28 September 2008

FERNANDO AMPUERO EN "ZONA DEL ESCRIBIDOR"


CRIATURAS MUSICALES

Ese es el título del cuento de Fernando Ampuero que Richar Primo acaba de postear en su blog, Zona del escribidor. Este cuento, que relata en forma impecable una crisis matrimonial, se suma a los muchos cuentos que Richar a reunido en un interesante proyecto narrativo, donde los más destacados narradores peruanos, junto a los que recien empiezan su carrera literaria, exponen sus dotes narrativas a los lectores peruanos. Los dejo con el inicio del cuento y el link para acceder al mismo:

CRIATURA MUSICALES

Por: Fernando Ampuero

La niña llegó del colegio cuando los gritos de sus padres se podían oír desde fuera del amplio y elegante departamento. Tocó el timbre y aguardó a que la empleada le abriera. Entró al vestíbulo y, cuando pasó frente al espejo oval, se hizo a sí misma una mueca graciosa. Luego enrumbó a la cocina, bebió un vaso de naranjada y, de vuelta en el vestíbulo, se detuvo cautelosa­mente en el primer peldaño de la escalera.

La discusión, como de costumbre, era a distancia. Su padre se hallaba en el baño, duchándose. Su madre reordenaba la ropa en los colgadores, en los cajones y en las gavetas del walk-in closet, una de sus actividades más socorridas cuando tenía los nervios de punta.

–¡Hola! –gritó alegremente la niña–. ¡Ya estoy aquí!

Un súbito silencio sobrevino a su saludo.

Pero unos instantes después se abrió la puerta del baño, que daba al hueco de la escalera, y salió su padre, desnudo y chorreando agua. También, como de costumbre, la niña vería que éste, ante su presencia, cambiaba rápidamente de talante. Ahora incluso le sonreía e imitaba su voz alegre y cantarina:

–¿Qué tal, Pilarcita?

–Bien, papi.

El padre volvió a encerrarse en el baño. La madre, por su parte, demoró cuatro o cinco segundos en intervenir, pero optó de buenas a primeras por ponerse en tren práctico:

–Pilar, no dejes tu mochila tirada en la sala –dijo a lo lejos, sin dejarse ver.

La niña fingió que no la oía:

–¿Qué dices, mami?

–Que no dejes tu mochila tirada.

–¿Cómo dices?

–¡Que no dejes tu mochila tirada, demonios! –gritó la madre.

–¡Ya te oí! ¡No me grites!

–¡Y sube a tu cuarto y ponte a hacer la tarea, porque en una hora tienes que ir al ballet!

–¿Al ballet?

–Claro que sí –replicó su madre–. ¿Acaso no sabes que hoy es jueves?

–No voy a ir al ballet –dijo la niña rotundamente.

Se hizo un nuevo silencio.

–¿Cómo que no vas a ir al ballet? ¿Han suspendido la clase?

–No es eso.

–¿Qué es, entonces?

–Se me ha roto la malla negra.

La madre se asomó por el hueco de la escalera con cara de sorpresa:

–¿Cuándo ocurrió eso?

–Anteayer. Me enganché con una planta llena de espinas y se rasgó toda.

La madre meneó la cabeza, apesadumbrada:

–Bueno, usa la malla roja –dijo volviendo a su tarea de ordenar ropa.

–No. Odio ese color.

–Mañana te compraré otra malla negra. Ahora hazme el favor de ponerte la roja y no fastidies.

–No quiero.

–No me contestes así, Pilar –dijo la madre.

–Pero es que tú no me entiendes.

–¿Qué es lo que no entiendo?

–Todas las chicas van con mallas negras.

–Ya lo sé. Pero es sólo por un día.

–¡No! –chilló la niña–. ¡Es huachafo!

–¡Pues te la vas a poner de todas maneras! –ordenó la madre en su tono más enérgico–. ¿Has entendido? ¡Aquí no se hace lo que tú quieres!

–¡No, no me la voy a poner! –gimoteó la niña–. ¡No me la voy a poner!

En pantuflas, y a medio cubrirse con una toalla anudada a la cintura, el padre fue esta vez quien asomó por el hueco de la escalera a fin de concordar con su hija:

–Yo también pienso que el rojo es huachafo –susurró en su tono más cómplice.

Para continuar con el cuento.