ENTREVISTA SOBRE ASAMBLEA PORTATIL
1. ¿Cuál fue el criterio principal para reunir y seleccionar los textos incluidos en el proyecto (ojo que hablo de textos y no de autores)?
Bueno, el proceso de selección de Asamblea portátil empezó en mayo de 2008 y concluyó de manera oficial en diciembre del mismo año. Originalmente, la compilación era más lúdica, se llamaba 12-pack e incluía, como es de esperarse, doce autores. Durante ese período (tres meses aproximadamente) trabajé con una muestra de 28 escritores, quienes participaron sabiendo que sus textos pasarían por un proceso de pre-selección y que habría sólo 12 finalistas. Después de decidirme por los primeros doce, sin embargo, me di cuenta de que me interesaba añadir unos cuantos textos más de esa primera convocatoria y al mismo tiempo abrí una segunda para completar la participación de algunos países que habían quedado fuera durante la primera selección (el número de pre-seleccionados pasó de 28 a 38, y el de países de 10 a 13). Así fue como finalmente llegamos a los 25 narradores que componen el muestrario. El objetivo primario era hacer una muestra de narradores nacidos entre 1976 y 1984, autores bastante contemporáneos que no hubiesen sido tocados por otras antologías de narrativa continental, luego, al extenderse la convocatoria, el rango final se definió entre los años 1974 y 1987. Todos los narradores, finalistas o no finalistas, enviaron tres textos representativos de su obra, que era el requisito básico para participar. Esta compilación, en el fondo, parte de la selección que los propios autores hicieron; suelo trabajar de ese modo en la revista que dirijo porque el trabajo del compilador es siempre arbitrario; en cambio, si el propio autor es quien da el primer paso, de algún modo la selección es un poco más justa, porque en definitiva tratas con textos que los autores aprecian. Hubo tres casos en los que pedí textos específicos (Miguel Antonio Chávez, Claudia Apablaza y Mónica Belevan), pero la mayoría son producto del proceso que te acabo de detallar. También sería importante resaltar que esta compilación ha ido metamorfoseándose con el paso de los meses, y eso es algo que me ha parecido fascinante ya que de algún modo me he tenido que ajustar a ella, a los autores, y no ellos a mí. El hecho de que Asamblea portátil sea un muestrario de 25 narradores, bastante voluminoso, la verdad, dice mucho de este último punto. Aquella idea original de los doce cuentos, aunque hubiese sido menos costosa para una editorial, no alcanzaba para hacer una selección representativa. No sé de muchas editoriales que se animen a publicar a tantos autores es un solo volumen, y por eso quiero resaltar el interés que Editorial Casatomada ha tenido desde que le propuse el proyecto, porque así como Casatomada dijo que sí, hubo editoriales en Perú, México y España que desestimaron el proyecto por diversas razones, entre ellas la de la extensión, aunque también hubo algo de miedo a invertir en autores muy recientes.
2. En el prólogo del libro señalas que esta antología pretende ser una muestra de la narrativa iberoamericana última, que se distancia de la etiqueta de la literatura del Boom y Postboom, ¿hasta qué punto se puede ser parricida en ese sentido, si tú mismo admites la influencia de los escritores del Boom en esta muestra?
