UNA DIATRIBA
Por: Rodlfo Ybarra
La cámara frigorífica del libro, así se debería llamar esta institución que ha usurpado el justo término y el buen título de una institución supuestamente dedicada a la difusión de la literatura y de la cultura en nuestro país, cuando en realidad se ha dedicado a desmerecer y lucrar con el “buen” nombre de los escritores y de las editoriales con intereses subalternos. Dicen que es una institución privada (¿no habrá alguien por ahí que lava su dinero o que quiere hacerse el cultoroso para encubrir alguna acción ilícita?), por eso hace lo que quiere y no le rinde cuentas a nadie, se empecina en creer que la cultura es esa comida para perros, ese vomitivo remedo de aullidos enajenados como Gianmarco Zignago (ver entrevista a D. Moromisato, el lado visible de este endriago) quien le cantó una canción de amor al delincuente Bush (y ahora último, como buen cortesano le sobó la barriga al Ubú Rey Alan García); o peor, cree que la vendida Cecilia Barraza o ese grupete de rockeros plagiadores de canciones desconocidas como “Zen” son de necesidad en una feria del libro (¿?), sólo falta que terminen invitando a Tongo, Abencia Meza, kike “suero” o al “Grupo 5”; quizás ellos “puedan llevar más gente” (que es lo que en realidad buscan) y representan más certeramente lo que es, en realidad, la cultura peruana.
A esta fría institución metálica y crematística no le basta con haber mudado su armatoste de circo europeo al Jockey Plaza, popular centro de reunión de la clase media ascendente, sino que, aparte de cobrar entrada (por más que sea un sol), se empecina en difundir escritores que viven de espaldas a la realidad peruana, escritores que arañan el cielo cuando hablan de libros de autoayuda o de “Zonas Erógenas”, escritores que se deleitan en la evasión de una realidad que le ha sabido premiar con migajas y con puestitos estratégicos en la faja de transmisión de la cultura peruana, y se flagelan y tasajean cuando le hablan de que hay escritores andinos o serranos, o cuando les dicen que hay una literatura asimétrica, una literatura del proceso de guerra que se vivió en este país (algunos, los más avezados, les gusta coger con la punta de los dedos estos temas para llenarse los bolsillos y crear seuda controversias cuyo mayor fin es inflar sus cuentas bancarias) .
Pero la gran falla de esta Cámara Frigorífica del Libro, como se está viendo ahora, siempre va a ser la promoción de editoriales jóvenes a quienes últimamente se ha encargado de ningunear por temor a la potencial competencia en que se están convirtiendo, no hay otra razón visible; el gran monstruo editorial, como en la ley de la selva, se come a los más pequeños. Peisa que es el pequeño monstruo, o el mediano, supuestamente encabeza esta lista de vetados, pero Peisa no es más que una editorial invitada al ALPE (Alianza Peruana de Editores) que está conformada por otras editoriales más pequeñas como Jaime Campodónico, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Asociación Cultural Antares, Sarita Cartonera, Estruendomudo, Matalamanga, etc. Hay un asunto de costos y de precios que salta a la vista si comparamos libros de editoriales grandes con editoriales pequeñas, algunas de estas últimas han ofrecido libros desde diez soles, ahí la verdadera razón y el real juego que hay detrás de todo este veto. Competencia desleal le llaman los antropófagos editoriales.
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