CÓMPLICES POR UNA NOCHE
Por: Gabriel Umaña
Joseph imagina desnuda a su ex novia, montada sobre él, apuntándole a la cabeza con su Ruger P-89. El problema, para Joseph, es que ella se comporta como si lo supiera todo, pero la verdad es que no sabe mucho, ni de él, ni de lo que sucedió la noche anterior.
Anoche Joseph fue al bar donde toca la banda de Johnny. Se tomó media botella de whisky y probó todo tipo de pepas hasta que logró ver a su ex novia convertida en personaje de cómic. Le causó gracia verla por todas partes, colgando del techo, en la pista de baile, en la barra bebiendo agua de coco y en el baño nadando en el inodoro.
Cuando el efecto psicoactivo empezó a ceder frente a su razonamiento, Johnny le presentó dos amigas: Jane y Annie. Los cuatro hablaron por largo rato. Sobre una servilleta Joseph hizo un listado de actividades para el resto de la noche. Las compartió con su amigo y las recién conocidas. No hubo dudas ni sorpresas, todos acordaron ser cómplices por una noche.
Transitaron en el Corvette rojo de Johnny a cien km/h, escuchando ese rock que la ex novia de Joseph nunca entendió, dejando que el viento se les tragara los ojos y escribiendo una nueva historia en la que ella y su trasero recalentado no tendrían lengua que los lamiera.
Ingresaron al apartamento de Jane, encendieron la chimenea y Johnny interpretó su guitarra, mientras hablaban de la forma en que se comerían el mundo e impregnarían sus vidas con algo emocionante: el plan de venganza diseñado por Joseph.
El escándalo trajo al vecino hasta la puerta del apartamento. Johnny no aguantó sus insultos y le lanzó un golpe que el viejo ex policía esquivó casi en cámara lenta. Las mujeres gritaron alarmadas y Joseph, sin su ex novia, cobarde como antes de conocerla, lanzó un florero que estalló justo en la cabeza del vecino. Tumbado en el piso, lo arrastraron hasta la sala, lo amarraron a una silla, lo amordazaron y le cubrieron los ojos.
Johnny tuvo sexo con Jane y Joseph con Annie. Los gemidos de las mujeres trajeron de regreso la conciencia al vecino. Se despertó amarrado a la silla. Maldiciendo trató de zafarse hasta que su pesado cuerpo terminó en el suelo. Fastidiado, Johnny le cortó el cuello. “Por sapo”.
Para cuando llegó la policía a la escena del crimen, el Corvette rojo de vidrios oscuros estaba a varias cuadras del lugar. Sus ocupantes preparaban la siguiente incursión.
En la tienda de víveres se abastecieron de cerveza y chucherías. Joseph recordó que la noche en que conoció a su ex novia hicieron lo mismo: “compramos dos cervezas alemanas, salchichas y un paquete gigante de frituras. Nos bañamos con la cerveza y ella se comió las salchichas mientras la penetraba. Esa fue una buena noche”, comentó.
Fueron al almacén del viejo Rupert. Quebraron los vidrios. Se llevaron un cuchillo, un taladro, una broca de tungsteno de ¾, una sierra eléctrica y la caja registradora con el dinero. “Por cabrón”.
Jane, con su escote, fue la encargada de llamar a la puerta de Mike. Cuando el negro atendió el llamado, Jane le habló como si lo conociera del colegio. Le dijo que era Jackie, la que se comió en el baño de niñas, quince años atrás. Le mencionó que un negro como él jamás se olvida. Cuando Mike bajó la guardia, Johnny apareció de improviso y le puso el cuchillo en la garganta.
Lo metieron al baúl del Corvette y se dirigieron a la zona industrial. Allí lo bajaron y lo obligaron a repetir cada uno de los apodos que le había puesto a Joseph cuando estaban en el colegio. Por cada uno, Annie le enterró el cuchillo. Quedó tendido en el suelo, con 17 agujeros en el abdomen. “Por montador”.
El grito de la esposa de Barry Ernie Felton llegó demasiado tarde. Jane y Annie ya se habían encargado de los niños, Johnny tenía en el suelo al señor Felton amenazándolo con el cuchillo y Joseph estaba junto a ella, explicándole que si seguía gritando, los niños no podrían ir al colegio el lunes siguiente.
Cuando todos se calmaron un poco, Joseph les habló de la injusticia que cometió el señor Felton en la clase de Opinión Pública. Les contó que él era el autor original de los ensayos sobre las elecciones del 98 de Sara y Marcus. Reservó el mejor con su firma y los otros dos los cedió a sus compañeros a cambió de una insignificante suma de dinero: “Sara obtuvo la mejor nota, Marcus apenas pasó y yo recibí la peor calificación”, dijo.
Comprendida la razón de la presencia de los extraños en la casa Felton, Joseph encendió el taladro. Johnny sujetó con el peso de su cuerpo al señor Felton, mientras su compañero le abría un orificio en cada mano. “Por imbécil”.
July no recordaba a Joseph: “sólo había sido un capítulo invisible en su vida”. Por el contrario, Joseph la tenía presente en la memoria. Jane y Annie, la golpearon hasta dominarla. Como en la casa Felton, Johnny la sostuvo, mientras Joseph le cortaba las piernas con la sierra. “Por perra”.
Era el momento de tomar rumbos diferentes. El último punto de la lista, tendría que resolverlo Joseph, solo, sin ayuda de nadie. Era algo a que lo que tendría que enfrentarse para poder concluir su venganza.
Joseph llegó a la casa de su ex novia al amanecer. Aprovechó que aún no le había entregado las llaves para darle una sorpresita. Ella le dijo que no estaba bien que se siguieran viendo porque ya no había nada entre ellos y le pidió las llaves. El accedió a cambio de un beso.
Al calor de la última muestra de afecto, ella, como cada mañana, como cada vez en que amanecieron juntos, terminó pidiéndole sexo. Hicieron el amor como nunca lo habían hecho. Joseph no se asombró por este gesto, es más, lo estaba esperando. Ella se meció sobre él hasta que logró ese orgasmo que nunca tuvo mientras fueron novios y cuando la mujer sintió electricidad recorriendo su cuerpo, sacó su Ruger P-89 de la mesa de noche y le descargó la munición en la cara, destruyéndole la cabeza.
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