En principio, el parricidio es algo en lo que yo no creo, sería un poco inocente pensar que el padre no existe, todo el mundo proviene de algo, y todo artista tiene uno o más padres (creo, por ejemplo, que no reconoceríamos a Mario Vargas Llosa sin su cuota de Faulkner o Flaubert). Sin ir muy lejos, yo siempre cito cuatro padres cuando hablo de mi propia obra. Porque es innegable que lo que se llaman influencias, o préstamos o diálogos, según quien recite, pertenecen al proceso creativo de cualquier obra, sea esta literaria, pictórica, arquitectónica o cinematográfica. Nadie es 100% original, sobre todo después de miles de años de producción artística. A veces te topas con entrevistas con autores que dicen haber matado al padre y que sin embargo continúan los caminos de ese padre supuestamente muerto. Pienso que las influencias no restan originalidad, y no deben darnos miedo en la esfera pública, son parte de lo que nos hace únicos y siempre deben mencionarse. En mi opinión, es el amasijo de fijaciones que cada quien tiene, y lo que te han inculcado, lo que te hace distinto, pero esa distinción, al mismo tiempo, mantiene evidentes conexiones con textos y figuras pasadas, nada es gratuito en el arte ni en la contabilidad, para tal caso, toda actividad cuenta con algún tipo de intersección. Lo que señalas respecto al prólogo es cierto. Hablo de una falta de rechazo a ultranza al Boom y al Post-Boom y al mismo tiempo de un alejamiento. El rechazo que no existe es la postura bastante explícita de Gómez y Fuguet en el prólogo de McOndo. Pienso que eso no existe en estos narradores, es decir: no hay una ruptura inscrita en manifiesto. Pero sí hay un alejamiento estético y discursivo, que puede funcionar en algunos autores en mayor o menor grado, pero que no deja de estar ahí, como por ejemplo el hecho de que el Boom, a pesar de sus distintos autores y a pesar de que la etiqueta la crearan terceros, tenía una visión política mucho más marcada y buscaba representar realidades y problemáticas abarcadoras, hispanoamericanas (algo que puedes ver en una nouvelle de José Donoso o en un cuento fantástico como Apocalipsis de Solentiname de Cortázar). Esa actitud, en mi opinión, no es una norma hoy en día; existe por instantes, pero no como una preocupación primaria ni generacional. Por eso vuelvo a decir que el parricidio, al menos desde mi punto de vista, es ingenuo, porque los autores incluidos en Asamblea portátil tienen padres diversos y han leído en su momento a los autores del Boom y el Post-Boom (en el Post-Boom había mucha literatura testimonial, por ejemplo, ahora el testimonio es un género menos requerido), y seguramente los siguen leyendo, pero no se trata de que deba existir un fusilamiento de referentes, esa sería una postura extremista y dislocada. Lo que yo planteo en el prólogo es que hay una diferencia en la aproximación a esos referentes, una aproximación aleatoria; esto no quita que alguien guste más o menos de un autor, pero en términos grupales, como grupo, carecen de intenciones que en otras épocas eran mucho más evidentes. Y creo que eso se debe a que estos autores nacieron y viven en un mundo mucho más ecléctico, donde existen más cuestionamientos y también desencantos. Lo puedes llamar frustración por los sueños inacabados de la modernidad o la condición posmoderna, o decir que son chicos o chicas “light”, pero si son como son es porque el caldo de cultivo los hizo así, y por qué no decirlo, porque sus padres los hicieron de ese modo, también.
3. Son narradores de 13 países los convocados y el gran ausente es Brasil, ¿esto se debe a la distancia lingüística o a otros criterios?
La única razón por la que Brasil no tiene representación (lo mismo que Portugal, y hay una nota al pie en el prólogo donde hablo brevemente sobre ello) es porque no convoqué a ningún brasileño, y no lo hice porque no había leído suficientes autores brasileños en el rango de edad que la compilación maneja. Me pareció que sin tener un conocimiento más profundo cualquier inclusión hubiera sido injusta y también superficial. La distancia lingüística es manejable, pero no la falta de un estudio detallado. Han quedado fuera también algunos países centroamericanos que sí tuvieron pre-seleccionados pero que no llegaron a la lista final. En casos como el de Paraguay, aunque suene raro, hubo una muestra de cuatro autores, de los cuales solo quedó uno. Gracias a mi revista tengo la suerte de conocer o estar en contacto con muchos narradores, es una fuente de información envidiable y por ello puedo estar muy al día, pero cuando me planteé este reto no lo vi como un tablero de Risk que debía llenar con piezas en cada rincón, sino como una selección que iba a tratar de ser lo más representativa posible teniendo en cuenta también la oferta de autores y las limitaciones que cualquier proyecto tiene. A pesar de que Brasil, Portugal y otros países no están representados, la compilación no deja de ser un muestrario de narrativa iberoamericana.
