08 January 2009

RUGITUS ET SILENTIUM


POEMARIO DE LUIS FUENTES R.

Me acaban de enviar el poemario Rugitus et silentium, poemario de Luis Fuentes R., de reciente aparición y que reúne un conjunto de textos poéticos visuales de carácter experimental. En la presentación del libro, Antonio González Montes tuvo las siguientes palabras para el texto:

Y en este año que ya culmina, el gran admirador y conocedor de la producción escrita de Ribeyro, y de la extensa y variada bibliografía nacional y extranjera sobre el gran cuentista limeño, nos vuelve a sorprender gratamente con la entrega de un flamante libro que es de su propia cosecha creativa y que pertenece al género literario más difícil y exigente: la poesía y cuyo certero título es Rugitus et silentium, expresión latina que significa: el ruido y el silencio.

El título nos parece muy sugestivo y preciso, a la vez, porque resume la esencia de la capacidad de comunicación del ser humano, sostenida precisamente por esa alternancia entre el sonido y el silencio. En efecto, para que nos podamos comunicar en el diálogo cotidiano (oral y escrito), en la literatura, en la música, nuestro lenguaje funciona a través de este contrapunto entre el sonido y el silencio, sin los cuales ni la emisión ni la recepción podrían cumplirse plenamente.

Pero el título del poemario que comentamos también podría entenderse en otro sentido y a través de él se establece una conexión entre lo que ocurre en la sociedad contemporánea y lo que dice el poeta acerca de ella. En efecto, vivimos en un contexto nacional y mundial en el que la presencia de los medios de comunicación es abrumadora y omnipresente. Las veinticuatro horas del día, los 7 días de la semana y los 365 días del año estamos recibiendo un bombardeo de mensajes audiovisuales e impresos que sin embargo nos dicen muy poco. Es decir, hay mucho ruido pero poca o casi nula comunicación. Circulamos por una torre babélica intentando oír y que nos oigan, tratando de que nos vean y que veamos al otro, y pese a todo, la incomunicación entre los seres humanos crece como los “nueve monstruos” de los que nos hablaba Vallejo en uno de sus proféticos poemas.

Lo que nos proponen los textos poéticos de Lucho es precisamente una comunicación menos ruidosa y más comprensiva. Una comunicación profunda y empática y en la que también tenga su lugar el silencio, para que podamos escuchar, reflexionar y extraer el sentido profundo de lo que se nos dice. Y de qué habla un poeta. Es difícil establecerlo porque la poesía es un metalenguaje: se construye con las palabras que todos empleamos cada día, pero a esas palabras las dota de una pluralidad de significados, de una expresividad y de un contenido muy ricos y que despiertan en los lectores distintas emociones, ideas, pensamientos, deseos, anhelos, sueños, etc. Ello ocurre cuando uno lee los poemas que Lucho ha creado con paciencia, lucidez y mucha fuerza expresiva.

Y aunque los poetas tienden a ser selectivos con los temas que eligen para la escritura de cada uno de sus textos- y Lucho no es la excepción- podemos afirmar que en la medida en que son seres humanos como todos nosotros, escriben finalmente sobre ellos mismos, sobre los otros y acerca de lo que anhelan, sueñan, recuerdan, temen, aman y creen. Por ello, un poeta que quiera definir el sentido de lo que hace podría hacer suyas las palabras del pensador español José Ortega y Gasset (1883-1955): “Yo soy yo y mi circunstancia”.

Eso mismo cabe decir de los 15 poemas que forman parte de la primera sección del poemario, “Rugitus”, que nos ha tocado comentar. Lucho Fuentes emplea la palabra poética para reflexionar acerca de sí mismo, en tanto ser humano y en tanto poeta, y sobre todo aquello que lo rodea (la mujer y los hijos a los que ama, la ciudad donde vive, los poetas a los que admira, Baudelaire, por ejemplo). En cuanto a las formas o estructuras que caracterizan a los textos de “Rugitus”, cabe decir que varios de sus poemas son extensos, los versos que construye igualmente se dilatan tanto que tienden a confundirse con la prosa poética, pero en todos los casos percibimos la presencia de un ritmo muy armonioso y envolvente que facilita la lectura del discurso poético que es muy denso y cargado de muchos simbolismos antropológicos, religiosos.

En algunos de sus otros poemas, Lucho prefiere la forma breve, transparente, el mensaje directo y cargado de afectividad. Tal ocurre, por ejemplo, en el texto sin título y cuyo primer verso dice: “Mujer que estás en mi vida”, donde además podemos advertir reminiscencias de la oración del Padre nuestro y de un poema de Vallejo. Apreciemos esta lograda fusión de poesía y de amor integral que el poeta consigue en estos versos:

“Mujer que estás en mi vida, / mi amor santifica tu nombre. /Vengan de ti todos mis críos, / y benditos sean / estos frutos de tu vientre; / hágase de ti todo mi aliento”, p. 15.

Los dejo con un poema del libro:

Último aposento


Amplios ventanales
donde se tamizan
oquedades y principios.
Tulipanes de fuego
enredándose en ojo celestial:
oscura luz del Averno.
Silencio perpetuo,
ígneos y luminosos abismos
salpicados de lamentos.
Apoteósico aposento,
última morada de mis
moradas procesiones.
Tibio y santo sepulcro,
por ti navego,
hacia ti navego,
en este charquito
—gloria infinita teñida de negro—
donde mis penas
chapotean regias,
olorositas,
modositas todas.