Los dejo con algunas preguntas:
¿Tiene la literatura hispanoamericana su propia identidad en el género bizarro?
No precisamente una identidad bizarra, pero hay muchos escritores que se han propuesto abordar estos territorios. Recién en estos últimos años los escritores latinoamericanos se han animado a explorar mundos bizarros y extravagantes. En el 2007 editamos en Perú una antología de narrativa y poesía, Abofeteando a un cadáver, que recogía los textos de aquellos escritores que habían abordado temas de este tipo y que tuvo una buena acogida en los lectores y en los medios. Sin embargo, esto recién empieza. Hace falta hacer un llamado a todos los escritores latinoamericanos para que sigan desarrollando la literatura bizarra.
¿Exige este género al autor, llevar una vida díscola que le permita experimentar situaciones extremas como las que se describen en sus obras?
De ninguna manera. La literatura funciona en el terreno de la ficción. Aquel escritor que pretenda llevar una vida disipada para después trasladarla a la página en blanco, lo único que logrará es crear una obra vacía e impostada.
¿Hay entre usted y la literatura un amor bizarro?
Más que un amor bizarro, lo que existe es una relación de interdependencia tormentosa entre los dos. No podría concebir la vida sin escribir y creo que la literatura necesita de alguien que canalice esa temática bizarra que muchos no se atreven a abordar.
¿Qué autores han influido en su obra?
Podría escribir una larga lista de autores y obras, pero en lo fundamental he sido un lector apasionado de la obra de Catulo, Francois Villon, Baudelaire, el Conde de Lautremont, Stendhal, Chejov, Jarry, Celine, Miller, Scott Fitzgerald, Salinger y Carver; y en el Perú de Ribeyro, Vargas Llosa y Oswaldo Reynoso, la versión caicediana en nuestro país.
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