4. Tenemos una antología de narradores latinoamericanos que hace poco editó Diego Trelles, El futuro no es nuestro; además del número de Zoetrope sobre narrativa latinoamericana que prepararon Daniel Alarcón y el mismo Trelles, ¿qué es lo nuevo que aporta esta antología para poder llamar la atención del público lector y la crítica?
Bueno, lo nuevo en sí no se puede medir. La novedad muchas veces es fantasía, pero creo que sí podemos hablar de las diferencias en los planteamientos y puntos de vista. Dicho sea de paso, Diego y yo hemos compilado más o menos en la misma época, yo un poco después que él, pero conversando acerca de ambos proyectos; incluso varios de los autores tanto de la versión en papel como de la versión digital de El futuro no es nuestro son autores que recomendé y que Diego pudo contactar gracias a las referencias que le di. Hay cuentos en esa compilación, como el de Ena Lucía Portela o Tryno Maldonado, que fueron publicados en Los Noveles años antes de la gestación de El futuro no es nuestro. Cuando empecé a trabajar en lo que sería Asamblea portátil partí sabiendo que no iba a utilizar nombres que él había escogido; si no me equivoco, nuestra única coincidencia es Samanta Schweblin, pero a mi favor diré que Samanta no estaba es la lista original de El futuro no es nuestro y que fue añadida mucho más tarde, cuando ella ya había aceptado participar en Asamblea portátil. El prólogo que Diego preparó para su antología es en gran medida genealógico (de la muestra que Daniel y Diego hicieron para Zoetrope no voy a hablar mucho porque no cuenta con un prólogo explicativo sino con una nota introductoria muy básica). En El futuro… Diego traza una genealogía de la tradición antológica latinoamericana para inscribir su antología dentro de dicha tradición, y lo hace de manera bastante organizada, llegando incluso a reparar en textos olvidados. Esa antología, por otro lado, tiene un campo de acción solamente latinoamericano, mientras que Asamblea portátil incluye textos peninsulares, españoles, por lo que se puede hacer una lectura trasatlántica e iberoamericana. Asimismo, Asamblea portátil es una compilación que le presta más atención a los referentes y a los diálogos literarios y extraliterarios; es decir, una de mis preocupaciones como antólogo era situar el imaginario de los cuentos y conectarlo con sus préstamos más obvios, sean novelísticos o televisivos o cinematográficos, de ahí el uso de críticos como Reinaldo Laddaga o referencias a los ensayos del Afterpop, porque muchas de las grandes diferencias entre los autores más recientes y los anteriores están en esas relaciones con la cultura de masas y en la sobreabundancia de información de la que somos víctimas hoy en día. Creo que Asamblea portátil es más explícita al resaltar esos detalles y además, como mencioné hace un rato, me importaba llamar la atención sobre la problemática de las crisis ideológicas, que me parece es un punto fundamental del que debemos ser muy conscientes. Desde luego, cada crítico o antólogo tiene un punto de vista, y ya sabemos que los puntos de vista no están hechos de metal; estoy seguro que mi análisis no es infalible y que puede ser puesto en tela de juicio en cualquier momento, pero precisamente esa es la función de esta clase de proyectos, crear un debate alrededor de sí mismos. Espero que los aportes que el libro pueda tener sirvan para sumar de algún modo, y lo que no se considere un aporte, supongo que se desintegrará por sí solo con el tiempo y con mejores argumentaciones.
5. ¿Por qué esa necesidad toxico-maníaca de relacionar esta antología con una tradición literaria, cuando se señalan los referentes de la Generación McOndo y el Grupo Crack? ¿No sería mejor desmarcarse de esa tradición para nacer como una generación a-referencial?
