23 July 2013

BAILANDO CON MURAKAMI




BAILANDO CON MURAKAMI


Max Palacios


            Acabo de terminar de leer la última novela de Haruki Murakami, Baila, baila, baila, y su lectura no ha hecho más que confirmar la certeza de que nos encontramos ante uno de lo más singulares narradores japoneses de los últimos tiempos. A través de todas sus novelas, el escritor japonés construye un universo narrativo original, particular y extraordinario, cuyo eje temático recurrente es la soledad a la que está condenado el individuo contemporáneo; y cuyos personajes, siempre atractivos, nos generan una hermandad y simpatía poco común, a pesar de las distancias geográficas, lingüísticas y culturales.

            Llegué a Murakami en forma extemporánea, es decir, mucho tiempo después de que se puso de moda en los círculos culturosos de literatulandia. El primer libro que cayó en mis manos fue 1Q84 y la impresión de su lectura fue el descubrir a un narrador de las grandes ligas, un escritor con el perfecto dominio de las técnicas narrativas y las estrategias literarias para mantener en suspenso al lector. Es por ello que me pareció muy injusto el calificativo de “light” que Mario Vargas Llosa, en uno de sus artículos, le atribuyó a la narrativa, no solo de Murakami, sino también de Paul Auster, otro de mis escritores “fetiche”. En efecto, si leemos los ensayos y artículos que sobre el arte de la novela ha escrito el autor peruano, vamos a encontrar que todos los requisitos que él exige para la construcción de una gran obra narrativa son cumplidos por el escritor japonés: la creación de un universo narrativo particular, el uso de las técnicas narrativas al servicio de la historia que se está contando, la construcción de personajes redondos y perdurables, la representación simbólica de la sociedad que se pretende retratar y la utilización de un lenguaje y una prosa adecuados para la historia con el manejo de los tiempos acertados y eficaces. Todo ello y mucho más se puede apreciar en el autor de Tokio blues, lo que nos permite concluir que Vargas Llosa se apresuró en calificar de literatura ligera la obra de uno de los autores japoneses más interesantes de la actualidad.

            Lo que siempre me ha atraído de las novelas de Murakami es la forma cómo construye sus personajes –envueltos en una atmósfera solitaria asfixiante–, y los va llevando por la trama de la historia como si discurrieran por un laberinto topográfico y diegético, de tal forma que los lectores vamos cayendo seducidos por la historia como si se tratara de una femme fatale a la cual no podemos resistirnos.

            Otro recurso que me llama la atención es la introducción de elementos oníricos y fantásticos que aparecen en cada una de sus novelas: el hombre carnero y los personajes fantasmas de Baila, baila, baila; las dos lunas y la Little People de 1Q84, la muchacha bipolar y su compañera lesbiana de Tokio blues; las llamadas misteriosas y los personajes enigmáticos de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, por mencionar algunos ejemplos; y todo esto aparece con una naturalidad que no permite que el lector tome conciencia de que se trata de elementos extraídos del sueño y la fantasía. En este sentido, leer a Murakami equivale a realizar un viaje onírico por un mundo alucinado y sugerente que subyuga a los lectores.

            Tema aparte es la supuesta “orientalidad” que se reclama al autor japonés –como sí la conservan escritores como Kawabata, Mishima o Kensaburo Oe–, reclamo similar que se le hacía, hasta hace algunos años, a los escritores latinoamericanos cuando se apartaban del paradigma del Realismo mágico. Lo universal de Murakami, precisamente, se logra gracias a que ha conseguido despercudirse de esa carga oriental para crear una literatura cosmopolita, global y posmoderna, que retrata al Japón de las últimas décadas, alejado de una tradición que se había convertido en un corsé para los escritores de esa región.

            Una última recomendación: acérquese a los libros de Murakami bailando, conservando el ritmo, moviendo el cuerpo ligeramente, con sobriedad, sin despeinarse en cabello, y verá que cada una de sus novelas nos ofrece una banda sonora que perdurará en cada uno de nuestros corazones como esas canciones nostálgicas de las cuales no nos queremos olvidar. La próxima pieza musical es de ustedes. ¿Bailas?