UN ARTÍCULO DE ALONSO CUETO
Un día antes de clebrarse el centenario de Cesare Pavese, uno de los escritores más querido de Italia, Alonso Cueto, en su habitual columna de Perú 21, escribe un artículo sobre la vocación del escritor y su compromiso con la labor de contar una historia. Y es que el autor de Vendra la muerte y tendrá tus ojos dejó para la posteridad dos textos autobiográficos a los que denominó El oficio de vivir y El oficio de escribir en los que retrata su pasión y vocación por la vida y la escritura. Escribe Alonso Cueto en su artículo:
Es frecuente que un grupo de personas reunidas aproveche los recursos del género más antiguo de todos, el de la narrativa oral, para contar algo que le haya ocurrido. “Les voy a contar lo que me pasó”, “No saben lo que ha sido”, “Tengo que contarles”, son expresiones comunes en el inicio de las historias que queremos hacer públicas, y en ellas puede verse la necesidad de dejar algo nuestro en lo que contamos.Todos tenemos alguna historia única, aquello que de algún modo, en sus matices, solo nos ha ocurrido a nosotros. Es por ello que Saramago proponía algo imposible y quizá indeseable: que todos los hombres y mujeres escribieran al menos un libro a lo largo de sus vidas, el de su autobiografía.
Mañana, 9 de setiembre, recordaremos los cien años del nacimiento de uno de los magníficos escritores de autobiografías del siglo XX, el autor de El oficio de vivir, Luna entre las hogueras y Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Se trata del piamontés Cesare Pavese, quien vivió apenas cuarenta y dos años, hasta su suicidio en 1950. Pavese dejó en sus diarios una de las definiciones más simples del acto de escribir una novela: “Uno se va y anda por ahí. Luego se vuelve y cuenta alguna cosa. No lo que ha ocurrido. Un poco menos y un poco más. Así se escriben las novelas”.
Las gratificaciones de la creación fue uno de los temas de Pavese, quien resultó siendo, además de novelista, un gran poeta. Encuentro otra frase suya citada en el suplemento Babelia: “Hacer poemas es como hacer el amor. No se sabe si la propia alegría es compartida”. Esa alegría, no sé si es esa la palabra, es la que anima también a cualquier contador de historias.