Esto de algún modo ya lo mencioné en otra de mis respuestas, pero hablemos otra vez de ello, ya que es un tema importante. Así como no creo en el parricidio tampoco creo en un grupo a-referencial, por el simple hecho de que todo proviene de algo; por otro lado, si el fin es en realidad desmarcase de algo, habría primero que saber de qué hay que desligarse. En el prólogo hablo de una selección indiscriminada de referentes que así como puede acercarse por momentos a McOndo o al Crack también puede subvertirlos y obviarlos, pero no sólo a esos referentes, sino al Boom o al regionalismo y a toda la tradición literaria en general. Todo texto nace inscrito en una tradición, no hay texto que no la tenga, y la muestra de Asamblea portátil participa también dentro de una; podemos argumentar sobre su forma de participación, pero no negar que exista una participación, y que dicha participación cuente con algún tipo de relación referencial. El caso de McOndo, y de vez en cuando el de Crack, pero sobretodo McOndo, es un tema polémico porque se ha personalizado en la figura de Alberto Fuguet. Al leer el prólogo de McOndo se piensa más en él o en sus libros que en el prólogo en sí, y eso es algo que he tratado de eliminar en Asamblea portátil, porque a pesar de que no soy un seguidor de la literatura de Fuguet y que poco me sorprenden sus obras o sus gustos cinematográficos, sí soy consciente de que, fuera de los momentos infantiles que puede tener el prólogo, o de lo prosaico de su lenguaje o de la falta de un marco teórico (no es un crimen escribir un prólogo sin marco teórico, por cierto), el prólogo de McOndo tiene mucha lucidez en puntos como el de la relación literatura-cultura de masas y en el de la globalización de referentes, sobretodo de referentes norteamericanos. Quizá Fuguet y Gómez no lo plantearon citando a quince sociólogos, antropólogos y teóricos posmodernos, y tampoco tenían por qué tomar esa ruta, pero si se lee ese prólogo sin prejuicios, se pueden hallar claras coincidencias entre aquello y discursos que están muy de moda en España hoy por hoy, y ojo que estamos hablando de más de diez años de diferencia. No glorifico a Fuguet, pero sí es importante decir que el prólogo de McOndo se adelanta a un debate que hoy en día Iberoamérica articula mucho mejor.
6. Lo que sí me parece acertado es desmarcar a los narradores latinoamericanos de las llamadas “Generación X”, “Generación Kronen” y “Generación Nocilla”, españolas, que me parecen denominaciones bastante “castizas” para ser trasplantadas a nuestra realidad, salvo que queramos utilizar el término de “Generación Milo” (o “Generación Leche Enci”, para ser más localistas).
Concuerdo en que estas denominaciones siempre son un poco penosas, y me consta que los críticos serios no las utilizan, son más que todo denominaciones mediáticas que difunde el periodismo por razones prácticas y de mercado; claro, tampoco deberían ofendernos tanto, porque en el fondo las únicas personas que deben hallar mejores denominaciones y utilizarlas son los críticos o los teóricos, el resto del público no necesita enfrascarse en esos debates. Dicho esto, quizá no lo mencioné en el prólogo porque no me detuve en la comparación, pero desde mi punto de vista, España y Latinoamérica, sobre todo después de la caída de Franco, pero ya en los años sesenta con el diálogo que había entre los escritores del Boom y autores como Goytisolo, por ejemplo, tienen un derrotero literario relativamente similar. Es cierto que la influencia de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra es mucho más visible en Latinoamérica, donde los servicios y horarios nacionales fueron “norteamericanizados” desde por lo menos los años 50 y que tuvimos Sears y KFC antes que cualquier ciudad española, y que nunca les pusimos peros a los anglicismos, sin embargo, a partir de la apertura democrática, España recuperó el tiempo perdido y se puso al día con mucha rapidez. Por eso yo diría que aunque fui explícito describiendo la Generación Kronen y la Generación Nocilla, no veo muchas