HOMENAJE A UN ESCRITOR SOLITARIO
En una carta que Franz Kafka dirige a Max Brod le confiesa que su felicidad sería "vivir en un sótano oscuro donde solo hubiera una mesa, una silla y una máquina de escribir, y dedicarme a escribir dia y noche, y solo levantarme para recoger sus alimentos". Este sueño, jamás se le concedió al escritor checo, dado que toda su vida tuvo que compartir su oficio literario con trabajos de oficinista.
La lectura de Kafka, ya sea de sus novelas o relatos, siempre me ha parecido angustiante, como lo fue la vida de sus personajes. La atmósfera opresiva que va creando en sus textos termina por atraparnos y asfixiarnos, teniendo muchas veces que oxigenar la lectura de su obra con alguna revista o libro que no requiera de mayor esfuerzo intelectual. Hoy día 3 de julio año se cumplen 125 años del nacimiento del escritor checo y el mundo se apresta a celebrarlo. En La Jornada de México encontramos la siguiente nota:
“Si el libro que leemos no nos despierta con un puñetazo en la cabeza. ¿para qué lo leemos? (...) Un libro tiene que ser el hacha para el mar congelado en nosotros”, escribió Kafka en una carta.
El escritor nos dejó muchas hachas. La metamorfosis, por ejemplo, en la que Gregorio Samsa se despierta convertido en insecto.
El escritor nos dejó muchas hachas. La metamorfosis, por ejemplo, en la que Gregorio Samsa se despierta convertido en insecto.
Tuvo dos vidas: de 8 a 14 horas se ocupaba de accidentes de trabajo en fábricas, y en la noche, cuando la casa por fin estaba en calma, escribía sus historias. Cuál de las vidas era la auténtica, para él estaba claro, pero nunca pudo hacérselo entender a sus padres.
“Tenía conciencia de que vivía en la lengua. La lengua fue por así decirlo su oxígeno, su material de vida”, asegura su biógrafo Reiner Stach. Escribir era su trabajo, casi una adicción. Con su lenguaje, el autor de La condena y El proceso creó mundos e historias que a menudo se describen como surrealistas, irreales, oníricos. Pero los relatos de Franz Kafka deben tener algo muy real, de otro modo no conmoverían a tantas personas, desde el continente europeo a Japón, de 1908 hasta la actualidad.
Como nadie, Kafka dominaba los relatos e historias narradas con precisión. En su testamento incluyó sus siete obras publicadas y en el lecho de muerte seguía escribiendo.