TEXTO DE PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA DE LITERATURA BIZARRA
Por: Juan Carlos Cucalón
Ayer escuché comentar que había sido el día más caluroso del año. Claro que sentía calor. Sí, el ventilador de la metro vía no abastece ni siquiera cuando los vagones van vacíos. Así es Guayaquil, pensé y creo que lo dije en voz alta también por que hubo gente que volteó a mirarme con cierta expresión de reprimenda. Serrano ha de ser, parecían decir sus ojos, muecas, cejas arqueadas y gotas de sudor.
Por: Juan Carlos Cucalón
Ayer escuché comentar que había sido el día más caluroso del año. Claro que sentía calor. Sí, el ventilador de la metro vía no abastece ni siquiera cuando los vagones van vacíos. Así es Guayaquil, pensé y creo que lo dije en voz alta también por que hubo gente que volteó a mirarme con cierta expresión de reprimenda. Serrano ha de ser, parecían decir sus ojos, muecas, cejas arqueadas y gotas de sudor.
Debe ser el día más caluroso de este invierno, pensé, cuando descendiendo de la plataforma de la metro vía en la estación de la Universidad Estatal, Tulcán y Primero de Mayo, encontré descansando sobre dos informes pilas de ceniza gris lavanda sendos teléfonos celulares que beepeaban frenéticos entre sí. Se enviaban mensajitos de gran resolución con emoticones y todo a velocidades inverosímiles. Qué cosa tan rara. Intrigado me acerqué a las cenizas apestosas a cacho de vaca y sentí la vibración ardorosa que impulsaba la comunicación de los teléfonos.
Ahora que escribo pienso que debió darme miedo, pero, con cierto grado de conmoción recordé a BIZARRO, Ediciones.
No he escrito aun la presentación, me castigué con el recuerdo de la falta. Y, el susto me duró poco. Mi vida es perfecta, recapacité. “Abofeteando un cadáver” es un título más que sugerente, muy propio, justo para una antología de literatura bizarra. La memoria me trasladó al índice de este libro, un grupo de poesía y otro de narrativa. Trece poetas versus trece narradores. Casi como si fuera el guión de un especial de halloween en Los Simpsons. No dudé en el parangón y como no los conozco, fantasee, secretamente sobre el parecido entre Mat Groening y Max Palacios.
Las confesiones no incluyen culpa o tratan de lavarla tras la penitencia, no es mi caso por que el imaginar no completa el delito; pero, de todos modos, enfrente del agraviado es de caballeros “Pedir Disculpas”: A mi favor solo tengo que decir que mi espíritu impresionable quedó muy remecido luego de líneas como “el mecanismo impulsor del monstruo es una bomba de tiempo”, de Willy Gómez y que inicia la antología. Solo podría entonces hacer una venia y como dice Leo Zelada, “delineando el atormentado trazo de mi piel…, regalar una mirada real” al compilador, No he querido ofenderlo don Max.
Desperté del encantamiento por los insultos e imprecaciones que los usuarios de la metrovía me espetaban ya que desde quien sabe cuanto permanecía interrumpiendo la salida de la plataforma. La decisión fue rápida, pensé en el prólogo y la justificación sobre el calificativo de esta antología: Bizarro. Coincidimos desde el principio. Sin vergüenza y a pesar de que los usuarios y peatones me miraban despreciativos, tomé los celulares. Esto tiene que ser una visón premonitoria y, además, necesaria. El acontecimiento fue raro, Bizarro. Para nada gallardo o apuesto, no. Raro y extraño. Jamás podría calificarlo de valiente o arrogante; extravagante, sí. ¿Existen las casualidades? No, dijo un día mi abuelita, Las casualidades son el universo de los buenos mentirosos. Bizarra mi Mamita querida.
Para continuar con la lectura, aquí.