27 April 2009

ATROPELLADO POR LA COMBI



Mi odio por la cultura combi (y por las combis, de pasadita) data desde el año 1992, en que el nefasto gobierno del genocida Fujimori permitiera su importación para dar trabajo a los millones de despedidos que produjo su shock económico. Este odio no era irracional, como se supone que es este sentimiento, sino que resumía mi rechazo a la informalidad, el caos, la suciedad, la arbitrariedad, el desacato y la prepotencia que significaba el nuevo mundo que se avecinaba con el advenimiento de esta nueva forma de transporte y la cultura que se iba a desprender de él.

Finalmente, poco a poco, fui entendiendo este fenómeno popular y emergente y pude vislumbrar el surgimiento de una nueva cultura gracias a las lecturas de autores como José Matos Mar, y su clásico El desborde popular; y Guillermo Nuggent, con El laberinto de la choledad, autores que me ayudaron a comprender todo este fenómeno de la informalidad y la aparición de un nuevo rostro en la sociedad peruana.

Llegué a acostumbrarme a la cultura combi, como muchos de los peruanos de aquella época, y a convivir con sus virtudes y defectos. Sin embargo, justo ahora, cuando ya me había reconciliado con este nuevo mundo, cuando ya había hecho las paces con esta nueva cultura, tenía que pasar esto: sucede que el día domingo, mientras practicaba mi acostumbrado recorrido en bicicleta, por el malecón de Miraflores, cuando ya regresaba a casa, en la Avenida Benavides, fui embestido por uno de esos irracionales conductores y terminé internado de emergencia en el Casimiro Ulloa. Al parecer, las combis habían aguardado mucho tiempo para concretar su venganza, después de tantos años de rechazo y desprecio.

A Dios, gracias, que no pasó a mayores y solo fue una fuerte contusión en la rodilla y algunos raspones en los brazos y la espalda; y por un momento, mi odio y rechazo nuevamente volvieron a mí, ahora con mayor intensidad. Pero no caeré en la estupidez de rechazar a la cultura combi por la culpa de un salvaje al volante. No puedo perimitir que el odio se apoderé de mí. Este nuevo Perú y su nueva conformación social ha permitido que nuestro país sea un lugar más rico y maravilloso, culturalmente hablando, y que lo que Arguedas deseaba con fervor y devoción, es decir, la fusión de todas las razas y todas las sangres, poco a poco se está logrando. Por el momento solo me conformaré con postear algunas notas de prensa sobre algunas presentaciones de libro y aquello que en la medida de lo posible pueda realizar.