú. Pensaba aquello porque quizás tuve la suerte de no haber sido marginada en ninguna parte. En el aspecto laboral, precisamente, debo decir que en el desaparecido diario El Mundo, en La República y en Perú.21 -donde actualmente trabajo como editora de la sección Sociedad- jamás me he sentido marginada por mi orientación sexual, la misma que nunca oculté.
Mis jefes y mis compañeros me trataron y me tratan con respeto y sin aspavientos. La condición sexual de sus periodistas no era ni es motivo de escándalo. Por eso, quizás, no me sentí tocada y hasta sospeché que se sobredimensionaba el problema.
Lo que realmente ocurre -entendería luego- es que los gays y lesbianas maltratados y/o desalojados o desplazados de sus centros de trabajo -sean instituciones públicas o privadas- no se atreven a denunciar por el miedo a que su familia, compañeros de trabajo o estudio, vecinos, y parentela en general, se enteren de 'su verdad'.
A lo largo de mi carrera he abordado el tema de la discriminación sexual por una cuestión de principios. Principios que -por suerte- siempre coincidieron con la política de los medios que me acogieron. Perú.21, de hecho, ha cuestionado y defendido estas causas desde su aparición, en 2002, cosa que me enorgullece y que me ha permitido sentirme muy cómoda.
No obstante, hay que decirlo, no fueron muchos los casos que han salido a la luz. Pocos se atreven a decir que por su condición homosexual fueron despedidos, humillados, presionados u hostilizados.El martes me tocó a mí y, por esos principios que menciono, no me lo voy a callar, así la imagen de la universidad que me dio la oportunidad de enseñar se vea afectada.
Posiblemente no solo soy parte de una minoría sexual sino también de una minoría dentro de esa minoría que no esconde su homosexualidad ante el mundo. Me refiero a mi pequeño mundo: mi madre, mis hermanos, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis jefes, mis colegas y. MIS ALUMNOS (sino todos, buena parte de los más de 500 jóvenes que desde marzo de 2007 contribuí a formar).
Para continuar con la lectura, hacer click aquí.
(Artículo tomado de Perú 21)