diferencias entre el realismo sucio que pululó durante los años 90 en América Latina y lo que hacían Mañas y Cía. en Madrid por la misma época. A todo el conjunto iberoamericano de ese calibre tal vez deberíamos llamarlo Estética de los 90, porque siendo ramplones, en ambas partes del Atlántico se popularizó la misma literatura, y muchos de los referentes son exactamente los mismos: Easton Ellis, Bukowski, Carver. Los más recientes, los que llaman Nocillas, que es una etiqueta que sirve tan solo para un subgrupo y no para la totalidad de los narradores nuevos españoles, tienen algunas coincidencias con el discurso mcondiano, y vuelvo a lo de la globalización y la cultura de masas, porque ahí se conectan, y se conectan al mismo tiempo con el Manifiesto Crack, porque de la mezcla entre la cultura de masas y la “sofisticación” que se autoimputaba el Crack yo creo que te queda un Fernández Mallo, o algo parecido a Fernández Mallo. Y en el fondo tendría cierto sentido teniendo en cuenta que el castellano es un código compartido. Latinoamérica y España no están tan alejadas como aparentan, y menos en la era digital. Eso sí, que quede claro que no he dicho que Nocilla Dream sea producto de los gametos de Fuguet y de Volpi; lo que sí he dicho es que en los últimos años hemos pisados terrenos similares que hemos bautizado con distintos nombres y que es imposible que no haya una retroalimentación.
7. Y para terminar, una pregunta picante: Veo en la lista a autores con cierta trayectoria como el caso de Diego Trelles y Samanta Schweblin, y autores de reciente difusión, ¿cómo se logro conjugar los “egos” de ambos tipos de escritores para aparecer unos junto a otros?
Felizmente no hemos tenido ningún problema de egos. Con muchos de los autores tengo relaciones que van más allá de una antología, y aún con los que no tenía contacto previo me he llevado muy bien. En esta compilación hay chicos que participaron en Bogotá 39, como el boliviano Rodrigo Hasbún y el venezolano Rodrigo Blanco Calderón, tienes también una narradora con mucha proyección en España como Elvira Navarro, de quien Enrique Vila-Matas ha hablado maravillas públicamente. Está Mayra Luna, mexicana, reconocida por sus compatriotas como una de las escritoras más interesantes de su generación. Hay, desde luego, personajes menos difundidos, pero en eso me baso para poner en marcha proyectos como este. Yo en realidad suelo pensar en los autores que vendrán mañana porque esa ha sido mi fijación desde que fundé mi revista. Recuerdo que en un email de hace unos años dedicado a Los Noveles Edmundo Paz Soldán me dijo que yo solía estar “ahead of the curve”, al menos en lo que respecta a la recopilación literaria. No lo niego porque siempre me han interesado los autores últimos, es algo que me trae muchas satisfacciones, la promoción y difusión de artistas emergentes, y Asamblea portátil es parte de esa especie de filosofía de vida. Me gusta curiosear y que otras personas curioseen. Diego y Samanta no son los únicos en este libro que tienen carreritas encaminadas; Samuel Solleiro y Juan Sebastián Cárdenas andan muy bien, y hay que leer más uruguayos como Fernanda Trías y Leonardo Cabrera, y la española Lara Moreno que tiene una prosa redonda. El menor de la antología, Diego Zúñiga Henríquez, un chileno muy joven, dale tres años más y nos sorprende con una novela corta de las que merecen la pena. Podría seguir, y quizá no mencioné a todos, pero creo que la selección es bastante diversa y al mismo tiempo muy representativa de los tiempos que corren. Los dos chicos cubanos que están en libro, por ejemplo, ambos son muy recomendables y muy “actuales”. Eso de “actuales” no sonó muy bien, pero suena. Y a pesar de ese enfoque tan moderno que se le puede imputar a la antología, creo que no hemos obviado textos de estilo más tradicional, ahí tienes una pieza como Los pasares, del paraguayo Juan Ramírez Biedermann, ese cuento es neorrealista, muy bello, me recuerda bastante a Ribeyro. Y el cuento de Gabriel Rimachi, también, con esos cierres existenciales de antaño.