23 January 2009

200 AÑOS DE POE & SIA


RECORDANDO AL POETA POE

Hace algunos días se conmemoró los 200 años del nacimiento de uno de los más grandes escritores norteamericanos y padre del cuento de misterio y de terror, Edgar Allan Poe. Debo confesar que durante mucho tiempo he vivido fascinado por la figura de este narrador y poeta, y las biografias que leí fueron acrecentando esta fascinación; sin embargo, en honor a la verdad, me sentí un poco decepcionado cuando descubrí que "el tal Poe" se embriagaba con dos vasos de whisky. Asi no, pues. En un mundo paralelo me hubiera gustado llevar a Poe a visitar las 7 cantinas en el Centro de Lima, y hubiera empezado en el Queirolo para terminar en el Etnias o el Yacana Bar, pasando por el Munich, la Rockola, el Mao Bar, el Averno y otros lugares de dudosa reputación, pero "el tal Poe" no me hubiese durado ni un par de rondas de chelas. En fin, cosas de bebedores.

Este poema es el que más recuerdo del poeta Poe:

ANNABEL LEE

Hace de esto ya muchos, muchos años,
cuando en un reino junto al mar viví,
vivía allí una virgen que os evoco
por el nombre de Annabel Lee;
y era su único sueño verse siempre
por mí adorada y adorarme a mí.

Niños éramos ambos, en el reino
junto al mar; nos quisimos allí
con amor que era amor de los amores,
yo con mi Annabel Lee;
con amor que los ángeles del cielo
envidiaban a ella cuanto a mí.

Y por eso, hace mucho, en aquel reino,
en el reino ante el mar, ¡triste de mí!,
desde una nube sopló un viento, helando
para siempre a mi hermosa
Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de mí;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla allí.

¡Oh sí! -no tan felices los arcángeles-,
llegaron a envidiarnos, a ella, a mí.
Y no más que por eso -todos, todos
en el reino, ante el mar, sábenlo así-,
sopló viento nocturno, de una nube,
robándome por siempre a Annabel Lee.

Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,
más grandes que ella fue, que nunca fui;
y ni próceres ángeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en sí,
separarán jamás mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.

Pues la luna ascendente, dulcemente,
tráeme sueños de Annabel Lee;
como estrellas tranquilas las pupilas
me sonríen de Annabel Lee;
y reposo, en la noche embellecida,
con mi siempre querida, con mi vida;
con mi esposa radiante Annabel Lee
en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.