13 October 2008

LA CULTURA DE LA CORRUPCIÓN


ALONSO CUETO SOBRE LA COYUNTURA ACTUAL

Hace unos días, el último Nobel de literatura, Jean-Marie Le Clézio, señalaba que escribía escuchando el ruido del mundo. Y Algunos escritores no solo se atreven a escuchar el ruido ensordecedor del mundo sino que forman parte de la reserva moral del país y están ahi para participar activamente en la vida social y política de nuestra sociedad. Uno de ellos es Alonso Cueto, quien el día de hoy, en su columna de Perú 21, escribe un interesante artículo sobre el estado de corrupción reinante en el país. Los dejo con algunos fragmentos:

Vivimos en una cultura de la corrupción y todos somos partícipes y hasta cierto punto somos también culpables de ella. En un mundo en el que la corrupción, la ilegalidad, el engaño y la farsa son aceptados (y, a veces, socialmente premiados) es normal y lógico que algunos pillos se aprovechen de esa cultura al máximo.

Las reglas de este juego parecen haber sido dadas hace mucho tiempo. Compramos libros piratas, discos piratas, películas piratas, software pirata, vamos a una farmacia donde pasamos por alto la exigencia de la receta cuando es necesaria, escuchamos hablar de sobornos a policías, a jueces, a autoridades e, incluso, a profesores de algunos colegios. Todo esto ocurre todos los días y la mayor parte de las veces nadie se escandaliza.

Los vendedores de libros piratas ofrecen sus productos a vista de los policías de tránsito, que solo les piden que se muevan un poco cuando aparece la luz verde del semáforo. Son delincuentes ejerciendo una actividad ilegal pero transitan por nuestras calles. Solo nos escandalizamos por las consecuencias políticas de un acto de corrupción de alto nivel. Pero ese acto no sería posible si no estuviera alimentado por la cultura de la pequeña corrupción cotidiana que nos rodea.

Nada de esto justifica ni excusa evidentemente a los delincuentes de marca mayor, como Rómulo León Alegría y Alberto Quimper y los otros que aparezcan en el futuro. No justifica a estos sujetos pero sí los explica. La cultura en la que vivimos, por la que no protestamos lo suficiente, los ha producido. Esa vocación por separarse, por oponerse, por sabotear a la sociedad es esencial al corrupto, porque lo es del pantano en el que medra.

Esto no significa que la totalidad de nuestra sociedad pueda definirse por la corrupción, evidentemente. Hay numerosas personas honorables y trabajadoras que escapan a estos criterios, entre ellos muchos ministros del gabinete anterior. Otro es Luciana León, quien ha hecho mucho por la cultura en nuestro país.

Pero mientras no ataquemos la raíz del problema –la cultura en la que estos personajes florecen–, seguirán apareciendo periódicamente sus voces y rostros en los noticieros.