LOS AUTORES Y EL DEPORTE
La imagen del escritor como una persona bohemia y con una vida nocturna acelerada se viene al piso con el último artículo publicado en Domingo de La República por Rafael Robles sobre los escritores y el deporte. Y ahi lo vemos a Jorge Eslava como Boxeador, a Iván Thays como fanático del Winning Eleven, a Alonso Cueto en su faceta de tenista, a Sergio Galarza en plena cancha de fútbol y a Santiago Roncagliolo sentado frente a un tablero de ajedrez:
JORGE ESLAVA (BOXEADOR):
“Todo comenzó por accidente. Fui convocado para completar el equipo de San Marcos. Me dieron una paliza en mi primera pelea, pero me quedó la afición por este deporte”, cuenta el autor de “Cuentos horribles“, quien, sin embargo, es un golpeador tierno, un poeta que hace 400 abdominales al día. “El deporte me ha salvado porque ha sido un soporte emocional en mi vida. A mí me parece muy útil que los chicos lo practiquen, que se cuiden y aprendan a amar su cuerpo”, confiesa el Premio Internacional IBBY de literatura infantil.
IVÁN THAYS (JUGADOR DE WINNING ELEVEN)
Así como arqueros y boxeadores, los jugadores de PlayStation dependen de sus manos. Iván Thays es uno de ellos. Se reúne todos los viernes con 11 amigos (entre los que se encuentran los narradores Edwin Chávez, Johan Page y el poeta José Miguel Herbozo) para competir en campeonatos por parejas. Muy de vez en cuando los acompaña alguna bebida alcohólica. “Yo nunca tomo mientras juego. Al contrario, me enojo cuando mi pareja sí lo hace porque siento que baja su nivel”, confiesa, en ejemplar demostración de profesionalismo, el autor de la novela “La disciplina de la vanidad”, reconocida en el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos y en la que varios de sus personajes –escritores latinoamericanos jóvenes– también compartían el gusto por la consola.
SERGIO GALARZA (FUTBOLISTA)
El autor de “La soledad de los aviones” es hincha de Alianza Lima y fue campeón del torneo entre facultades de la Universidad de Lima, haciendo equipo con Jorge Eslava. “Era difícil hacerle un gol. También vehemente como yo, solía ser un poco difícil tenernos a ambos defendiendo una misma camiseta. Reclamábamos mucho”, recuerda con la satisfacción de haberla pasado bien con una pelota, la misma que hoy patea dando al 100%, la que lo obliga a meter la pierna fuerte como un adjetivo en alguna de sus historias de personas solas cuando el fútbol le deja un tiempo libre para la literatura, lo segundo más importante en su vida.
ALONSO CUETO (TENISTA)
“En el momento en que el tenista lanza magistralmente su bala, le posee una inocencia totalmente animal”, dice César Vallejo en uno de sus poemas. Para Alonso Cueto el tenis es una mezcla de elegancia y violencia que lo atrae desde el día en que, cuando tenía 9 años, su padre le regaló su primera raqueta. “Entreno dos veces por semana. Cuando mi entrenador no está, mi obsesión por este deporte me hace jugar contra la pared”, cuenta el autor de “La hora azul”, premio Herralde de Novela 2005. “Uno está totalmente solo en el momento en el que el otro va a sacar, sin nadie que te ayude. El escritor se encuentra igual frente a la página en blanco”, reflexiona después de dar un derechazo y clavar la bola en el vértice de la cancha número 3 del Club Suizo.
SANTIAGO RONCAGLIOLO (AJEDRECISTA)
“Mi pasatiempo es el ajedrez, pero no es un juego muy popular, así que solo tengo un rival: un viejo amigo peruano con quien me reúno dos veces al mes para jugar y tomar cervezas. Es un juego perfecto para un escritor, porque igual que las novelas, forma un universo cerrado, sin lugar para el azar, donde solo ocurre lo que el autor decide. Pero además, hay otro autor que arma su propio universo en conflicto con el de uno. Y cada rival expresa su personalidad en el juego.