AYACUCHO ESTÁ DE MODA
Hace unos días, conversando con Julio Humala, gran cantautor ayacuchano y eximio guitarrista de música vernacular, le comente que las dos últimas novelas peruanas, galardonas con sendos premios internacionales, están ambientadas en su Ayacucho natal (La hora azul de Alonso Cueto y Abril rojo de Santiago Roncagliolo). El cantautor me respondió que ya era tiempo de que esa tierra prodigiosa en artesanos y músicos empezara a figurar en la literatura oficial. Le mencioné también que la última novela que está escribiendo Oswaldo Reynoso recrea una historia que se desarrolló en la Universidad de Humanga y no dejó de mostrarme su felicidad por todas estas noticias.
Por otro lado, mi amigo Alexis Díaz me comentaba que la musica alternativa para los jóvenes urbanos de Lima no estaba constituida por Sonic Youth, Nirvana o Pearl Jam, sino que la verdadera música alternativa estaba constituida por nuestra música vernacular: los huaynos ayacuchanos, los huaylas del centro del Perú, los carnavales cajamarquinos. En este sentido, una tarea para los jóvenes de hoy es (re)descubrir este rica variedad de música y entender que existe un Perú paralelo al cual vivimos de espaldas y que nos negamos a conocer por falta de voluntad o quizá por prejuicio.
Durante el fin de semana, despúes de pensar en ambos temas, llegue a la conclusión de que una gran ausencia en las novelas de Alonso y Santiago es, precisamente, la música ayacuchana. La banda sonora de ambas novelas es casi nula. Y digo esto, porque en caso de llevarse a la pantalla grande las versiones cinematográficas de La hora azul y Abril rojo, la banda sonora de dichas versiones estará constituida por la música de Manuelcha Prado, Oscar García Zarate, Julio Humala y otros grandes músicos y cantantes ayacuchanos, para poder obtener el mayor grado de verosimilitud cinematográfica. Un ejemplo que se me viene a la memoria es la banda sosnora de la película Gregorio del grupo Chasqui, cuya música estuvo compuesta por el conocido grupo ochentero folk-rock Del pueblo y del barrio.
(En la foto: fachada de una de las tantas iglesias que abundan en Ayacucho)