21 October 2008

LE CLEZIADO POR LE CLÉZIO


NIÑO DE GUZMÁN SOBRE LE CLÉZIO

Abrumado por los trabajos pendientes y las clases del taller de narrativa, me olvidé consignar el artículo que Guillermo Niño de Guzmán escribió en El Dominical de El Comercio sobre Jean-Marie Gustave Le Clézio. Una extraordinaria semblanza sobre el autor de El africano y una buena forma de iniciarse en la lectura del último Nobel para aquellos que no han tenido el placer de enfrentarse a su peculiar visión del mundo. Mención aparte el nuevo formato de El Dominical, que ha tomado una versión más dinámica y atractiva para los nuevos y jóvenes lectores. Los dejo con algunos fragmentos del artículo de Niño de Guzmán:

Pese a su irrefrenable nomadismo, el escritor francés nunca se ha considerado un desarraigado. Más bien, se trata de un extraterritorial, de un ciudadano del mundo. Y, aunque a simple vista su existencia parece signada por la tentación de la aventura, debemos aclarar que Le Clézio no es un aventurero. Al menos, no en el sentido habitual del término. A diferencia de otros novelistas --pensemos en Hemingway o Malraux--, no busca emociones fuertes ni proeza física alguna. Simplemente, persigue la sintonía con aquellas regiones del espíritu donde confluyen, de una manera atávica y esencial, el hombre y la naturaleza.
Por otra parte, Le Clézio es un grafómano, alguien que necesita transformar su experiencia a través de la escritura para poder asimilarla plenamente. En sus inicios, cultivaba un estilo cincelado bajo la estela del 'nouveau roman', pero no pasó mucho tiempo antes de que encontrara su propia voz. "El diluvio" (1966), "La guerra" (1970) y "Los gigantes" (1973) reflejan su preocupación ante las contradicciones de la civilización moderna y la alienación del hombre contemporáneo. Después, a medida que se multiplican sus viajes, se esfuerza por resaltar las limitaciones de la mirada occidental y se lanza a descubrir otros ámbitos, como sucede con "Desierto" (1980), novela sobre los 'hombres azules' del norte de África y la inmigración forzosa a Europa. Asimismo, vuelve sobre el pasado y escarba en los confines de la memoria. En uno de sus últimos libros, "El africano" (2004), intenta recuperar ese pedazo de su infancia que se quedó en Nigeria, donde su padre trabajaba como médico.

Dueño de una prosa bruñida, sutil, cadenciosa, en la que prevalece el goce sensorial y el ansia de plasmar una armonía interior, Le Clézio resulta un escritor atípico e inclasificable. Aunque posee una sólida formación académica y está al tanto de los problemas de su tiempo, siempre se ha resistido a ejercer el papel de intelectual, tan afín con la tradición literaria francesa. De cualquier modo, si se sitúa al margen no es por rebeldía o indiferencia sino por una cuestión de temperamento. Simplemente, elude el desasosiego para poder vislumbrar lo auténtico.

En sus historias, los linderos entre la invención y la experiencia se confunden. Por tanto, no debe extrañarnos que en su vasta obra, compuesta por medio centenar de novelas, relatos y ensayos, los géneros tiendan a fusionarse. Ante todo, Le Clézio es un aventurero del espíritu y su única patria verdadera es la del lenguaje. "Para mí, que soy un isleño --ha confesado--, alguien que mira pasar los cargueros desde una orilla del mar y que vagabundea por los puertos, al igual que un hombre que camina a lo largo de un bulevar y que no puede ser ni de un barrio ni de una ciudad sino de todos los barrios y todas las ciudades, la lengua francesa es mi único país, el único lugar donde vivo."